Medio: El Deber
Fecha de la publicación: miércoles 29 de noviembre de 2017
Categoría: Debate sobre las democracias
Subcategoría: Repostulación presidencial / 21F
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El texto de Rivero es una distopía, pero ya sabemos que el futuro se alimenta de los sueños y ansiedades del presente. Tal como van las cosas, ese texto escrito hace un par de años es una de las mejores lecturas de lo que es Bolivia hoy: el líder que le abrió las puertas a la Bolivia del siglo XXI, multicultural y diversa,
ha terminado encarnando también las pulsiones reaccionarias y retrógradas muy presentes en nuestra historia.
La del caudillismo, la del absolutismo, la del sueño del hombre predestinado, superior a las mismas leyes creadas para, entre otras cosas, poner freno a esas tentaciones autoritarias tan presentes en nuestros gobernantes.
Quizás lo más extraño sea sorprenderse ahora por el fallo del Tribunal Constitucional Plurinacional (TCP). Pese a sus falencias, en Bolivia se cree en la democracia porque costó reconquistarla; uno vota en las
elecciones y referendos con la convicción de que ese voto contará. Sin embargo, la tentación prorroguista de este Gobierno siempre estuvo ahí; el momento en que se aprobó que el presidente Evo Morales se postulara por tercera vez ya se había cruzado una línea roja.
Faltaba ver cómo se haría esta vez para desconocer el voto del pueblo. Algunos pensamos que no se atrevería: después de todo, el mandato de Evo Morales se sustentaba en la legitimidad que le dio el voto del pueblo. Lo de apelar a la Declaración de Costa Rica sonaba a un burdo chiste, tan vulgar que ese recurso solo lo usó el poco democrático presidente Daniel Ortega en Nicaragua. Tiempos idos, que hacen que esta revolución - porque sí lo fue, alguna vez toque fondo.
Podrá el Tribunal Constitucional Plurinacional (TCP) habilitar a Evo Morales, pero no podrá convencernos de la justicia de su fallo.
En el cuento de Rivero, el líder y la revolución se sostienen durante mucho tiempo, pero están podridos por dentro. Quienes pensamos que la izquierda podía y debía ser menos corrupta y más democrática que la derecha nos equivocamos. El sueño, la utopía que Evo y su proceso de cambio representaron para muchos, se terminó hace rato, y ahora solo queda administrar el fracaso.
Porque es un fracaso saber que puedes repostularte por un ardid legal y no porque tus compatriotas te votaron. Es un fracaso saber que cuentas con que tus compatriotas no saldrán a protestar lo suficiente,
o, si lo hacen, cuentas con que controlas las calles gracias a los movimientos que te apoyan y, por supuesto, la fuerza. Evo se salió con la suya, pero quizás le haya asestado el golpe definitivo a su legitimidad popular. En realidad, perdimos todos.