Ese machacón cliché de que: “Todos somos iguales ante la Ley” nunca se aplicó en el Órgano Judicial, ya que pese a que todos los jueces deberían ser iguales o al menos algo independientes, hay aquellos pegados al gobierno a través de un fuerte cordón umbilical que los diferencia entre “inferiores” y “superiores” de modo que, como ya lo anotamos anteriormente, produce que nunca podamos contar con una judicatura proba e idónea, sino con tinterillos que perenemente estarán dispuestos a convertir la Pirámide de Kelsen en un esférico de futbol.

De hecho, ya las encuestas dicen que un 80% de estos truchimanes no cuentan con las referencias suficientes para pugnar a estos altos cargos, de ahí que parafraseando al economista francés Jean Baptiste Colbert, Ministro de Luis XIV que acuñó la célebre máxima: “dadme una buena política y os daré buenas finanzas”, ante esta nueva manipulación de la opinión pública para urdir una Justicia con espinazo de goma y resuelta a abrir los accesos constitucionales que permitan a sus mandantes la permanencia vitalicia en el poder, bien podríamos aplicar esa sabia sentencia a dicho evento y expresar: ¡Dennos un buen gobierno y les daremos una buena justicia!

¡La Justicia nunca es podrida! Podridos son los que hacen uso de ella para sus aviesos objetivos, o bajo el pretexto de defender al pueblo se tapan un ojo para pasar como hijos naturales de ella.

Cuando el 21 de febrero, el pueblo votó en contra de la reelección de S.E. y éste se pasó los resultados de ese plebiscito por el arco del triunfo, más que nunca se estaba poniendo en evidencia que la fórmula del voto ejercida por la democracia imperialista (como gustan llamarla quienes no pueden librarse del complejo de esclavos) es el tesoro que Fidel Castro aspiró perennemente para detentar un poder que le dure toda la vida, y le permita exportar su revolución comunistoide, prescindiendo de las onerosas y aparatosas guerrillas, manejando simplemente esa milagrosa fórmula del voto, en una región donde las mayorías son: más pobres, menos agraciadas y menos inteligentes que las minorías; pero con un caudal de votos exuberantemente mayor.

Ante esta realidad, y avizorando un 80% de votos nulos en la próxima consulta, quizás se justifica el apelar al consejo del morocho déspota de Guinea Oriental, Teodoro Obiang, por su prodigiosa fórmula para ganar elecciones por el 90% empero, una vez ya embarcados en este experimento que se ha transformado en un verdadero referéndum, solo queda seguir con el libreto y receta prescrita por el castrochavismo, aunque las elecciones judiciales se tornen en  perjudiciales.