Medio: El Día
Fecha de la publicación: jueves 30 de noviembre de 2017
Categoría: Debate sobre las democracias
Subcategoría: Repostulación presidencial / 21F
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El fallo del Tribunal, que no soporta ningún tipo de argumento de legalidad o concordancia con la CPE, ha asestado en el ser colectivo de los ciudadanos de este país, el golpe de una verdad revelada. Aunque sea dolorosa, nos ha enrostrado con brutalidad, con la realidad de dónde estamos parados. El absoluto desprecio demostrado a la voluntad popular, no puede menos que abrirnos los ojos. No solo el gobierno se ha pasado por el forro el 21 F. Nada menos que el Tribunal Constitucional así lo ha hecho. La voluntad del pueblo y su voto, vale lo que vale la democracia para ellos: un corcho. Creo que somos muchos los bolivianos, a los que no nos gusta vivir engañados. La verdad, por mucho que lastime, es diez mil veces mejor que una mentira sostenida a lo largo de más de una década con un relato vergonzoso que culmina con el magnicidio de la propia Constitución, en una espúrea conducta que no tendrá ni perdón, ni olvido.
Todas las sociedades tienen un porcentaje de imbéciles, a quienes la corrupción, el atropello al estado de derecho y las leyes, no es nada más que un vehículo para instaurar la impunidad y lograr acceder aunque sea, a lo que regurgitan los verdaderamente poderosos a quienes defienden en esa actitud indigna de los seres miserables.
Lo que acaba de suceder, es la constatación que hoy, más que nunca, estamos en nuestras propias manos.
Todo el andamiaje corrupto y obsceno que han venido armando, no deja lugar a ninguna certeza menos.
Hemos sido liberados, de cualquier consideración de respeto y mansedumbre. El régimen masista, ha venido echando los dados cargados sobre la mesa por doce años. Finalmente, con este atropello, ya sabemos las razones de las continuas jugadas mentirosas que han mantenido al pueblo adormecido e impotente. Este es el punto de quiebre entre la sociedad y el gobierno. Se ha caído el velo que mantenía a la población en un limbo irracional y casi inconsciente.
Seamos honestos con nosotros mismos. Lo hemos visto por sesenta años en Cuba y en Venezuela lo vemos a diario. El razonamiento sigue siendo el mismo y la pregunta capital que nos deberíamos hacer es, quién garantiza que se respetaría un fracaso en las elecciones del 2019. Está más que claro que no son ni la democracia, ni las elecciones lo que pretenden ganar. Es el poder absoluto lo que los mueve, y si para eso tienen que recurrir al fraude y a una subordinada y acomodada fuerza armada del país, créanme que no lo dudarán ni un minuto. Edificios ajenos donados, canonjías y bonos ocultos, no es solo para que los militares se cuelguen un collar de coca y naranjas al cuello. Tampoco para que oculten su uniforme bajo un poncho rojo. El TCP ha hecho que superemos de una vez por todas, la edad de la inocencia y la estupidez.
Es muy difícil mantener la cabeza fría en estas circunstancias. Sin embargo, es preciso hacerlo. Los movimientos deben ser calculados y los recursos optimizados. Solo razonamientos emergentes de la situación planteada, nos marcará el rumbo de ahora en adelante. Recurrir al Tribunal Internacional de Derechos Humanos y a cuanta instancia internacional se pueda, es lo primero que debemos hacer. El Voto Nulo del 3D, servirá para encauzar la frustración, será la válvula de escape a la repulsa, a tiempo de lograr contar con un argumento más -que nacional e internacionalmente-, establezca que tenemos muy claro que lo acá se está instalando, es un régimen totalitario.
Se vienen días difíciles en la que habrá que capear descarnadas campañas de estigmatización, persecuciones y judicialización de todo aquello que no esté pintado de azul. No queda espacio para la indiferencia y el temor. La alternativa, la diáspora de bolivianos que creerán no poder enfrentar las consecuencias de este certero y ladino golpe a la institucionalidad del país. Y no debe ser el pueblo boliviano que abandone su territorio. Son las políticas y la intencionalidad ajena, destructiva y vil, que deberá correrse. No hay lugar para jueces canallas, prensa abyecta o sociedad cómplice y timorata. Hay silencios dramáticos que no son sinónimos de aceptación de nada. Acá no caben ni narcotraficantes ni terroristas. Podrán seguir por un tiempo hipotecando el futuro de nuestros menores, pero el alma de Bolivia no está en oferta.
“Nos envejece más la cobardía que el tiempo. El tiempo sólo arruga la piel. El miedo arruga el alma” Facundo Cabral.