Medio: El Deber
Fecha de la publicación: domingo 02 de febrero de 2025
Categoría: Debate sobre las democracias
Subcategoría: Democracia representativa
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A medida que América Latina continúa siendo testigo de una creciente polarización política y de la consolidación de regímenes que resquebrajan los cimientos democráticos, Bolivia se encuentra en una encrucijada crucial. A diferencia de países como Cuba, Venezuela y Nicaragua, donde la oposición se ve sistemáticamente reprimida, silenciada o incluso perseguida, nuestro país todavía tiene la oportunidad de celebrar elecciones presidenciales con una oposición activa y libre, capaz de hacer campaña política y disputar el poder. Este escenario, aunque frágil, representa una oportunidad invaluable para consolidar la democracia y evitar que el país se adentre en el terreno de los prorroguismos autoritarios indefinidos que afectan a otros gobiernos latinoamericanos.
En el contexto político boliviano, donde las tensiones entre el oficialismo y la oposición se han intensificado, esta oportunidad se presenta como un salvavidas para quienes defienden una democracia plena, basada en la alternancia de poderes. A diferencia de los mencionados regímenes en la región, donde el liderazgo se perpetúa mediante el control de las instituciones, la manipulación de las leyes, las elecciones o la criminalización de la disidencia, Bolivia conserva un espacio vital para la competencia política, que, aunque a veces acotado y plagado de desafíos, permite el debate, la confrontación de ideas y el lugar para guardar algo de optimismo.
Los actores políticos de la oposición boliviana se encuentran ante una encrucijada histórica. La coyuntura actual podría ser la última oportunidad para lograr una alternancia en el gobierno, un cambio que podría evitar la prolongación de un liderazgo que, en muchos casos, ya ha mostrado signos de desgaste. Los partidos que cuestionan al gobierno de Luis Arce y al Movimiento al Socialismo (MAS) tienen, por lo tanto, la responsabilidad de capitalizar esta ventana de oportunidad, organizándose de manera estratégica y respetuosa con los principios democráticos, para ofrecer al electorado una alternativa real, sería, viable y convincente.
El desafío es monumental. La oposición boliviana debe superar las divisiones internas y articular una propuesta sólida que le permita superar el control político del oficialismo sobre las instituciones del Estado, que en muchas ocasiones han sido utilizadas para frenar el avance de sus rivales. La clave estará en la unidad, en el fortalecimiento de los mecanismos democráticos que permiten una competencia libre, el control del voto del ciudadano y en la consolidación de una agenda de reformas que respete la voluntad popular.
Por otro lado, el gobierno de Arce y el MAS también deben reconocer que el desafío democrático no se limita únicamente a las urnas. El respeto a la pluralidad, la independencia de los poderes del Estado y el ejercicio pleno de las libertades civiles son fundamentales para que Bolivia siga siendo un referente en la región en cuanto a estabilidad política y respeto a los derechos humanos. Un proceso electoral libre y justo no solo beneficiaría a la oposición, sino que fortalecería la democracia en su conjunto, garantizando la posibilidad de que la alternancia de poderes se convierta en una realidad tangible y no en un simple deseo de los sectores críticos al gobierno.
Es imperativo que los ciudadanos bolivianos, conscientes del valor que representa su derecho al voto y la libertad de elegir, participen activamente en este proceso electoral. La democracia no es un regalo que se recibe, sino un derecho que se conquista y se protege día a día. A través del voto, Bolivia tiene la oportunidad de evitar caer en las dinámicas autoritarias que asfixian a sus vecinos y, en su lugar, seguir siendo un faro de esperanza para aquellos que sueñan con un futuro donde las voces de todos, sin excepción, sean escuchadas y respetadas.
En este contexto, las elecciones presidenciales 2025 que se avecinan no son solo una oportunidad para elegir a un nuevo presidente, sino también una prueba crucial para la democracia boliviana y en pensar en un nuevo país. Una prueba que, de aprobarse, significaría un paso más hacia la consolidación de un sistema político plural, respetuoso de las libertades y que garantice la alternancia en el poder. Si Bolivia logra superar este desafío, podrá escribir un capítulo distinto al de países como Cuba, Venezuela y Nicaragua, donde la democracia parece ser una promesa incumplida. La democracia boliviana aún tiene una oportunidad más, y esa oportunidad no puede desaprovecharse.
¡Hay razón para el optimismo, la oportunidad está ante nosotros!