Medio: El País
Fecha de la publicación: miércoles 29 de agosto de 2018
Categoría: Institucional
Subcategoría: Tribunal Supremo Electoral (TSE)
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La carrera electoral ha comenzado. El Movimiento Al Socialismo (MAS) se ha sacado de la manga las primarias obligatorias para cualquier fórmula que quiera concurrir a las elecciones en 2019 y de repente, saber quién conformará tal o cual frente pasa a tener más relevancia que si Evo y Álvaro estarán o no estarán en la papeleta electoral. De hecho, por criterio noticioso, es la menos relevante, puesto que está confirmada desde hace muchos meses.
El proyecto de Ley se venía barajando desde hace muchos años, ya Juan Ramón Quintana, el otrora todopoderoso ministro de la Presidencia, lo delineó en 2013 dejando entrever la estrategia que se tomaría para una nueva elección de Morales, que no podría negarse a sus bases. Luego a alguien se le ocurrió lo del referéndum del 21 de Febrero. El resto de la historia es por demás conocida por usted, querido lector.
La cuestión es que el Tribunal Supremo Electoral (TSE) preparó un proyecto de Ley de Partidos por el que se le colaron las urgencias. Algunos pueden leer un descuido. Otros, un centro al área sin arquero para que el rodillo del oficialismo completara la jugada. A largo plazo, al MAS tal vez no le convenga tener ya definido el enemigo a batir en enero de 2019, más viendo como venía la mano entre los opositores, incapaces de llegar a un acuerdo y jugando su propia partida de póker en la que la inmensa mayoría juega a una segunda vuelta. A corto plazo, es evidente que la carrera electoral se adelanta todavía más de lo esperado y con eso, se acaba de opacar el estribillo del Bolivia Dijo No y la idea romántica de las plataformas ciudadanas, demasiado expuestas a la actualidad partidaria.
Cuidar al árbitro resulta esencial, y aunque se sigue advirtiendo cierta desconfianza, en los próximos meses se afrontarán momentos clave. De momento, el Tribunal Supremo Electoral se ha atrevido a criticar la Ley de Partidos y advertir de los problemas que podría generar, aunque evidentemente, haya concluido en que cumplirá la Ley, pues no le queda de otra. El lunes el vocal Antonio Costas elevó el tono para señalar, por primera vez, que los resultados del 21F son vinculantes y están vigentes. Para unos una represalia, para otros una escenificación, para otros, cuidar al árbitro.Tomando como ejemplo Venezuela, aunque no nos guste, la elección que Maduro le ganó a Capriles en 2013 por un puñado de votos fue permanentemente cuestionada porque el árbitro había perdido su credibilidad. Durante cuatro años la cantaleta de la ilegitimidad acompañó y deterioró el proceso en Venezuela hasta que decidió convocar una nueva elección el pasado mes de mayo. La oposición tomó malas decisiones y la discusión se cerró.En estas ha empezado a jugar su propia partida el Tribunal Supremo Electoral (TSE), quien de ninguna manera puede perder el capital de credibilidad atesorado luego de la administración de dos procesos tan complejos como el propio referéndum del 21 de febrero y las elecciones judiciales; ambos saldados con sonoras bofetadas al oficialismo. Entre eso y la rapidez y claridad en la entrega de datos con los nuevos sistemas implementados, el nuevo TSE ha logrado estabilizar una institución que venía de abrirse en canal luego de las tumultuosas elecciones de 2014 y 2015 en el que el oficialismo recibió varios reveses y se dieron situaciones particulares, como la de Chuquisaca o la de Tarija, que aceleró su relevo.
Es probable que veamos a un TSE plantar cara a las intenciones del MAS y que este acabe por recurrir al ya adolorido Tribunal Constitucional para conseguir su propósito. En cualquier caso, el debate electoral ya está vigente y el árbitro debe cuidarse las espaldas.