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Medio: ANF
Fecha de la publicación: martes 28 de agosto de 2018
Categoría: Debate sobre las democracias
Subcategoría: Democracia representativa
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Opinión
El objetivo de Evo Morales y el MAS es, de cualquier forma y a cualquier costa, la reproducción permanente del poder. Esto fue ratificado por el propio caudillo, a tiempo de celebrar el record histórico de permanencia en el poder, en el trópico de Cochabamba que, dicho sea de paso, se convirtió en único lugar donde el gobierno podría desarrollar sus actos oficiales sin perturbaciones, ante el creciente repudio y rechazo de dilatados segmentos de la población citadina.
Contenido
Esta última exclamación que “llegaron para siempre”,
ratifica aquellas primeras afirmaciones de que “no son inquilinos y
tampoco están de paso por el palacio”. Estas expresiones delatan la
intensión de que no cederán el poder, ni entregarán “el proceso de
cambio”. Los caminos, en ese sentido, se reducen a dos escenarios.
Podrían reproducirse en el poder a través de las urnas, en competencias
electorales, respetando las reglas básicas de la democracia, o, a través
de maniobras ilegales, anticonstitucionales y autoritarias.
Todo parece indicar que, al haber perdido legitimidad y hegemonía, en sentido gramasciano, el único camino viable para esas perversas intenciones es lo anticonstitucional e ilegal. Camino similar al de Maduro en Venezuela y Ortega en Nicaragua, a quienes, al no contar con legitimidad, solo les queda el camino autoritario. En el ocaso, los “socialismos del siglo XXI”, tienen muchas similitudes.
Sin embargo de estas analogías, el régimen de Morales, parece ser más fino en sus estrategias. Su mayoría calificada, es decir, los dos tercios en el Congreso, le ha otorgado muchísimas ventajas en términos de manipular las reglas de juego. Puede, aprovechando ese “poder estructural”, imponer sus propias reglas. En las leyes que ha diseñado, subrepticiamente, siempre hay algunos artículos, o un conjunto de ellos, que procuran garantizar la reproducción del poder. En la última reforma al código penal, que felizmente la movilización ciudadana neutralizo, había varias disposiciones dirigidas a ese objetivo.
En ese horizonte, el proyecto inicial de la Ley de Organizaciones Políticas enviado por el Tribunal Supremo Electoral (TSE), estratégicamente, fue modificado en la Cámara Baja. Esta modificación radica en el establecimiento de la elección de los binomios presidenciales a través de las primarias vinculantes para el 2019, cuando estaba fijada recién para 2024.
Más allá de consolidar la ilegal e inconstitucional habilitación de Morales para su cuarta postulación a través del mecanismo vinculante, subyace en esta modificación, la intensión de realizar las próximas elecciones del 2019 sin competencia real para garantizar un eventual triunfo, aun cuando con una esmirriada votación, frente a un electorado adverso.
Todo parece indicar que, al haber perdido legitimidad y hegemonía, en sentido gramasciano, el único camino viable para esas perversas intenciones es lo anticonstitucional e ilegal. Camino similar al de Maduro en Venezuela y Ortega en Nicaragua, a quienes, al no contar con legitimidad, solo les queda el camino autoritario. En el ocaso, los “socialismos del siglo XXI”, tienen muchas similitudes.
Sin embargo de estas analogías, el régimen de Morales, parece ser más fino en sus estrategias. Su mayoría calificada, es decir, los dos tercios en el Congreso, le ha otorgado muchísimas ventajas en términos de manipular las reglas de juego. Puede, aprovechando ese “poder estructural”, imponer sus propias reglas. En las leyes que ha diseñado, subrepticiamente, siempre hay algunos artículos, o un conjunto de ellos, que procuran garantizar la reproducción del poder. En la última reforma al código penal, que felizmente la movilización ciudadana neutralizo, había varias disposiciones dirigidas a ese objetivo.
En ese horizonte, el proyecto inicial de la Ley de Organizaciones Políticas enviado por el Tribunal Supremo Electoral (TSE), estratégicamente, fue modificado en la Cámara Baja. Esta modificación radica en el establecimiento de la elección de los binomios presidenciales a través de las primarias vinculantes para el 2019, cuando estaba fijada recién para 2024.
Más allá de consolidar la ilegal e inconstitucional habilitación de Morales para su cuarta postulación a través del mecanismo vinculante, subyace en esta modificación, la intensión de realizar las próximas elecciones del 2019 sin competencia real para garantizar un eventual triunfo, aun cuando con una esmirriada votación, frente a un electorado adverso.
La
cínica y sutil medida, básicamente, radica en la preclusión de los
tiempos. Con estos tiempos, si las primarias se realizarían en febrero,
los binomios tendrían que inscribirse 60 días antes, es decir, en
diciembre. Este tiempo fatal impediría, materialmente, la posibilidad de
que las fuerzas políticas puedan consolidar un solo bloque. Con esto
anularían el potencial peligro de ser derrotados en las urnas: enfrentar
a una oposición unida. Esta posibilidad estuviera neutralizada, además,
debido a que no se alcanzaría con el registro y la actualización de
militantes.
De
modo que, si se llevan a cabo como está programado, en las elecciones
del 2019 tendríamos al binomio Evo- Álvaro, frete a escasos
competidores, además, claro está, divididos. En esas condiciones
tendrían, aunque en ningún caso llegarían al 50% más uno, la posibilidad
de ganar con el voto que les queda, es decir, su voto duro, pues casi
dos tercios del electorado se ubica ahora en el espacio “antievista” y
“antimasista”.
Ahora, si todavía con esas condiciones ven en peligro su triunfo y como la intención es mantenerse en el poder, de cualquier forma y a cualquier costo, claro está que desarrollaran otras estrategias más autoritarias, cercanas a las que implementan Maduro y Ortega para no abandonar el poder.
Ahora, si todavía con esas condiciones ven en peligro su triunfo y como la intención es mantenerse en el poder, de cualquier forma y a cualquier costo, claro está que desarrollaran otras estrategias más autoritarias, cercanas a las que implementan Maduro y Ortega para no abandonar el poder.
Rolando Telleria A. es profesor de la carrera de Ciencias Políticas de la Universidad Mayor de San Simón.