Medio: BRÚJULA DIGITAL
Fecha de la publicación: martes 19 de noviembre de 2024
Categoría: Organizaciones Políticas
Subcategoría: Democracia interna y divergencias
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Evo Morales parece sufrir una derrota tras otra: primero una marcha sobre La Paz tuvo escaso apoyo en septiembre pasado; luego, en octubre, el bloqueo de caminos que organizó logró solamente colocarlo como un villano para el resto de los bolivianos, en primer lugar los que pertenecen a su propia base social. Tercero, una balacera de la cual fue víctima terminó siendo convertida en chacota por la mayoría de los usuarios de las redes sociales. Cuarto, las acusaciones de estupro cruzaron las fronteras y llegaron a Argentina, con lo que el tema por fin alcanzó notoriedad internacional; Quinto, el TCP emitió un fallo en el que ratifica la sentencia de inhabilitación de diciembre de 2023. Y finalmente, este jueves se supo que ese mismo tribunal le quitó la sigla partidaria, dándosela a su rival, el presidente Luis Arce.
Morales ya no es jefe del MAS, tras 27 años en ese cargo. Y con más de tres décadas ya sea como líder cocalero, parlamentario, presidente y jefe político, el país empieza a desembarazarse de él.
Con estas circunstancias, Morales está en una fase de pérdida acelerada de influencia que podría durar un lustro. Ya veremos si, a los 70 años de edad, pueda volver a tener algún liderazgo en las elecciones de 2030.
Arce y Evo en la lona
Esta crisis de Morales es la crisis del MAS y, paralelamente, la de Luis Arce, que tiene un grado de respaldo, dicen algunas encuestas, de 3% o menos. O sea que los dos lideres del partido están, en realidad, en la lona. Entre los dos, el que más apoyo popular tiene es Evo Morales, digamos con un tope de 20%, pero precisamente ya no puede ser candidato y no es jefe de ningún partido. Este ciclo del MAS, por lo menos en el mediano plazo, ha acabado.
Qué opciones tienen sus líderes de aquí en adelante: Morales podría intentar otro fallo del TCP una vez que se produzcan las elecciones judiciales (parciales) del próximo 15 de diciembre. Que tenga éxito en una revisión de ese fallo parece muy remoto. Y Arce está descartado como candidato, por su propia falta de liderazgo y la seria situación económica que vive el país.
Ha surgido entonces la idea de que Andrónico Rodríguez podría ser una especie de líder de unidad de las dos facciones masistas, pero para eso, el nuevo dueño de la sigla, Luis Arce, debería aceptarlo. Y Arce lo ve como un adversario, como una marioneta de Evo. Es muy improbable que Arce permita que sea Andrónico el sucesor masista, sabiendo que él, como sucesor de Evo, luego se “independizó”. Pero Andrónico no usa esa palabra, precisamente, sino directamente la de traidor. Desconfían uno del otro.
Si esto se cumple, Arce buscará otro candidato para lograr aunque sea una pequeña bancada y algo de protección futura: en ese escenario no se debería descartar al ministro Eduardo del Castillo como posible postulante. Se sabe que tiene reducido respaldo, pero en todo caso sería mayor al de su jefe. Y David Choquehuanca también es una opción posible. Andrónico, de la mano de Evo, tendrá que buscar otra sigla, ya que ha perdido la del MAS.
Estas son hipótesis, por supuesto, pero si se cumplieran implicaría que las dos alas del MAS, por separado, tendrían un máximo de 20%. Y si Andrónico lograra ser candidato único del MAS, obtendría ese mismo porcentaje, y no más. Hago esta afirmación porque cuando empiece la campaña, Andrónico será vulnerable a mucho ataques: “títere de Evo”; “la misma chola con otra pollera”, “socapador del estupro de su jefe”, “narcotraficante”, etc. Además, el tema central de la campaña será la economía, y Andrónico no tiene mayores luces en ese campo.
Voto castigo
Lo que prevalecerá en las elecciones de 2025, según mi criterio, es el voto castigo: 20 años de un solo partido en el poder es algo cuasi inédito en Bolivia. Habría que retrotraerse un siglo para ver un paralelo en las victorias del partido liberal. Ni siquiera los presidentes de la Revolución Nacional duraron tanto. Si la marca de las elecciones de 2025 es el voto castigo, entonces cualquier candidato masista tendrá dificultades para estar cerca siquiera de una segunda vuelta. Bolivia se ha quedado sin gas, sin mar, sin el Silala, sin dólares, sin gasolina.
Este ocaso del MAS, en realidad, debió darse en 2019-2020. Tras la renuncia y fuga de Morales tras 21 días de protestas masivas en todo el país, en 2020 no se pudo llamar a elecciones de manera inmediata como se espetaba. De haberse convocado en marzo de 2020, como estaba previsto, algún líder opositor hubiera vencido, digamos Carlos Mesa o Luis Fernando Camacho. Pero la primera pandemia en un siglo hizo que se pospusieran esos comicios y un gobierno transitorio insólitamente mediocre (casi, casi más mediocre no existe), permitieron el retorno del MAS, pero de manera artificial, gracias a las circunstancias. Ahora se está produciendo, cuatro años más tarde, lo que debió darse en el primer trimestre de 2020.
Opciones opositoras
El ocaso masista le abre las puertas a los candidatos opositores, que estuvieron en el desierto por dos décadas. Algunos han empezado a descollar en las encuestas y es posible que quienes se destacan más logren una posición espectable en esos comicios.
La posibilidad de que se designen uno o dos candidatos opositores fuertes puede darse “de arriba hacia abajo” es decir si los líderes de las fuerzas políticas principales hacen lo que se ha anunciado: avanzar hacia una candidatura única que surja de una encuesta de consenso entre ellos. Samuel Doria Medina mencionó que en ese preacuerdo están Carlos Mesa, Tuto Quiroga, Luis Fernando Camacho, Vicente Cuéllar y él mismo. Tuto y Cuellar desmintieron el acuerdo, pero han mantenido las conversaciones. Esos líderes están tratando de incorporar a otros más, como Rodrigo Paz y Amparo Ballivián. El arreglo alcanzado es más o menos así: en enero de 2025 se realizaría una encuesta y todos apoyarían al ganador de esta para las elecciones de agosto.
Este es un camino importante y responde a la idea de la ciudadanía de lograr la unidad opositora, aunque sea de ese grupo. Pero no responde a la otra demanda que se observa en las encuestas, que es la renovación. Esos líderes tienen carreras políticas ya de muchos años.
Un resultado que podría darse de ese acuerdo “de arriba para abajo” es que parte de la ciudadanía lo considere como algo sectario, elitista. En ese caso, parte del voto podría virar hacia otro de los candidatos que destaca en las encuestas, el alcalde de Cochabamba, Manfred Reyes Villa. Podría quizás intentar jugar, por lo menos parcialmente, a ser un “outsider”. O por lo menos “outsider” de ese grupo mencionado.
Pero hay otros verdaderos “outsiders” en liza, en especial Chi Hyun Chung, que ya tuvo un interesante resultado en 2019 (aunque cayó en el 20). Chi tiene dos aspectos que lo favorecen: su calidad de líder metodista en un país en los que las iglesias cristianas tienen cada vez más seguidores; dos, es de origen coreano, un país destacado por su desarrollo y su soft power: el K pop, las telenovelas y el cine coreanos son muy populares en el país.
Si esa es la manera de resolver el tema de “arriba para abajo”, podría haber también otra, “de abajo hacia arriba”, es decir que sean los propios electores, mediante el seguimiento a las encuestas, los que apuntalen a un determinado candidato. Allí podría dilucidarse, además, si ese heterogéneo, pero también esforzado grupo de precandidatos de derecha, algunos de tinte libertario, tienen chances reales. Incluso se ha anunciado que se distribuirá una App entre la población para que sean los ciudadanos los que respalden a uno u otro.
El MAS sin opciones
Como sea, mi previsión es que el MAS no podrá reproducirse en el poder, con lo que el país tiene un esperanza ahora de recuperar sus instituciones, fortalecer la democracia, intentar luchar a favor del medioambiente y, sobre todo, reconducir el descalabro económico al que nos ha llevado el tándem Evo-Lucho.
Ese gobierno, de todos modos, tendrá enormes desafíos y deberá trabajar con la paciencia de un relojero y, a la vez, boxear con la plasticidad de Sugar Ray Leonard. Si hay un antecedente en el que se hizo exactamente lo contrario fue el fallido gobierno de Jeanine Añez.
Los desafíos principales y obvios son cómo resolver los dos principales temas económicos: el subsidio a los hidrocarburos y la presencia de un dólar paralelo. Y junto con ello está la política: cualquier paso en falso implicará el fortalecimiento de los sectores populistas de izquierda: por ejemplo, las estúpidas políticas que buscaban la “coca cero” en los años 90 y 2000 solo dañaron la economía y encumbraron a Evo Morales en el poder. Repetir experiencias como esas sería penoso. Pero hay más: ¿qué hacer con los mineros cooperativistas del oro, que dañan nuestros ríos y selvas?; ¿con los colonizadores y su alianza con agroindustriales y ganaderos, que generan una brutal deforestación?; ¿con las mafias del contrabando?; ¿y hasta dónde es bueno solo hacer la vista gorda con el narcotráfico? Son retos de magnitud.
Sin embargo, antes de todo ello, esos grupos opositores deben reconocer el país en su pluralidad y diversidad regional y sobre todo étnica. No se puede simplemente intentar ganar votos sin hacer esfuerzos genuinos por sintonizar con sectores indígenas y populares. Con todo, se puede mirar el futuro inmediato con optimismo.
Raúl Peñaranda, periodista. Texto tomado del suplemento Péndulo Político, que circula junto a Correo del Sur y El Potosí.