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Medio: LA PRENSA
Fecha de la publicación: lunes 18 de noviembre de 2024
Categoría: Debate sobre las democracias
Subcategoría: Democracia representativa
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La historia de los partidos políticos de izquierda en Bolivia está marcada por un recorrido complejo, influenciado por eventos históricos, movimientos sociales y transformaciones ideológicas. Desde la Revolución de 1952 hasta la llegada del Movimiento al Socialismo (MAS) al poder con Evo Morales en 2006, los partidos de izquierda evolucionaron, enfrentaron retos y, eventualmente, redefinieron el panorama político del país. A continuación, exploro cómo se desarrollaron estos procesos, las razones detrás del triunfo del MAS y las dificultades que encontraron para mantener su fuerza en el gobierno.
La Revolución de 1952, liderada por el Movimiento Nacionalista Revolucionario (MNR), marcó un hito en la historia boliviana al instaurar reformas profundas: la nacionalización de las minas, una reforma agraria y la universalización del voto. Aunque el MNR tenía componentes de izquierda en sus políticas y retóricas, no se consolidó como un partido socialista. El movimiento, en cambio, adoptó un modelo de capitalismo de Estado, inspirado en el PRI mexicano, que buscaba controlar a los sectores populares mediante un sistema corporativista.
La Central Obrera Boliviana (COB), que surgió como un actor clave durante la Revolución, se convirtió en un poder semiautónomo que buscaba influir en el gobierno desde una posición independiente. Sin embargo, la falta de cohesión en las políticas del MNR y la oposición a sus medidas por parte de los sectores más conservadores resultaron en su caída tras un golpe militar en 1964.
Entre 1964 y 1982, Bolivia vivió una serie de gobiernos militares autoritarios que suprimieron las libertades políticas e intentaron contener la influencia de los movimientos de izquierda. Durante este período, el Movimiento de Izquierda Revolucionaria (MIR), fundado en 1971 y liderado por Jaime Paz Zamora, surgió como un actor relevante. El MIR se posicionó como una fuerza política que, aunque de izquierda, buscaba integrar ideas de democracia y participación ciudadana en un contexto de represión y resistencia.
El retorno a la democracia en 1982 significó un nuevo desafío para los partidos de izquierda, que se enfrentaron a una crisis ideológica y estructural debido al colapso del socialismo soviético y la adopción de políticas neoliberales en la región. Este contexto empujó a la izquierda boliviana a repensar sus estrategias y sus vínculos con los movimientos sociales emergentes, como los sindicatos y las organizaciones indígenas.
El Movimiento al Socialismo (MAS), adquirido muy acertadamente por dirigentes de organizaciones sociales, a finales de los años 90 y encabezado por Evo Morales, se consolidó como una plataforma política que canalizaba las demandas de los sectores rurales, indígenas y sindicales. A diferencia de los partidos de izquierda tradicionales, el MAS se construyó desde abajo, integrando las voces de los cocaleros y comunidades indígenas marginadas. Su discurso antiimperialista y promesas de cambio resonaron en un país agotado por las políticas neoliberales que habían exacerbado la desigualdad y la pobreza.
En 2006, Evo Morales asumió la presidencia, marcando el inicio de un gobierno que implementó políticas redistributivas y nacionalizó sectores clave de la economía, incluyendo el gas y el petróleo. Estas acciones lograron reducir los niveles de pobreza y dar mayor visibilidad y derechos a las comunidades indígenas, consolidando al MAS como una fuerza política predominante.
El éxito del MAS se debió a varios factores. En primer lugar, la capacidad de Evo Morales para articular las demandas de diversos movimientos sociales y convertirlas en políticas de Estado le dio un amplio apoyo popular. En segundo lugar, su retórica inclusiva y anticolonialista se conectó profundamente con la identidad indígena de gran parte de la población. Además, el contexto de crisis económica y descontento con los partidos tradicionales facilitó su ascenso.
Sin embargo, el MAS se enfrentó a desafíos significativos para mantener su hegemonía. A medida que avanzaba su gobierno, surgieron críticas sobre la concentración de poder en la figura de Evo Morales , fue el inicio del despilfarro de los recursos, quizás ese fue el punto de quiebra de un movimiento que encontró en sus manos el instrumento de transformación estructural de Bolivia hacia el desarrollo, pero la ignorancia de Morales en esos temas y el haberse rodeado de políticos cuales buitres rodean la carroña terminaron por llevar al MAS y al “proceso de cambio” a navegar por aguas turbulentas de las cuales no pudo salir hasta hoy, provocando inefablemente el debilitamiento de las instituciones democráticas. La insistencia en la reelección indefinida, especialmente tras el referéndum de 2016 en el que la población votó en contra de permitirle otro mandato, provocó tensiones y acusaciones de autoritarismo.
La polarización política aumentó y los movimientos sociales que alguna vez apoyaron al MAS comenzaron a distanciarse, alegando un alejamiento de las promesas iniciales de inclusión y respeto por la autonomía indígena. La crisis política de 2019, que culminó con la renuncia de Morales tras denuncias de fraude electoral, marcó un punto de inflexión en la historia del partido y reflejó las dificultades del MAS para adaptarse a nuevas dinámicas sin perder su esencia.
La historia de los partidos de izquierda en Bolivia desde la Revolución de 1952 hasta la llegada al poder del MAS y su posterior declive es un testimonio de los desafíos de articular un proyecto político que equilibra ideales transformadores con las exigencias de gobernabilidad y democracia. Aunque el MAS logró cambios significativos, su dificultad para mantener la cohesión y enfrentar las críticas internas y externas demuestra que el liderazgo en contextos complejos requiere más que popularidad y retórica: necesita una renovación constante de sus cuadros, principios y prácticas para seguir siendo relevante.
Pero en toda esta historia del Poder y la Caída porque no encontramos en frente una organización política fuerte, planteamientos programáticos solidos y coherentes y nuevos liderazgos de derecha, ¿aunque sean extremos o moderados?, dejarán pasar el tren de la historia viendo de manera pasiva desde las aceras, pasar el cadáver de la izquierda en hombros de las masas sin otra aspiración que solamente ganar las próximas elecciones. La izquierda está muriendo y la derecha no está a la altura de las circunstancias.