Medio: Página Siete
Fecha de la publicación: domingo 26 de agosto de 2018
Categoría: Consulta previa
Subcategoría: Consultas megaproyectos
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La depredación ambiental no es el principal problema sino sólo un dispositivo más del conjunto de las políticas radicalmente extractivistas promovidas por el gobierno del presidente Evo y que tienen una muy íntima relación con la minería, los hidrocarburos, la energía y la agroindustria. Y es precisamente acerca de estas problemáticas, intensificadas durante el pasado año, que hoy conversamos con uno de los más importantes dirigentes del movimiento indígena contemporáneo: Alex Villca Limaco (cfr. “El guardián del Madidi y la Amazonia”, Página Siete, 3 noviembre 2016).
Problemática socio-ambiental generada por las políticas del gobierno del presidente Evo
Lo que hemos visto, principalmente durante el último año, es un grave endurecimiento de las políticas extractivas. Sólo en el tema energético se nos está planteando convertirnos en el corazón energético de Sudamérica.
Para ello se nos habla de inversiones cuantiosas, estamos hablando de cerca de 25.000 millones de dólares a partir de la construcción de 23 mega hidroeléctricas en Bolivia hasta el 2025 (Cfr. “Bolivia invertirá $us 25.400 millones hasta 2025 para construcción de 21 hidroeléctricas”, La Razón Digital, 12 septiembre 2016). 25.000 a 30.000 millones de dólares es una cifra realmente exorbitante, que no cabe ni siquiera en nuestra mente de cuánto dinero puede ser eso.
Si vemos puntualmente, sólo dentro de este tema energético, un proyecto en específico, como es el del Chepete Bala, estamos hablando de una cifra bastante grande, siete mil millones de dólares, como una cifra inicial. Se advierte pues “un alto endeudamiento económico, probablemente con China, para la construcción del proyecto hidroeléctrico El Bala-Chepete de más de 7 mil millones de dólares, con un alto costo socio-ambiental para las comunidades afectadas de la Amazonia y sin un mercado asegurado para la energía eléctrica” (Los Tiempos, 13 febrero 2017).
Hay que estar conscientes además de que ésta es sólo una cifra inicial que puede fácilmente duplicarse o triplicarse, como bien nos muestran varias otras experiencias de construcción de hidroeléctricas.
Es el caso por ejemplo de la represa hidroeléctrica de Itaipú. Ahí se dijo que iba a costar 36.000 millones de dólares y ya va costando 60.000 millones de dólares y recién se va a terminar de pagar el año 2023.
Así, haciendo mención a las cifras que se pretende invertir, sólo en un rubro, de una posibilidad económica, que es la generación de energía, cuánto podemos hacer los bolivianos, con 25.000 millones de dólares, o incluso cuánto podemos hacer con 7.000 millones de dólares, que se quieren invertir en las hidroeléctricas en el Madidi y el Pilón Lajas.
Ahí tenemos que pensar y hacer un balance: ¿es interesante?, ¿es factible?, ¿tiene sentido?, ¿vale la pena hacer estas inversiones? Vender energía que se produzca a partir de las hidroeléctricas a los países vecinos, ¿es un proyecto que nos va a beneficiar?, ¿va a ser rentable para los bolivianos?, o al contrario ¿esto va a traer un conjunto de efectos negativos?
Aquí tenemos que preguntarnos y hacer no sólo un análisis a nivel local, es decir no sólo vernos como Bolivia, para ver cuáles son nuestras posibilidades económicas, sino también ubicarnos en el contexto de la región, en Sudamérica, y además en el mundo, porque ¿cuáles son las tendencias energéticas que tienen mayor aspiración (futuro) en el mundo? Entendemos que, en su momento, las hidroeléctricas han sido un boom, pero ese momento ya ha pasado.
Hoy estamos hablando de inversiones en ciertos sectores estratégicos, que ya no están válidas en el presente, porque ahora las tendencias están encaminándose hacia otro tipo de energías: limpias, alternativas y renovables.
Tejiendo resistencias desde y a partir de las luchas de los pueblos indígenas
Actualmente el pueblo boliviano está en una movilización paulatina y mostrando gradualmente su descontento, tales como en el mayoritario voto nulo (el 3D) y los multitudinarios levantamientos por el 21F. Y es que los bolivianos no estamos de acuerdo en seguir apostando a una lógica desarrollista que -por cinco siglos- no ha funcionado en nuestro país.
Las manifestaciones y expresiones de descontento ya se han ido viendo también en ciertas marchas (como las del Bolivia dijo NO), en ciertas movilizaciones (como la de las pueblos del TIPNIS), en ciertas concentraciones (como la del 21 de agosto), donde se le está diciendo al gobierno de Evo Morales que no estamos de acuerdo con esta forma de administrar el país.
Creemos que el camino para mejorar las condiciones de vida de los bolivianos es otro, es la vía hacia el respeto, la sostenibilidad, la sustentabilidad y el empoderamiento de los pueblos y las comunidades. Y no a convertirnos en un país meramente exportador de materias primas, con un gobierno paternalista (asistencialista), al que los bolivianos tengamos que tenderle siempre la mano.
Creemos que eso tiene que terminar y los bolivianos tenemos que emprender otra ruta, otro camino, donde realmente exista consistencia, certeza, en lo que estamos haciendo, y que eso se traduzca en un bienestar social de los pueblos y también de las ciudades.
Así pues hoy nos corresponde fortalecer las luchas de los pueblos y comunidades indígenas en y por la preservación del agua, el territorio y la vida.