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Medio: El País
Fecha de la publicación: domingo 20 de octubre de 2024
Categoría: Institucional
Subcategoría: Tribunal Supremo Electoral (TSE)
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Luis Fernando Camacho asumió el liderazgo de una protesta contra el resultado electoral comunicado por el TSE en octubre de 2019 que daba como ganador a Evo Morales; inició en Santa Cruz y culminó en La Paz. Era el presidente Cívico de Santa Cruz.
Marco Antonio Pumari venía sosteniendo una protesta en Potosí contra el contrato de litio adjudicado a un consorcio alemán desde mucho antes de las elecciones y no dudó en sumarse a las sinergias llegadas desde el oriente. Era el presidente cívico de Potosí.
Jeanine Áñez era una senadora del Beni que apuraba sus últimos días de servicio en Trinidad porque los Demócratas de Rubén Costas no la habían considerado, hasta que el 10 de noviembre de 2019 fue convocada a La Paz al ser la opción más coherente con la Constitución para asumir la presidencia dejada por Evo Morales.
Todo esto tuvo un origen: la disputa electoral de 2019 en la que una oposición ultra dividida y con varios actores distractivos logró poner contra las cuerdas al Movimiento Al Socialismo (MAS). Santa Cruz le dio la espalda a “su candidato” natural y votó masivamente por Carlos Mesa, lo que le permitió superar el 35% de los votos y desde ahí, amenazar la distancia de diez puntos que le permitían al MAS ganar en primera vuelta. Su distancia era de 7 puntos cuando quedaba menos del 20% de los votos por transmitir y el TSE decidió apagar la máquina. 24 horas después la distancia ya era del 10% “necesario”.
El lunes Carlos Mesa voló a Santa Cruz, pues su entonces joven y desconocido presidente cívico ya había anunciado una suerte de desobediencia civil si ganaba la candidatura “ilegal” de Evo Morales, contra la Constitución y contra los resultados del referéndum, de 2016. Mesa fue el primero en clamar contra los resultados y denunciar fraude, aunque pronto le flojeó la estrategia: su plan pasaba por que el MAS autorizara una segunda vuelta y para ello apeló a la OEA y reunió a todos los partidos tradicionales y los tradicionales cívicos cabreados con el MAS.
Lo de la OEA aún le fue bien, aunque operativamente complejo. Mesa clamó desde el balcón “a la cárcel o a la presidencia” y dos días después accedió a dejar el protagonismo de la protesta a Camacho. Una semana después ya había comprendido que la cosa era sacar a Evo y no ponerlo a él. Para el 10 de noviembre apenas era uno más en la multitud, pero al día siguiente estaba en la mesa de la UCB negociando los siguientes pasos a dar. Camacho quería un gobierno “de notables”, Mesa apostaba por apegarse a la Constitución y de allí salió la idea de colocar a la segunda vicepresidenta del senado por “vacío de poder”. Le dio su chapa.
Esta semana Camacho, Pumari y Áñez compartían banquillo entre charlas animadas ante un tribunal que no reconocen y en un caso que consideran armado políticamente, pues el propio Evo Morales y el exministro de Justicia, Iván Lima, así lo han reconocido, y por eso se hace aún más evidente la ausencia de Carlos Mesa entre los imputados.
La gestión de Jeanine Áñez resultó desastrosa en todos los términos: a los tres meses ya había votado a las fichas de Camacho del gabinete y preparaba su campaña, donde Carlos Mesa se convirtió en el blanco de sus críticas. Mesa también fue candidato pues consideró que fue a él a quien le robaron la elección, pero esta vez no se acercó a sus números porque Santa Cruz sí votó a su candidato, Luis Fernando Camacho, que en realidad tenía en mente un plan soberanista para Santa Cruz en el que él sería gobernador, pero necesitaba una bancada fuerte.
Áñez no logró ni siquiera completar la campaña, el MAS recuperó el poder y Mesa se convirtió en el “jefe de la oposición” mientras que Camacho completó su jugada a la perfección, aunque su bancada no tardó en dar muestras de vaciamiento. Pumari fue el primero en caer, Áñez pudo ser candidata a la Gobernación del Beni pero fue apresada antes de que se celebrara la segunda vuelta, en la que no participaba, y Camacho fue extirpado de Santa Cruz en una operación hollywoodiense calculada al milímetro para que Santa Cruz no reaccionara.
Mesa también fue llamado a declarar ante el Ministerio Público. Y hasta hoy.