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Medio: La Razón
Fecha de la publicación: lunes 07 de octubre de 2024
Categoría: Organizaciones Políticas
Subcategoría: Otros
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Dentro del Movimiento Al Socialismo (MAS), a pesar de la supuesta tregua posmarcha, las trifulcas están in crescendo. Aquella marcha, liderizada por el expresidente de Bolivia Evo Morales, hacia la sede de gobierno supuso el despliegue de uno de sus recursos de poder del evismo: la movilización social; en los hechos, demostró una fuerte convocatoria de organizaciones sociales y campesinas/indígenas allegadas al liderazgo del exmandatario.
La grandilocuencia con la que inició esta marcha aderezada con amenazas, poco a poco se diluyó, sin antes zanjar un enfrentamiento en Ventilla. Las demandas de la marcha por “salvar a Bolivia” fueron variando en su agenda de reivindicaciones. Al fin y al cabo, la marcha quedó en cuarto intermedio, y con la advertencia de un bloqueo de caminos que también fue suspendido.
Mientras, muchos analistas suponían que existía un puente de negociación entre ambas facciones enfrentadas: el “evismo” y el “luchismo”. El entonces ministro de Justicia, Iván Lima, renunció a su cargo con otra advertencia de efectivizar, “desde el llano”, procesos legales y jurídicos contra el expresidente de Bolivia. En rigor, en los últimos días, Bolivia estupefacta fue testigo de las denuncias por el delito de trata y tráfico de personas y estupro contra Evo Morales. Finalmente, el expresidente, ante estas denuncias, amenazó a Luis Arce con “tumbar su gobierno”.
Más allá de las altisonancias discursivas de los actores en pugna, la “ch’ampa guerra” en el MAS está gobernada por la lógica amigo/enemigo. Esta lógica busca aniquilar al “otro”. Esta táctica maximalista apunta al “todo o nada” para que, al final, como parte del botín de guerra, quedarse con la sigla del partido y, aún más, con la candidatura presidencial del MAS para los venideros comicios del año 2025.
Este aniquilamiento interno en el MAS no solamente está desportillando la imagen de los actores involucrados en la querella, sino está poniendo en vilo al mismo proyecto político. Debemos recordar que ese proyecto enarbolado por el bloque nacional-popular sirvió para una profunda transformación social y estatal con el propósito de ensanchar la justicia social y achicar la desigualdad social.
Esta disputa de unos contra los otros inclusive llegó a dividir a las organizaciones sociales con el afán de incorporar aliados a su causa particular; inclusive, esa disputa está exenta de un debate ideológico para sumergirse en el pantano de los intereses personales. La agudización de esa “lógica de guerra” está llevando al descalabro inclusive el propio Estado Plurinacional. No debemos olvidar que la constitucionalización del Estado Plurinacional fue correlato de una lucha de los sectores sociales y, especialmente, indígenas/campesinos en lo que, a inicios del siglo XXI, se denominó el ciclo de protestas.
No obstante, los actores en la ch’ampa guerra interna del MAS están ofuscados por el poder, que están perdiendo de vista el proyecto político del bloque nacional-popular, que hoy existe una incertidumbre por el devenir de este proyecto político.
En rigor, el proyecto político del bloque nacional-popular está en peligro. Lo sucedido en el interregno autoritario del gobierno de Jeanine Añez, entre 2019 y 2020, develó que cuando los sectores reaccionarios asumen el control estatal, sus primeras acciones están orientadas a la reconstitución del orden oligárquico y eso significó, entre otras cosas, persecución, e inclusive, con masacres. Entonces, esas trifulcas dentro del partido oficialista para apoderarse con la sigla del MAS están provocando un desgaste político notorio.