Medio: La Razón
Fecha de la publicación: sábado 05 de octubre de 2024
Categoría: Procesos electorales
Subcategoría: Elecciones nacionales
Dirección Web: Visitar Sitio Web
Lead
Contenido
La azarosa vida política boliviana es tan intensa que lo «eterno» dura dos décadas, como máximo. Los conservadores, los liberales, el nacionalismo militar pos-Chaco, el nacionalismo revolucionario del MNR, la seguidilla de gobiernos militares, el neoliberalismo (el único que alcanzó los 20 años) y, finalmente, el estatismo del proceso de cambio y el Estado plurinacional, no pudieron escapar de este sino histórico. ¿Qué nos hace tan intensos, complicados e inestables? Sin duda, una historia marcada por el colonialismo violento y racista de tres siglos y una república que en casi dos siglos apenas logró armonizar el mosaico cultural que somos y la vasta geografía que ocupamos. A eso se suma el mestizaje que nos habita y que, antes de ser un instrumento de integración, es solo un mecanismo de autonegación para el ascenso social y el blanqueamiento.
Hoy, iniciada la campaña electoral, no necesitamos ley de convocatoria; con una fecha nos contentamos. «Entramos» con la marcha del MAS evista «para salvar Bolivia» y la respuesta gubernamental del MAS arcista con procesos judiciales centrados en Evo Morales y su entorno inmediato. Hasta aquí, nada especial, aunque con penosas consecuencias sobre la crisis política y económica por la que transitamos, crisis que esta disputa política agrava frontalmente.
Investigación
La novedad es que, en medio del fuego político cruzado, hay una investigación fiscal (en Tarija) centrada en la vidriosa relación del poder con el ejercicio machista de la sexualidad, algo que viene de años atrás y que, con la complicidad de muchos, se naturalizó tanto que el propio expresidente lo comentaba coloquialmente. Lo grave es que el hecho involucra al que fue el más alto mandatario del Estado —de un proceso social y político ejemplarmente inclusivo— en una trama escabrosa, porque involucra a una adolescente en un delito combatido por convenios internacionales y por una ley boliviana drástica como la 348, que fue aprobada en defensa de la mujer y para luchar contra la cultura machista y patriarcal dominante que naturaliza el abuso sexual. Para agravar el ilícito, todos los hechos conocidos indican el uso de las ventajas del poder y el tráfico de influencias, lo cual hace cómplice a la institucionalidad pública para garantizar la impunidad. De por medio, aunque solo para reconfirmar, está la tragedia de una justicia corroída hasta el tuétano, con operadores de un lado y del otro que hacen del hecho un objeto de transacción y favores, doblegando y desnaturalizando a tal extremo que lastiman los sentimientos sociales básicos.
La cuestión de la sexualidad en sociedades y culturas con un pasado colonial como el nuestro, donde la violación fue parte cotidiana del dominio colonial y la puerta ancha del mestizaje, es un tema delicado. Que ahora sea el centro del debate político toca una fibra que cruza nuestro ser nacional. Es cochabambina, pero aplicable al país entero, la expresión: «cuidado con sacudir el árbol genealógico, que caerá más de una pollera», en referencia al machismo y la violencia que han marcado muchas vidas, si no a la sociedad entera.
Relevancia política
No podemos pasar por alto un hecho de tanta relevancia política y cultural, ya que nos alerta de un profundo deterioro ético y del abandono de principios sociales básicos que el Estado y sus autoridades deben practicar para sostener un orden político con legitimidad y respeto, sin los cuales no hay futuro democrático. Por ello, lo primero es rechazar el cinismo de intentar desvirtuar el hecho por cualquier error procedimental o, peor aún, tacharlo de persecución política sin un ápice de reflexión o autocrítica. Es obvio que detrás de la mayoría de las denuncias y el escándalo hay una clara y calculada intencionalidad política. Se hace referencia a un expresidente, a un líder político. Sí, por supuesto.
Pero, ¿eso borra o anula lo execrable del hecho? Vale el mismo razonamiento para los tantos hipócritas que ahora se rasgan las vestiduras, olvidando que, de una u otra manera, callaron sabiendo o mirando hacia otro lado porque lo contrario era impensable. Esto es lo grave. Esto es lo que debe hacernos reflexionar y preocuparnos como colectividad política y social: hubo y hay una complicidad enorme que cubrió años y que nos impide ver la dimensión de una crisis ética de la política, donde están los políticos, y de la cultura boliviana, donde estamos todos.
Elecciones 2025
Hay que prepararse para unas elecciones generales complicadas, difíciles y azarosas y, lo más llamativo, sin un pronóstico que pueda calcularse a partir de bloques, candidatos o votos. ¿Por qué tanta incertidumbre y sentimientos encontrados? Primero, porque decimos cualquier cosa: que la marcha no llega a La Paz, y llegó; que no pasa por El Alto, y pasó; que es un golpe, y no pasó de la Cervecería; que es la marcha más grande de la historia, y no lo fue; que la oposición tendrá un candidato único, y ya hay una docena de precandidatos, etc. Segundo, discutimos si una persona está habilitada como candidato o no, cuando ni siquiera hay una ley de convocatoria. Lo mínimo que necesitamos para discutir el tema es que se inscriban los candidatos y que el Tribunal Supremo Electoral los acepte o los rechace, y entonces que los especialistas nos ilustren respecto a la opinión consultiva de la CIDH, la Sentencia Constitucional 1010/2023, el artículo 168 de nuestra Constitución, etcétera. Pero no antes; no tiene sentido.
Hay un exceso verbal —adjetivos, insultos, denuncias y alambicadas explicaciones— que no corresponden a ideas, intereses ni a programas o propuestas políticas que, en tiempos electorales, aunque sean adelantados, es lo que deberíamos estar escuchando. Esto es muy sintomático: nuestra política es un páramo de ideas y pésimos actores que, en sus limitaciones, buscan sustituirlas con denuncias, careos, juicios penales y unos alardes de moralidad revolucionaria que parecen salidos de un monasterio. En fin, es tal la crisis política y de ideas que no tenemos nada que debatir, salvo el calibre de los insultos y la cantidad de denuncias penales. Detrás de estos espectáculos de oratoria y grandilocuencia no hay una sola idea para construir el país, remontar la crisis y corregir dos siglos de historia. Qué penoso será el espectáculo, tanto que hasta el periodista de desgracias Fernando del Rincón (CNN) se sumó de inmediato.
Desafíos
¿Y qué de los temas de fondo? El próximo año, cuando conmemoremos nuestro Bicentenario, ¿lo haremos en medio de una humareda horrorosa que casi cubre el país y la tragedia humana, forestal y animal de los bosques orientales? Ahora sabemos que estos incendios son provocados deliberadamente para expandir la frontera agrícola, en la cual los empresarios agropecuarios son los principales responsables. También sabemos que los traficantes de tierras se ceban en las tierras fiscales y que nada de esto sería posible sin leyes y la complicidad de las autoridades sectoriales de bosques y tierras. Es igualmente urgente y dramático un acuerdo nacional para equilibrar y sincerar la economía, con un mejor acceso a dólares, control de precios y una tregua que nos devuelva un mínimo de certidumbre y paz, tanto para la transición política inminente como para el mediano plazo, cuando el próximo gobierno necesitará reorganizar la política y la economía. No podemos seguir subvencionando los carburantes, no solo porque hay que importarlos a precios cada vez mayores, sino, sobre todo, porque han inducido al uso masivo del transporte privado, multiplicando por cinco en algo más de dos décadas el parque automotor, y con la grave consecuencia colateral de desincentivar el desarrollo de transporte público masivo y limpio.
En fin, a nuestras penurias y graves preocupaciones hemos agregado ese «destape» que nos desnuda y nos deja temblando, porque eso también somos. Hay que agarrarse y aguantar, tanto por la crisis política, económica e institucional que tomará años remontar, como por el agitado y convulso tiempo electoral que nos espera. Esperemos que no sea violento. Es tiempo de reafirmar que la consigna básica de la democracia es confiar en que los votos —la manifestación política ciudadana (17 de agosto de 2025)— sabrán decidir el gobierno y los representantes que inicien el Tricentenario del país que es nuestro y lo único que tenemos.