Medio: La Razón
Fecha de la publicación: domingo 06 de octubre de 2024
Categoría: Procesos electorales
Subcategoría: Elecciones nacionales
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Elecciones 2025, entre el pasado y el futuro
En un momento altamente sensible para la política boliviana,
donde las líneas divisorias entre distintos sectores sociales parecen
disolverse, pero a la vez profundizarse, la voz experta de Julio Córdova ofrece
una perspectiva esclarecedora sobre la evolución de la disputa por el poder en
el país. A través de un análisis detallado de las tendencias electorales y las
dinámicas sociales, Córdova desentraña los complejos clivajes que vienen
modelando la política boliviana en las últimas décadas.
Julio Córdova es sociólogo y dirige la consultora Diagnosis,
una reconocida firma dedicada a la investigación sobre desarrollo social y
opinión pública. En la entrevista, el experto aborda temas fundamentales como
la repolarización de la sociedad boliviana, la emergencia de nuevos liderazgos
dentro del Movimiento al Socialismo (MAS), y los desafíos que enfrenta la
oposición en un escenario político en constante cambio. Examina cómo las
divisiones históricas entre clases sociales y grupos étnicos continúan influyendo
en las preferencias políticas, al tiempo que destaca la importancia de entender
las aspiraciones de una clase baja ascendente que está redefiniendo el paisaje
electoral.
Con una mirada aguda hacia el futuro, esta conversación no
solo ofrece un diagnóstico del presente político boliviano, sino que también
proyecta posibles escenarios hacia las elecciones de 2025. La perspectiva de
Córdova ilumina las complejidades de una sociedad en transición, donde los
viejos paradigmas políticos se enfrentan a nuevas realidades sociales y
económicas, planteando desafíos tanto para el oficialismo como para la
oposición en su búsqueda por conectar con un electorado cada vez más diverso y
exigente.
Polarización y repolarización
Según Córdova, Bolivia está experimentando un proceso de
repolarización que tiene sus raíces en clivajes estructurales históricos.
«Partimos inicialmente de un proceso de polarización hasta el 2008, hasta el
referéndum revocatorio», explica el experto. Este período inicial de
polarización fue seguido por una etapa de hegemonía del Movimiento al
Socialismo (MAS), que se extendió aproximadamente desde 2008 hasta 2014.
Durante este tiempo, el MAS logró consolidar un apoyo electoral cercano al 60%
del electorado, mientras que la oposición se mantenía en torno al 35%.
Sin embargo, esta hegemonía comenzó a declinar a partir de
2014, coincidiendo con el fin del boom económico ligado a la exportación de
gas. Córdova señala que «esto ocurre porque a partir de ese año los indicadores
económicos de la bonanza ligada a la exportación del gas comienzan a descender,
y algunos sectores que antes votaban por el MAS dejaron de hacerlo».
Este declive se hizo evidente en el referéndum de 2016,
donde el apoyo al gobierno cayó por debajo del 50%. A partir de ese momento,
Bolivia entró en una nueva etapa de repolarización, caracterizada por dos
campos electorales de aproximadamente igual peso. «Un campo de más o menos el
45% que apoya a la oposición, constituido sobre todo por personas de clases
medias, principalmente en el oriente, aunque también en el occidente. El otro
campo, de también el mismo peso electoral de más o menos el 45%, está constituido
por personas de clases bajas, principalmente en occidente, que apoyan al MAS»,
detalla Córdova.
Clivajes
Esta nueva configuración política no solo refleja divisiones
socioeconómicas, sino que también está profundamente arraigada en diferencias
étnico-culturales. Córdova subraya la importancia de entender estos clivajes:
«El país en este momento está organizando sus percepciones públicas y sus
intenciones electorales en función de dos clivajes estructurales en nuestro
país. El primer clivaje es el que venimos mencionando: por un lado, clases
medias; por el otro lado, sectores populares. Este clivaje, estas rupturas,
están ligadas no solamente con temas socioeconómicos, sino también con temas
étnico-culturales».
El segundo clivaje identificado por Córdova es el regional,
que divide al país entre el occidente y el oriente. Sin embargo, el analista
sostiene que este clivaje regional está, en cierta medida, subordinado al
primero. «Nuestra hipótesis en Diagnosis es que este segundo clivaje de tipo
regional, oriente-occidente, de alguna manera está condicionado al primer
clivaje de las diferencias socioeconómicas y étnico-culturales».
Esta interpretación se basa en la observación de que las
estrategias electorales que han privilegiado el discurso de la división entre
ricos y pobres, o entre indígenas y no indígenas, han tenido históricamente
mayor éxito que aquellas que se han centrado en las diferencias regionales.
Córdova cita como ejemplos el binomio de Gonzalo Sánchez de Lozada con Víctor
Hugo Cárdenas en 2002, y el de Evo Morales con Álvaro García Linera, que
lograron mayor resonancia electoral al enfocarse en el primer clivaje.
Oriente
Un aspecto particularmente interesante del análisis de
Córdova es su observación sobre la situación en el oriente boliviano,
específicamente en Santa Cruz. «En oriente tenemos la característica básica de
que los sectores populares todavía no han tenido una emergencia política y
electoral propia, como sí sucedió en Occidente», señala. Esta falta de una
expresión política autónoma de los sectores populares en el oriente podría
estar contribuyendo a mantener la relevancia del clivaje regional.
No obstante, Córdova plantea una hipótesis provocadora. «Si
es que los sectores populares de la media luna empiezan a tener esta emergencia
electoral, política, ideológica, de una manera más autónoma respecto de las
élites del oriente, probablemente el clivaje oriente-occidente tienda a
diluirse, esta fractura histórica entre élites criollo-mestizas y toda una masa
popular con identidades más cholas, más indígenas, que ha tenido su propia
trayectoria a lo largo de nuestra historia».
Esta observación subraya la complejidad de las dinámicas
políticas en Bolivia, donde las identidades regionales, étnicas y de clase se
entrelazan de maneras a menudo impredecibles. El análisis del sociólogo sugiere
que, a medida que los sectores populares del oriente desarrollen una voz
política más distintiva, podrían emerger nuevas alianzas y configuraciones
políticas que trasciendan las divisiones regionales tradicionales.
La repolarización actual del escenario político boliviano se
refleja en la dispersión del apoyo electoral tanto en el campo opositor como en
el oficialista. En el lado de la oposición, Córdova observa una fragmentación
del apoyo entre varios candidatos que no superan el 10% de intención de voto,
como Reyes Villa en el occidente, Vicente Cuellar en el oriente, y Carlos Mesa,
aunque este último se encuentra más debilitado.
Oficialismo
En el campo del MAS, la situación no es menos compleja.
Córdova identifica una dispersión del apoyo entre el presidente Luis Arce, cuya
intención de voto ronda el 15% con tendencia a la baja, Evo Morales, cuyo apoyo
se ha estancado en torno al 9% a 10%, y el emergente liderazgo de Andrónico
Rodríguez, que ya está igualando en apoyo a Morales.
A pesar de esta dispersión, Córdova subraya que la suma de
las intenciones de voto en cada campo mantiene un equilibrio. «Si se suman
todas estas intenciones de voto en cada campo, igual tenemos una especie de
empate: 45% para los candidatos de la oposición y 45% para los candidatos del
MAS». Esta situación de empate técnico sugiere que, por el momento, ninguno de
los dos campos parece tener una ventaja clara de cara a las próximas
elecciones.
El análisis de Córdova ofrece una visión matizada y profunda
de la compleja realidad política boliviana. Su enfoque en los clivajes
estructurales y en la evolución de las preferencias electorales proporciona un
marco valioso para entender las dinámicas actuales y anticipar posibles
desarrollos futuros.
Liderazgos
El panorama descrito por Córdova plantea desafíos
significativos tanto para el oficialismo como para la oposición. La capacidad
de los líderes políticos para navegar estos clivajes estructurales, articular
visiones inclusivas que trasciendan las divisiones históricas, y responder a
las aspiraciones cambiantes de una sociedad en transformación, será
determinante en la configuración del futuro político de Bolivia.
El análisis de Julio Córdova sobre la evolución del apoyo al
MAS revela una compleja dinámica de cambio social y político en Bolivia. Según
el experto, los gobiernos de Evo Morales propiciaron un proceso de
estratificación interna en el mundo popular, generando lo que algunos denominan
«nuevas clases medias».
Córdova prefiere describir este fenómeno como un «ascenso de
algunos sectores de clases bajas», señalando que «no han llegado a ser clases
medias por los niveles de consumo, pero definitivamente han mejorado sus
condiciones económicas». Este cambio se refleja principalmente en un aumento
del consumo, más que en modificaciones sustanciales de la infraestructura
productiva.
«Varios miles y tal vez millones de bolivianos han dejado
los niveles de pobreza extrema y han mejorado su situación», explica Córdova,
basándose en datos de Naciones Unidas. Esta mejora económica ha tenido un
impacto significativo en las aspiraciones y comportamientos políticos de estos
sectores.
Cambios
Un factor medular en esta transformación es la educación.
Córdova destaca que «varios de sus hijos han ingresado a la universidad y han
empezado a dejar de lado esta tradición corporativa, sindical, colectivista de
los sectores más pobres». Esta nueva «clase baja ascendente» ha comenzado a
adoptar estrategias más individuales de ascenso social, distanciándose del
corporativismo tradicional que caracterizaba su apoyo al MAS.
Este cambio tiene implicaciones directas en las preferencias
electorales. Córdova señala que «esta clase baja ascendente es la que ha dejado
de apoyar electoralmente al MAS a partir del 2014». La figura de Evo Morales,
que representa «el mundo sindical, el mundo luchador», ya no resuena con las
aspiraciones de este sector emergente.
Pugna interna
En su lugar, figuras como Luis Arce y Andrónico Rodríguez
han ganado terreno. Arce, según Córdova, «ya no es el rudo líder sindical, sino
es el profesional que de alguna manera representa estas aspiraciones de esta
clase baja ascendente». Por su parte, Andrónico simboliza «el hijo de la
familia campesina que ha logrado entrar a la universidad y que gracias a sus
estudios ha tenido cierto éxito en el ámbito político».
Córdova advierte que la idea de que Evo Morales pueda
recuperar masivamente el apoyo de quienes votaron por el MAS entre 2008 y 2014
es «un discurso equivocado». En su lugar, pronostica que estos sectores «van a
apostar por alguna figura que refleje sus aspiraciones de ascenso social
individual y no corporativo a través de la educación».
Esta transformación cuestiona las nociones acostumbradas
tanto dentro del MAS como de la oposición. Los líderes tradicionales de la
oposición, asociados con las élites, difícilmente podrán captar el apoyo de
esta clase baja ascendente. Córdova afirma que «difícilmente estos sectores de
clase baja van a apoyar a candidatos como Vicente Cuellar, como Camacho, como
Mesa, Doria Medina, menos como Tuto Quiroga, porque son de la élite para
ellos».
Oposiciones
El análisis de Julio Córdova sobre la evolución del campo
opositor en Bolivia revela una compleja dinámica de cambio y adaptación frente
a un escenario político en constante transformación. Las elecciones de 2020
consolidaron dos grandes fuerzas opositoras: Comunidad Ciudadana y Creemos, con
la primera ocupando una posición de mayor peso dentro de la oposición. Si
embargo, las cosas vienen evolucionando rápidamente desde entonces.
Córdova destaca que las clases medias, que representan
alrededor del 40% de la población boliviana, han sido históricamente el bastión
de la oposición al MAS. «Lo que hemos visto en todos los gobiernos de Evo
Morales es que las clases medias votaron consistentemente por la oposición»,
señala el analista. Este patrón se ha mantenido a lo largo de los años, con dos
expresiones principales de la oposición en cada elección: una mayoritaria y
otra más pequeña pero significativa.
Con todo, Córdova identifica un cambio importante en la
dinámica opositora. «Durante los años de gobierno del MAS, las clases medias se
alimentaron de un antimasismo militante, votando más en rechazo al MAS que por
un proyecto alternativo claro. Pero, esta postura antimasista parece estar
agotándose en los últimos años».
Antimasismo
Este agotamiento del discurso antimasista plantea nuevos
desafíos para los líderes opositores tradicionales. Córdova advierte que «los
líderes de las clases medias se han quedado congelados en el tiempo,
manteniendo un discurso altamente antimasista que ya no responde a las
necesidades actuales de este sector». Figuras como Carlos Mesa, Luis Fernando
Camacho y otros continúan con un discurso de rechazo al MAS, mientras que las
clases medias están buscando un liderazgo que ofrezca propuestas concretas para
el futuro.
En este contexto, Córdova destaca el surgimiento del alcalde
de Cochabamba como un líder que parece haber comprendido mejor las nuevas
demandas del electorado. «Manfred Reyes Villa está buscando llegar a las clases
bajas ascendentes, especialmente a través de figuras como Eva Copa, lo que le
permitiría ampliar su base electoral más allá de las clases medias», señala el
analista. Este enfoque pragmático y centrado en resultados podría dar a Reyes
Villa una ventaja sobre otros líderes opositores que siguen anclados en el
discurso antimasista.
Otras oposiciones
Córdova también aborda el surgimiento de grupos que se
presentan como outsiders, particularmente del lado libertario. «No les auguro
mucho éxito porque no entienden el mundo popular». El experto subraya la
importancia de comprender dos grandes eventos en la historia política de
Bolivia: la integración del mundo campesino-popular a través de las reformas
del MNR en 1952, y el ingreso masivo del mundo indígena, campesino y popular
urbano al padrón electoral logrado por Evo Morales.
«En las elecciones de 2009, el padrón electoral dio un salto
significativo, pasando de 4 millones a casi 7 millones de votantes. Esto no fue
fraude, como algunos sostienen, sino un reflejo del ingreso de nuevos sectores
a la política boliviana», explica Córdova. Este nuevo actor político-electoral,
surgido con el MAS, es fundamental para entender el escenario actual.
El análisis de Córdova subraya que cualquier opción
opositora que aspire al éxito electoral debe necesariamente dialogar con las
demandas históricas de este nuevo sujeto político-electoral. «Los líderes
liberal-libertarios no entienden a este nuevo actor político y, por lo tanto,
no tienen ninguna oportunidad de ser relevantes ni para las clases populares ni
para las clases medias», afirma.
Córdova afirma que el panorama político boliviano se encuentra en un punto de inflexión. La oposición enfrenta el desafío de superar el discurso antimasista y ofrecer un proyecto alternativo que conecte tanto con las clases medias como con los sectores populares emergentes. El éxito electoral futuro, según el análisis del sociólogo, dependerá de la capacidad de los líderes para comprender y abordar las complejas dinámicas sociales y políticas que han transformado el electorado boliviano en las últimas décadas.