Medio: Opinión
Fecha de la publicación: domingo 29 de septiembre de 2024
Categoría: Debate sobre las democracias
Subcategoría: Democracia representativa
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Todo humano debe equiparse de sensatez o razón (polisemia en los diccionarios) que es una cualidad interior que debe adquirir progresivamente; nadie nace con sensatez, sin ella no hay hombre, empero, un hombre sin sensatez permanece hombre. Schopenhauer expresaba cáusticamente “hombre sin masa cerebral no puede ser sensato”, infiriendo que muchos humanos no utilizan esa excelsa parte de nuestra anatomía para pensar.
Oscar Wilde, pronunciado crítico, defendía: “La sensatez embellece nuestra naturaleza humana y nos diferencia de las otras cosas, accionando sobre nuestras actitudes, como correlato con la responsabilidad”.
Inmanuel Kant nos legó al respecto, en sus dos colosales obras de ética “La crítica de la razón pura” y “La crítica de la razón práctica”, la afirmación que la sensatez es la última piedra de prueba para encontrar la verdad, la idea del Bien. La sensatez, también por el mismo filósofo, es un imperativo categórico porque proviene de la moral y tiene validez para todos los seres racionales; por lo tanto los que pretenden ser líderes en un pueblo deben conocer la intensidad que representa la sensatez, como un imperativo categórico, que es un deber de, frente a la población.
Los imperativos categóricos son mandatos específicamente morales, que obligan de una forma universal e incondicionada; son el deber absoluto sin nada a cambio, y los políticos que no entienden este mandato siempre quieren algo a cambio, entonces, emana la corrupción, acción que desestructura moralmente al ser humano de por vida; independiente que la vía judicial queda expedita, temprano o tarde, pero llega.
¿Por qué la sensatez o la razón pueden convertirse en una tortura? porque un ser humano que aplica la sensatez en todos sus actos, peor si es político, no puede instigar, prometer prebendas para obtener su ilegal fin, menos implementar acciones de hecho, contra la libre transitabilidad y la integridad física de la población.
La sensatez y la racionalidad tienen correlato íntimo con el lenguaje; cuando mejor expresemos y escribamos nuestros pensamientos, tanto mejor seremos comprendidos, porque si no hubiera lenguaje no hubiere sensatez ni racionalidad. Así, ser sensato y razonable, específicamente para un político, que tiene poder, y para un simple ciudadano, significa o prescribe que reprime los deseos impropios, sentimientos de codicia o bajos instintos, apartados del Bien.
En los imperativos categóricos, la voluntad no está considerando el fin de la acción, sino la acción misma, por ejemplo la rebelión o la sedición, que extrañamente fue retirado del código penal vigente. Los ejemplos más puros de un comportamiento ideal y armónico, han pasado a la historia, como nos guía Kant, en singular hacia la persona, y expresa diáfanamente el filósofo “Haz a los demás de tal modo que desearas que fuera una ley universal”.
Cuando no se cumplen estos mandatos morales en las acciones políticas, el autor que vive de la política, se contamina fácilmente y corrompe su espíritu honesto, dejando sin reprimir los sentimientos reprochables e ilícitos que se incardinan en la tipología de los códigos jurídicos respectivos, para su obligada penalización.