Medio: La Razón
Fecha de la publicación: sábado 21 de septiembre de 2024
Categoría: Organizaciones Políticas
Subcategoría: Democracia interna y divergencias
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Las valoraciones acerca del rendimiento del gobierno de Luis Arce son una cosa y la crisis que ha quebrado al MAS-IPSP es otra, pensarán algunos, cuando en realidad las posibilidades de conducir una gestión presidencial medianamente fluida pasan ineludiblemente por la gobernabilidad, condición indispensable con la que Evo Morales estuvo al mando del país durante casi 14 años, gozando primero de mayoría parlamentaria y al final, incluso, con dos tercios del voto de la Asamblea Legislativa Plurinacional.
A estas alturas hay que decirlo de manera clara y concisa: Evo Morales nunca creyó en el triunfo de Luis Arce en las urnas. Impuso su candidatura porque argumentaba que era el momento de la clase media y por ello había que desplazar a lo indígena originario campesino a un segundo plano en el binomio. A partir de una investigación a cargo de este periodista, la conclusión, confirmada por varias voces es que Morales calculaba que el ganador sería Carlos Mesa, que el MAS pasaría a la oposición y se dedicaría a sembrar el camino hacia las elecciones de 2025.
Los candidatos a la presidencia y a la vicepresidencia de las organizaciones sociales, información de dominio público, eran David Choquehuanca y Andrónico Rodríguez, pero como Evo odia con toda el alma al Jilata, porque entre otra cosas alguien lo inflamó contándole que es “agente de los gringos”, forcejeó hasta imponerse al Pacto de Unidad que se vio en la durísima tarea de convencer a las organizaciones y a sus bases que esta era la salida para garantizar la unidad, imprescindible requisito en la búsqueda del triunfo para las elecciones que finalmente se realizaron el 18 de octubre de 2020. En aras de no quebrar al “Instrumento”, Choquehuanca se bajó de la candidatura presidencial por decisión propia y de esa manera el temporal amainaba y se podía comenzar a encarar la campaña con “Arce Presidente” y el “vamos a salir adelante”.
Nunca Evo Morales aceptó que el MAS podía continuar su camino en la construcción de su llamado Proceso de Cambio con alternancia interna y continuidad programática. Pensó siempre —sigue pensando— que después de Evo Morales solamente existe Evo Morales, lo que nos lleva a pensar que el oriundo de Orinoca se convirtió en la entidad humana en la que se concentraba el Estado, con todo lo que eso significa en términos estalinistas de utilización del poder y de decisiones para el funcionamiento del país.
Cuando Arce Catacora ganó las elecciones con un rotundo 55.10 por ciento, Evo seguramente quedó bien sentado en la primera silla que encontró, que por supuesto ya no era la presidencial, para intentar reaccionar ante un resultado que para él era impensado. A esas alturas, ya había inventado el Conalcam para sustituir al Pacto de Unidad y privilegiar a un entorno de ministros a los que consolidó como su círculo íntimo en su exilio en Buenos Aires, sobre todo a partir del momento en que las organizaciones le dijeron que no querían saber de ninguno de sus colaboradores, “de García Linera para abajo”, es decir, comenzando por el exvicepresidente.
“Esos exministros son más leales que ustedes”, les dijo Evo Morales a dirigentes del Pacto de Unidad con lo que quedaba sellada en términos prácticos una ruptura entre el expresidente y esas organizaciones que con el nombre de Instrumento Político para la Soberanía de los Pueblos (IPSP) dio lugar al surgimiento del Movimiento al Socialismo (MAS).
No es cierto que en principio Luis Arce comenzó sometiéndose a las directivas de Evo. Desde los inicios mismo de la campaña electoral se advirtieron diferencias y quedó claro que Evo era el jefe de campaña desde Buenos Aires y Arce el candidato que tenía el derecho de tomar algunas decisiones estratégicas en tanto era él quien asumía el desafío de por lo menos igualar o superar los números que había logrado Evo en anteriores elecciones. Dicho y hecho, Lucho pulverizó las previsiones de encuestas que decían que partía con una base del 20 por ciento del voto duro: Logró el 55.1, superando el 53.7 logrado por Evo en su primera elección de 2005.
En ese trayecto Evo tenía que decidir si le sumaba el acompañar al gobierno de Lucho como jefe del partido experimentado expresidente, o era mejor desmarcarse precisamente para sacarle rédito a esa ruptura y proyectar su candidatura hacia las elecciones de 2025. Las decisiones están a la vista, y a estas alturas del resquebrajamiento del MAS-IPSP, Evo pasó efectivamente a la oposición, pero no de Carlos Mesa, sino de su mismísimo exministro de Economía y Finanzas Públicas.
Así llegamos, luego de muchísimos encontrones, congresos frustrados y no reconocidos, incumplimiento con las obligaciones ante el Tribunal Supremo Electoral y una feroz campaña opositora para socavar al gobierno de Arce, que Evo está otra vez en la carretera en marcha, parece que caminando poco y viajando cómodamente en una 4 por 4 con vidrios polarizados, dice que para “salvar a Bolivia”, lo que traducido a sus expectativas y agenda significa alcanzar nuevamente la candidatura presidencial pase lo que pase, cueste lo que cueste.