Medio: El País
Fecha de la publicación: domingo 01 de septiembre de 2024
Categoría: Procesos electorales
Subcategoría: Elecciones nacionales
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Después de meses de mezclas, operaciones estratégicas, asonadas más o menos discretas, pulsos soterrados y alguna que otra cooperación interesada, estas últimas semanas la oposición se ha envuelto en una especie de primera fase de un proceso físico para empezar a tomar posiciones. Negadas las primarias, optaron por la decantación.
El proceso de decantación es de los más sencillos en el laboratorio: los dos o más líquidos se dejan en reposo en un embudo para que de acuerdo a sus componentes, se vayan ordenando en base a su densidad y así, poder ir separando en grupos. Hasta hace poco era sencillo y aunque unos y otros solían huir de los moldes ideológicos insistiendo en que lo importante era “resolver los problemas de la gente”, lo cierto es que de un lado quedaba Tuto Quiroga con sus ideas liberales patrocinadas por esas fundaciones de ·”la libertad” que creen en la “mano invisible del mercado para “resolver los problemas de la gente” y del otro los que planteaban “resolver los problemas de la gente” interviniendo en la economía y en otras facetas de la vida a través del Estado. Carlos Mesa, Samuel Doria Medina, los Demócratas de Rubén Costas, los Sin Miedo y por descontado los restos de miristas, adenistas o emenerristas auténticos que aún quedan se alineaban ahí aunque con diferentes grados de intensidad, lo que provocaba una suerte de segunda decantación o la disposición de otros procesos, como el centrifugado, para separar por “purezas” a estos: socialdemócratas, democristianos y algún que otro neofalangista podían dividirse en uno o varios frentes opositores al MAS bajo una premisa fundamental: ellos lo harían mejor que el MAS.
El escenario actual ha cambiado. La irrupción de Javier Milei en Argentina y la multiplicación de aduladores en las redes sociales está provocando que se adapten muchos de sus mensajes sobre la economía a la realidad política nacional, y aunque muchos no encajan, la fortaleza de las redes hace que los mismos políticos en busca de notoriedad los repliquen.
El asunto tiene trampa para el proceso de decantación, pues a menudo los mismos que reclaman por el “excesivo tamaño del Estado” promueven después medidas intervencionistas o con rol principal del Estado en su aplicación. También claman por multas, sanciones o regulaciones.
Intervencionistas
La oposición tradicional, esencialmente intervencionista que trata de diferenciarse del MAS con la promesa de respetar la democracia y hablan de “meritocracia” como subterfugio, se han comprado el relato de la austeridad y la privatización y esconden cualquier medida de ajuste fiscal por los ingresos, pero no aclaran cómo conseguirían dólares ni en que consistiría la “seguridad jurídica” que proclaman.
En ese bloque se ubican Samuel Doria Medina – que aún no ha confirmado que será candidato -, Carlos Mesa o alguien de su entorno más cercano como las senadoras Andreas Barrientos o Cecilia Requena, la candidatura del MIR alrededor de Vicente Cuéllar y los Demócratas de Rubén Costas a la espera de qué rol juegue Vladimir Peña. De una u otra manera, si no quieren recaer en errores del pasado, las cuatro fuerzas están condenadas a entenderse.
Libertarios
En el bloque libertario, que bebe de los éxitos de Javier Milei combinada con la ola reaccionaria en Europa y sobre todo, de Donald Trump, aunque su estrategia esté en apuros, hay dos nombres primigenios: Uno es Tuto Quiroga, que lleva una vida entera ahí, y el otro es Antonio Saravia, que llegó hace unos meses de Estados Unidos empeñado en armar un partido netamente liberal. Saravia ya se lanzó al ataque contra Tuto por la hegemonía del espacio, pero apenas crece.
En esta línea libertaria – reaccionaria, si tal cosa puede escribirse, también se afilian los resucitados como el ADN y también parecen buscar sitio agrupaciones como el Búnker de Virginio Lema y Agustín Zambrana, que en sus años en las ondas han afilado críticas coyunturales con propuestas de todas las corrientes ideológicas, al igual que en 2019 cuando Lema fue candidato por el MNR con un programa ininteligible que sumó un 0,69% de los votos.
El Búnker ha dado algunos pasos para forjar una “unidad” que de momento va quedando monstruito con Amparo Ballivián y Carlos Borth entre los aliados.
Sin sitio para Manfred ni para el MNR
Hasta aquí la técnica de la decantación podía dejar más o menos definidos los bloques, pero hay dos sujetos que no acaban de encajar: Manfred Reyes Villa y el MNR.
El alcalde de Cochabamba, político de larga data y con peso muy específico entre el 2000 y el 2010, se ha pasado la legislatura negando sus intenciones de ser candidato pese a que el inmenso aparato propagandístico que le acompañaba evidenciaba lo contrario. En las últimas semanas ya ha convenido aceptar la realidad y se ha puesto en carrera, sin embargo, quiere diferenciarse de lo que considera la “oposición tradicional” y de otras etiquetas. No quiere aliados y su bloque duro – derecha militarista - le permite aparecer en los primeros puestos de las encuestas. Que tiene plan, tiene.
El otro “huérfano” es el MNR. El partido nonagenario es historia viva del país y capaz de acomodarse a cualquier corriente; fue el primer nacionalista, trajo el neoliberalismo con Sánchez de Lozada, y ahora, donde gobierna, lo hace con mano redistributiva y apelando a la justicia social. Esta flexibilidad le permite no tener urgencias por colocarse en uno u otro lado, sino más bien esperar a que se despeje el camino. Además, tiene íntimos enemigos en su bloque “natural”: una buena parte del partido no perdona a Carlos Mesa por su rol en 2003 y la otra, a Samuel Doria Medina por su espantada en 2014, cuando rompió el Frente Amplio para correr a los brazos de los Demócratas. Así, el partido que más veces ha cambiado de dirección puede esta vez volver a ser clave.