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Medio: El Deber
Fecha de la publicación: martes 27 de agosto de 2024
Categoría: Procesos electorales
Subcategoría: Elecciones nacionales
Dirección Web: Visitar Sitio Web
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Contenido
Hay
descontento y críticas al actual Gobierno por la crisis económica que agobia al
país, pero que eso no deje tranquila a la oposición, que parece estar ausente
de la realidad, en la que se limita a ser reactiva y se sube al tren de los
cuestionamientos. Muchas voces retumban, pero no dejan avizorar alternativa al
Movimiento Al Socialismo.
A menos de un año de las elecciones nacionales, suman y
siguen apareciendo políticos que aspiran a tener el poder, pero son tantos que
solo hacen prever que el voto de los descontentos con el MAS se va a
fragmentar, porque hasta aquí no hay una opción real y alternativa.
La historia de los últimos 15 años muestra que la
oposición está debilitada. Por un lado, estuvo la cooptación total del poder de
parte del MAS, a costa de debilitar la institucionalidad nacional. Por otro,
está la anomia de la oposición. Los líderes de este lado se sumaron al discurso
contrario a la democracia pactada y hasta siguieron el relato de que la
posibilidad de dialogar y negociar estaba reñida con la gobernabilidad, en la
lógica de que para ejercer el poder se precisaba la arrolladora fuerza de los
levantamanos que siguen consignas.
Fue tan fuerte este modelo (impuesto por el oficialismo) que las consecuencias
se ven con claridad en la Asamblea Legislativa, donde ha sido casi una utopía
que las representaciones políticas se sienten a conversar y buscar acuerdos en
medio de las lógicas y necesarias diferencias. En contrapartida, se validó y
hasta aspiró a que los curules estén ocupados por obedientes y sumisos
parlamentarios que solo decían sí a lo que deseaba el gobernante Evo Morales.
Como Luis Arce no gozaba de esa abrumadora mayoría, lejos
de alentar los acuerdos, el MAS se dividió y puso a los asambleístas en una
situación de debilidad extrema, sobrepasados por el Tribunal Constitucional
que, con sus fallos funcionales al poder, le dio oxígeno al actual Gobierno.
En este momento hay más de una decena de precandidatos
opositores a la Presidencia. Muchos tienen planteamientos similares entre sí,
algunos se han reunido para hacer fuerza común, pero en general no parecen
estar trabajando por el bien del país, sino en función de sus propias
ambiciones. Es por eso que todos, sin excepción, dicen que Bolivia necesita un
proyecto, pero a la hora de plantear opciones, esperan que todos estén
alineados alrededor de sí mismos.
Cometen y cometen el error de presentarse fragmentados a los procesos
electorales y así van perdiendo la oportunidad de ejercer el poder para
gobernar con todo lo que ello significa.
La consecuencia es que el ciudadano ve que la política
está desprestigiada y se cansa de todos a la vez, porque no ve una opción clara
frente al modelo económico y proyecto de país que ofrece el MAS, que también
está desportillado en su propuesta.
Este es el peor momento para Bolivia, después de décadas de bonanza económica.
La estabilidad política ha dañado la democracia desde finales del siglo pasado.
Entonces, Bolivia necesita una alternativa clara de estabilidad social,
económica y política. Solo podrá darla aquel o aquellos que trabajen de verdad
por el bien del país y dejando a un lado la ambición partidaria, sectorial y
personal.
Queda muy poco tiempo para trabajar y seducir al
electorado. Lo que no se sabe es si hay algún candidato que esté a la altura
del desafío.