Medio: La Razón
Fecha de la publicación: miércoles 21 de agosto de 2024
Categoría: Representación Política
Subcategoría: Escaños
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Cuando se plantea el debate sobre los escaños, nos concentramos en la Cámara de Diputados y sobre todo en la cantidad de representantes que serán asignados a los departamentos, pues esto debe sujetarse a los cambios demográficos detectados por los censos. Casi no hay discusión sobre los escaños en la Cámara de Senadores. Como se trata de representación territorial y no poblacional, la cantidad de senadores que corresponde a cada departamento es igual: cuatro.
Una vez determinado el número, la ley establece el método más adecuado para la asignación política en correspondencia, obviamente, a la votación ciudadana en las elecciones. Este debate también se ha concentrado más en Diputados que en el Senado, lo que ha llevado a que esta cámara sea poco representativa y haya perdido la jerarquía que alguna vez tuvo.
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Desde la primera Constitución se planteó que la Cámara de Senadores estuviera compuesta por personas de mayor experiencia, y por eso la edad mínima fue siempre mayor a la que se exigía en Diputados (o tribunos, como se los llamó a comienzos de la República). Posteriormente, cuando se fijó en tres el número de senadores por departamento, se decidió que se asignaran dos a la mayoría y uno a la primera minoría, lo cual permitió incorporar la voz de ésta en las deliberaciones de una cámara que tendía más a la moderación que la otra. La cautela es también necesaria para tratar los temas que corresponden a una cámara que debe estar más preocupada por cuestiones de Estado que de gestión.
Esto desapareció desde que entró en vigencia la actual Constitución, en 2009. Se aumentó a cuatro por departamento el número de senadores, y se asignan los escaños en forma directamente proporcional al voto partidario, lo que terminó por disolver la representación de la minoría, agudizando aún más la politización sectaria en esta cámara, como lo destacó el exdiputado Roberto Moscoso en Dialogos al Café.
Podría subirse su jerarquía incluso en los marcos de la actual Constitución si se cambiara en la ley electoral la forma de elección: retornar a la asignación de dos a la mayoría y uno a la primera minoría, y elegir a la cuarta persona por sorteo entre los ciudadanos mayores de 55 años entre el electorado del departamento. El cuarto escaño podría, incluso, ser rotativo anualmente.
Además de generar un mayor equilibrio político de mayorías y minorías, el cuarto escaño refrescaría la representación ciudadana llevando a esa cámara ideas y experiencias nuevas, y permitiendo el surgimiento de nuevos liderazgos.
El sorteo daría a todos los ciudadanos la misma probabilidad de servir al país desde el Senado, generando mejores expectativas y compromisos con la democracia. Y no tiene nada de nuevo. En los albores de la democracia el sorteo fue utilizado en Atenas para elegir algunos servidores públicos, y ha sido empleado con cierta frecuencia en Europa. La Constitución de Dinamarca, por ejemplo, fue escrita en 1848 por representantes elegidos por sorteo, un método que se usó mucho en Italia, Francia y Alemania. Incluso en la actualidad, se emplea el sorteo para escoger jurados, que deben deliberar y razonar incluso sobre la aplicación de la ley, la vida y la muerte de otras personas. Las experiencias avalan la relevancia y eficacia de este método.
El resultado de este método nos permitiría tener un Senado con presencia de mayorías y minorías, y con presencia de ciudadanos de base, con experiencia de vida y compromiso con el país. La composición política posiblemente no cambie, dado que la probabilidad de que se escoja a una persona de un partido es igual al respaldo popular que ese partido tiene en el departamento en cuestión. Podrá ser militante o tener una ideología, pero es posible que actúe y decida con criterio propio, pues no le deberá a nadie el cargo. Solo será el cuarto escaño, o la cuarta parte del Senado, pero levantará mucho la jerarquía de esa cámara.