Medio: La Razón
Fecha de la publicación: lunes 19 de agosto de 2024
Categoría: Debate sobre las democracias
Subcategoría: Democracia representativa
Dirección Web: Visitar Sitio Web
Lead
Contenido
La no reelección en México fue la bandera de varios levantamientos armados desde 1867, para exterminar caudillos y dictadores como Antonio López de Santa Anna, quien se reeligió 11 veces, y de quien les conté en la columna pasada. Lo de sufragio efectivo, porque fue hasta después de la Revolución Mexicana (1910) que las elecciones fueron limpias y hubo respeto al voto popular.
Bajo este apotegma pervive la democracia mexicana desde esos años hasta la fecha. Y desde esos tiempos, la gobernanza se basa más en los proyectos de nación que en los presidentes de turno. Desde 1910 no hay en estas tierras líderes imprescindibles, dirigentes insustituibles ni salvadores de la patria que se reelijan “porque el pueblo lo pide”. Terminan sus seis años y se van. Si hicieron bien su trabajo, votarán por el partido que los impulsó, y si no, votarán por otro.
Lea: Su Alteza serenísima
El último presidente mexicano que se creyó insustituible fue Porfirio Díaz, un militar que peleó precisamente por la no reelección y en contra de López de Santa Anna, pero acabó imitándolo. Se quedó 34 años en el gobierno, hasta que lo echó del país la revolución de 1910 encabezada por Francisco I. Madero, que ondeó definitivamente la bandera de sufragio efectivo, no reelección.
Terminada la revolución, los jefes de la revuelta acordaron formar un partido que no solo diera cabida a cada una de las facciones, para acabar con las pugnas, sino que diera estabilidad al país. De esta forma, establecieron el primer proyecto de nación que no fue otro que el de concretar los ideales del levantamiento armado: paz, justicia social y reparto agrario, entre otros. Así, en 1929 nació el Partido Nacional Revolucionario, que en 1946 se convirtió en el Partido Revolucionario Institucional (PRI) que gobernó México 71 años consecutivamente.
Como no había reelección, pronto se dieron cuenta de que, para mantener el poder, no solo debían tener el proyecto de nación, sino también formar cuadros para el futuro. Crear organismos de formación política de nuevos dirigentes y líderes. Fue la clave del éxito de este partido. Eso lo supo siempre el presidente mexicano Andrés Manuel López Obrador y por eso en su partido (Movimiento de Regeneración Nacional) estableció como cosa importante no solo el proyecto de nación, sino también la formación de nuevos dirigentes, de cuadros para el futuro. En un mes y medio dejará la presidencia en manos de su sucesora, Claudia Sheinbaum. Mismo proyecto con distintas personas.
Cosa que le faltó al boliviano Movimiento al Socialismo (MAS). Todo giró en torno de Evo Morales y de su liderazgo. Como si el tiempo fuera estático. No se ocuparon de crear cuadros para el futuro; para un sano relevo generacional; para que sobreviva el proyecto de nación. Con el error del 21 de febrero de 2016 empezaron a sonar las alarmas y ya se veía el peligro. Con esta idea en la cabeza, entrevisté al entonces vicepresidente Álvaro García Linera, en octubre de 2018, y le dije: ya encarcelaron a Lula, persiguen a Correa y tienen cercado a Maduro. Vienen por ustedes, ¿qué van a hacer?
García Linera me respondió: “…como decía Lenin: la radicalidad de una revolución se mide por la radicalidad de la contrarrevolución… usar la riqueza de un país para dar de comer a los humildes, para dar escuela a las zonas marginales, crear oportunidades para la gente joven, tiene su precio… nosotros venimos de la lucha y ante las eventualidades de perder, queda volver a luchar, es el destino inevitable de los sectores subalternos, luchar, pararse, caerse, volver a levantarse, conocemos el destino de la historia, y sabemos que cuando uno triunfa su triunfo es temporal… si te derrotan tienes vida, prepárate para la siguiente victoria. ¿Cuándo se acaba eso? Cuando te mueres…”
Recordé entonces un libro que decía que para Lenin era esencial la existencia de cuadros, miembros dentro del partido comunista que, en estrecho contacto con las masas, pudieran dirigir las distintas organizaciones y reconstituir al partido en caso de represión. Pero ya no se lo pude decir porque la entrevista ya había terminado e iba de salida de la Casa Grande del Pueblo.
Hoy que se llama a un nuevo referéndum sobre el tema, me adscribo al apotegma mexicano. El sufragio efectivo ya lo tenemos, nos faltaría la no reelección.