Medio: El Diario
Fecha de la publicación: domingo 04 de agosto de 2024
Categoría: Debate sobre las democracias
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Cuando se pierde la
democracia a través de promesas falsas, engaños y el manejo de masas, es
casi imposible recuperarla en el mismo lugar donde se la perdió: en las
urnas. Esta realidad es palpable en el contexto actual de Venezuela,
donde la reelección de Nicolás Maduro ha dejado al país en un estado de
tiranía. Un Órgano Electoral con severas dudas sobre su honestidad,
milicias armadas en las calles y la prohibición a la entrada de veedores
internacionales son claros indicios de un sistema corrompido. Desde la
perspectiva del filósofo y economista Friedrich Hayek esta situación no
es sorprendente.
Hayek argumentaba que la democracia puede ser una víctima fácil del
colectivismo mentiroso que promueve la supuesta búsqueda de la justicia
social y del bien común. Este colectivismo, una vez en el poder, se
niega a abandonarlo. La adicción al poder, por ende, resulta más difícil
de abandonar que a la heroína. Esto es evidente en el caso de Maduro,
cuyo gobierno se aferra al poder a toda costa, corrompiendo la justicia y
manipulando los órganos electorales.
El problema radica en que los gobiernos tiránicos, una vez en el poder,
tienden a aferrarse a él, utilizando la prebenda y el tráfico de
influencias para mantener su control. Esto crea un ciclo vicioso donde
es poco probable que una verdadera democracia resurja a través de las
urnas. La situación en Venezuela es un ejemplo claro de esta dinámica.
Las milicias armadas y la represión de opositores son tácticas comunes
utilizadas por los regímenes autoritarios para silenciar la disidencia y
perpetuar su dominio.
La democracia en Venezuela ha muerto. Pensar en su recuperación a través
de las urnas es caer en una ingenuidad casi infantil. Hayek señalaba
que el colectivismo mentiroso destruye la confianza pública. Cuando un
gobierno promueve falsas promesas de justicia social, crea expectativas
que no pueden cumplir. Esto lleva a la desilusión y a la pérdida de fe
en las instituciones democráticas. En Venezuela, las promesas de Maduro
de mejorar la situación económica y social han resultado ser vacías. La
realidad es que el país se encuentra en una crisis profunda, con niveles
alarmantes de pobreza y una economía en ruinas.
De igual forma Hayek sostenía que la concentración del poder en manos de
unos pocos es peligrosa. En un sistema democrático saludable, el poder
está distribuido y existen mecanismos para evitar abusos. Sin embargo,
en Venezuela, el poder está altamente concentrado en manos de Maduro y
su círculo cercano. Esto ha permitido la implementación de políticas
represivas y la perpetuación de un sistema corrupto.
La situación en este hermoso país también nos lleva a reflexionar sobre
la importancia de contar con la independencia de los órganos
electorales, puesto que un sistema electoral justo y transparente es
fundamental para la democracia. Sin embargo, nos damos cuenta que los
órganos electorales están controlados por el gobierno, lo que ha llevado
a elecciones fraudulentas y a la erosión de la confianza pública en el
proceso democrático.
Hayek argumentaba que la libertad individual es el pilar fundamental de
una sociedad próspera. Sin embargo, en el régimen dictatorial de Maduro,
las libertades individuales han sido severamente restringidas. La
libertad de expresión, de prensa y de reunión han sido atacadas
sistemáticamente por su gobierno.
El caso venezolano es un recordatorio de que la democracia no es un
estado garantizado, sino una lucha constante. Requiere vigilancia y la
participación activa de los ciudadanos para mantenerla. Una democracia
saludable necesita instituciones fuertes y una sociedad civil
comprometida.
En conclusión, la situación en Venezuela es un ejemplo trágico de cómo
la democracia puede ser destruida desde dentro por promesas falsas y el
manejo de masas. Desde la perspectiva de Hayek, la adicción al poder y
la erosión de las instituciones democráticas son peligros inherentes del
colectivismo mentiroso. La recuperación de la democracia en este país
hermano requerirá un esfuerzo monumental, tanto a nivel interno como
externo. La lección que debemos aprender es que la democracia necesita
ser defendida y vigilada constantemente para prevenir su colapso y
asegurar un futuro de libertad y justicia para todos.
El autor es teólogo, escritor y educador.