Medio: El País
Fecha de la publicación: domingo 21 de julio de 2024
Categoría: Procesos electorales
Subcategoría: Elecciones nacionales
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Hasta ahora todo son risas, pero la hora de la verdad se acerca y estrategas de medio continente miran ya a Bolivia como el próximo destino en el que hacer negocio. Analistas, consultores, estadísticos… todo el mundo quiere saber qué pasa hoy por hoy en Bolivia para ajustar sus presupuestos y diseñar campañas “ganadoras” para dentro de un año. Estamos en plazo.
La literatura moderna de politología dice que más o menos poco importa lo que se haya echo en todo este tiempo desde la última elección, incluso para el presidente del Estado, porque lo importante vendrá a pocos meses de las alecciones, cuando el humor general dada la coyuntura acabará por definir si Bolivia quiere un cambio, un ajuste o una revolución. El triunfo de Milei, obviamente, está demasiado cerca temporal y geográficamente.
En esas, nada de lo que se ha movido en la oposición puede ser considerado en serio ni descartado de plano. Doria Medina ha recorrido el país dando charlas de emprendedurismo, Carlos Mesa ha jugado al gato y al ratón con el Gobierno, Luis Fernando Camacho ha estado preso, Reyes Villa ha vivido en la cresta de la ola del colaboracionismo y hasta Marinkovic ha pergeñado una candidatura desde el exilio. Pero nada de eso parece importar demasiado más allá de que algunos se hayan podido dar a conocer más o menos.
La pelea central, señalan los gurús, sigue pasando por el Movimiento Al Socialismo (MAS), el único partido que le habla de verdad al común del pueblo boliviano, de naturaleza popular, y eso que el discurso agro – rural está quedando obsoleta con la dinámica poblacional acelerada desde la pandemia y que está llenando ciudades y vaciando comunidades.
Por lo general los gurús se acercan al gobierno con críticas: su mala gestión “comunicacional” le ha pasado factura y por eso, necesita un giro. A veces es un truco para ganar contratos largos, pero en esta ocasión se acomoda bastante.
Luis Arce no debería haber tenido demasiadas dificultades para volver a ser el candidato, dicen, básicamente porque el país sigue estable y aun el vago recuerdo de la gestión de la pandemia de Áñez sigue generando zozobra en la clase media – baja, aún así hay errores de diferente gradación que le pueden pasar factura:
- Su virtud - la economía - se ha convertido en pesadilla entre la clase media alta que vive más pendiente del dólar. Sistemáticas campañas han permitido generar dudas de todo lo que se plantea y propone mientras que algunos indicadores de la macroeconomía que antes se usaron para evidenciar éxitos, como las Reservas Internacionales, hoy son desastrosos. Así, aunque la oposición lleve 18 meses hablando de quiebra inminente (algunos llevan década y media), lo cierto es que no se ha producido.
- Mostrar debilidad nunca ha sido una buena noticia para los países de tradición caudillista y en este caso, Luis Arce ha acabado por derogar todas aquellas medidas que propuso para profundizar políticas públicas y por ende, el medio rural popular se mantendrá en reserva.
- Pero sin duda, el que se señala como “el peor error” ha sido dejar a Evo Morales “con vida”, política se entiende.
Morales no es una figura fácil de gestionar y las grandes firmas de consultores políticos no se acercaron nunca demasiado. Sus primeras campañas las dirigió Walter Chávez dándole el mayor profesionalismo posible, hasta que el mito del personaje lo acabó devorando: Evo dejó de aceptar consejos y de ceñirse a estrategias electorales porque estaba convencido que lo suyo funcionaba. Todo lo que sucedió después de las elecciones de 2019 han hecho olvidar la campaña, que fue un manual de lo que no se debe hacer.
Los consultores de Alice, los de Durán Barba, los de Gutiérrez Rubí y probablemente, hasta al mismísimo Stepehen Bannon tardarían en darle sentido a una campaña de Evo Morales en este momento por el contexto. Lo del entorno de Riorda apuntan tres déficits de difícil gestión:
- El primero es que ha construido una reputación negativa con mucho ahínco y dedicación desde hace ya una década, cuando ganó su última elección. Desde entonces el enaltecimiento de su figura se convirtió en su obsesión, primero con el juicio en La Haya, luego con el referéndum para pedir permiso de repostular, que perdió. Luego entro en barrena: perdió el referéndum y postuló; Patria o muerte y huyó a México; antes de retornar físicamente al país ya estaba planificando su retorno al poder y obviamente, no tardó en entrar en la discusión.
- El segundo, aun entre los que le perdonan lo sucedido entre 2016 – 2019, ha crecido la idea de que es igualmente responsable de lo sucedido con el gobierno de Arce, al que primero avaló como presidente y ahora culpa de la gestión económica y de cualquier problema sobrevenido.
- El tercero es el hecho de no poder ofrecer nada nuevo que un retorno al pasado que no está claro que los bolivianos quieran. En su afán por criticar la gestión de Arce, al que acusa de “derechizarse”, ha utilizado todo tipo de argumentos incluidos los elaborados por esos opositores desdibujando aún más su propuesta de país de futuro, que no acaba de formular.
Y aún así, Morales sigue siendo el candidato mejor posicionado frente al resto por su identificación popular, que no ha variado pese a los esfuerzos de algunos.
Queda más de un año para las elecciones, el tiempo justo para ir tomando los humores, pero el punto de partida, después de cuatro años muy intensos, sigue basculado a lo nacional – popular. Los consultores afirman que la clave seguirá siendo lo económico y la oposición lo sabe, por lo que hay dos cuestiones de resistencia en liza: ¿Resistirá Arce la presión? ¿Resistirá el país?