Medio: El Deber
Fecha de la publicación: jueves 23 de agosto de 2018
Categoría: Debate sobre las democracias
Subcategoría: Repostulación presidencial / 21F
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Parafraseando a los líderes de la revolución cubana, el presidente Evo Morales ha remarcado en una fuerte arenga a sus seguidores que solo tiene un camino: “Ser héroe o ser mártir por Bolivia”. La frase es fuerte. Implica la voluntad de conseguir una hazaña extraordinaria o, al contrario, de sufrir o pelear, de ser necesario, hasta la muerte por sus ideales.
La expresión fue lanzada durante el acto de celebración del hito que representa haberse convertido en el presidente con más permanencia en el poder durante la historia de Bolivia. Ciertamente que ningún otro político nacional ha conseguido ese récord, lo que puede indudablemente atribuirse a algunos méritos, pero que también trae consigo riesgos y temores sobre la intención evidente de un partido y de su líder de mantenerse de por vida en el Gobierno, a cualquier costo o de cualquier manera. De hecho, inquieta cierto tono de fanatismo y/o de radicalidad en las reiteradas arengas que lanzan los promotores del llamado “proceso de cambio” cuando sube la temperatura de la confrontación política, especialmente en el precalentamiento electoral.
En el acto realizado en Chapare, el corazón del masismo, el presidente ratificó que su proyecto político llegó al poder a quedarse para siempre, aunque depende del apoyo popular esa continuidad indefinida. No hay, por lo que se escucha y se ve, la menor intención del MAS de ceder un milímetro del Gobierno a sus adversarios. El propio Evo Morales ha conminado a identificar a sus enemigos internos y externos para combatirlos. Incluso volvió a acusar a la embajada de EEUU de intentar conspirar. Textualmente ha afirmado que “el pueblo unido antiimperialista se va a quedar para siempre y los vendepatrias piensan en vano volver al Gobierno”.
En consecuencia, a medida que se acercan las elecciones y cuanto más crecen las movilizaciones de quienes defienden la victoria del No en el 21-F, el mensaje presidencial tiende a radicalizarse, con un éxito específico entre sus seguidores. En cambio, un discurso tan ríspido y beligerante acrecienta el rechazo de quienes demandan vivir en democracia, ajenos a la confrontación partidaria por el poder.
En realidad, más que héroes o mártires, el boliviano común, que no está directamente involucrado en la pugna política, aspira a tener un presidente que gobierne para todos y que busque el bien común de la nación. La mayoría del país, que no está envuelta en la pelea política diaria, desea que sus líderes ayuden al progreso colectivo y a la unidad. Por lo tanto, los mensajes cargados de arengas que incentivan la confrontación, la supremacía de un grupo, la división y la violencia, solo generan miedo y rechazo. No es atractivo para alguien que busca la convivencia pacífica y el desarrollo colectivo estar en la encrucijada de tener como único camino apoyar a la fuerza a un partido o a un solo líder que se ha propuesto ser héroe o ser mártir en su lucha por continuar en el poder.