Medio: VISION 360
Fecha de la publicación: lunes 01 de julio de 2024
Categoría: Debate sobre las democracias
Subcategoría: Acciones contra la democracia
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La tarde del miércoles 26 de junio de 2024, con tanquetas, armados, vestidos con traje de campaña y pasamontañas, militares tomaron la plaza Murillo de La Paz, el centro del poder político en Bolivia. Cuando el reloj marcaba las 14.45, los movilizados ya habían cercado el lugar e impidieron el paso de civiles y efectivos policiales.
La escena sorprendió a los transeúntes; algunos pensaron que sería un acto público, hasta que minutos después y en redes sociales, el presidente Luis Arce denunció “movilizaciones irregulares de algunas unidades del Ejército boliviano. La democracia debe respetarse”.
El mensaje de Arce y las imágenes de los medios de comunicación causaron preocupación en la mayoría de ciudadanos; muchos se volcaron a los mercados y a los cajeros automáticos con el objetivo de garantizar provisiones para los días que pudieran venir, pues tenían como antecedentes los conflictos de 2019 y la pandemia de Covid-19. Al ver las tanquetas, algunos recordaron los terribles años de las dictaduras. De alguna manera, para muchas personas, reflotó el fantasma del golpe de Estado.
Para otros no fue así. Tal es el caso de la exautoridad y político Juan Del Granado, quien no cree que con lo acontecido el miércoles haya reflotado el fantasma de golpe de Estado en Bolivia. “Más allá de este momento de temor colectivo e incertidumbre, el país ha vuelto a la normalidad muy rápido. La tradición de más de cuatro décadas de vigencia democrática ha sido de un peso enorme sobre esta intentona golpista”, explicó el jueves.
El miércoles, en los alrededores de la plaza Murillo, se congregaron autoridades y personas afines al Gobierno. Reclamaban y hablaban con los medios; uno de ellos, el ministro de Gobierno, Eduardo Del Castillo, golpeó la ventana de una tanqueta de la que le pidió salir al general Juan José Zúñiga, ahora excomandante del Ejército.
Minutos antes y a pasos de Palacio Quemado, Zúñiga habló con la prensa. Dijo que las Fuerzas Armadas buscan “restablecer la democracia” y anunció la liberación de “presos políticos” como Luis Fernando Camacho y Jeanine Añez, entre otros.
El lunes ya había sido noticia. Cuando en una entrevista, dijo que Evo Morales no puede volver a ser presidente y que las Fuerzas Armadas harán cumplir la Constitución Política del Estado, incluso deteniéndolo.
La noche del martes ya había un trascendido desde la Casa Grande del Pueblo, que el militar sería destituido por dar esas declaraciones.
La tarde del miércoles, Zúñiga apareció en la plaza Murillo, pero a diferencia de sus anteriores visitas al presidente Arce, llegó en compañía de militares encapuchados y tanquetas.
Los uniformados comenzaron a gasificar a las personas que intentaban protestar o ingresar al Kilómetro Cero –donde hace 42 años, el 10 de octubre de 1982, se recuperó la democracia, luego de casi dos décadas de gobiernos de facto –.
“Esto es inaudito, los paceños no podemos quedarnos de brazos cruzados, esto es una aventura que puede poner en peligro la vida de los bolivianos y la democracia”, reclamó el alcalde de La Paz, Iván Arias.
Inmediatamente, los soldados gasificaron a la autoridad, sin tener contemplación de su investidura, mientras los civiles continuaban llegando a las calles aledañas a la plaza Murillo.
El viceministro de Defensa al Usuario y Consumidor, Jorge Silva, llegó al lugar y dijo que se debe respetar la democracia y que es inadmisible que “algunas personas quieran atentar” contra el Gobierno democráticamente electo en 2020.
“Lo que tenemos que hacer es respetar la democracia, no puede ser que algunas personas que atentan contra el país quieran atentar contra la democracia. Vamos a defender hasta las últimas consecuencias de este movimiento irregular, inconstitucional que están cometiendo algunos militares. Se los tiene que expulsar de la plaza Murillo”, reclamó Silva.
Después de las 15.30, el ingreso al Kilómetro Cero era casi imposible. El olor del gas lacrimógeno en el aire era inevitable: al aspirarlo uno sentía cómo se le secaba la garganta. Comenzaba un escozor, le seguía una sensación de irritación y ardía la cara.
A las 15.48, una de las tanquetas de las FFAA rompió, a choques, la puerta del histórico Palacio Quemado. Luego, Arce apareció en el ingreso y enfrentó al general Zúñiga, a su compañero de juego o de cancha en partidos de básquet, su deporte favorito.
“Las Fuerzas Armadas están molestas (...). Aquí está el comandante de la Fuerza Aérea (Marcelo Zegarra) y el comandante de la Naval (Juan Arnez Salvador)”, reclamó Zúñiga. “Aquí está su capitán: ¡Vuelva a sus órdenes y lleve a toda la Policía Militar a sus cuarteles! (...)”, le respondió el mandatario. El ahora ex jefe militar dijo que no y se fue. Luego, Arce respondió a la desobediencia de Zúñiga con la posesión de nuevos comandantes del Ejército, de la Armada y de la Fuerza Aérea Boliviana. Casi de inmediato y en un breve discurso, el nuevo comandante del Ejército, general José Wilson Sánchez, instruyó el repliegue de todos los militares que tomaron la plaza Murillo.
Zúñiga, que se encontraba en una tanqueta parqueada en la puerta de Palacio Quemado, retornó al Estado Mayor. Parecía que había perdido su deseo de quedarse en el poder. Hoy, el ex jefe militar es acusado por delitos de terrorismo y alzamiento armado, por los cuales podría enfrentar una condena de hasta 30 años de prisión sin derecho a indulto.
Mientras los militares se retiraban del lugar, a las 18.00, muchas personas, entre ellas los seguidores de Arce y funcionarios, ingresaron a la plaza Murillo. En medio de la gente, el viceministro de Régimen Interior y Policía, Jhonny Aguilera, lanzó una advertencia contra el general: “Te vamos a buscar, Zúñiga, has cometido un delito. Zúñiga va a estar preso”.
Congregados todos en exteriores del Palacio Quemado, entonaron las sagradas notas del Himno Nacional, y gritaban “¡Democracia sí, dictadura no!” y “¡Fuera golpistas!”.
Al caer la noche, el presidente Arce salió por la puerta del Palacio Quemado -que fue abierta a la fuerza previamente por una tanqueta-, respaldado por el apoyo de su militancia. Junto con el vicepresidente David Choquehuanca, ministros y el nuevo Alto Mando Militar dijo que “intentaron sorprender” al pueblo con una “intentona golpista”. “Hemos reaccionado y también el pueblo movilizado ha hecho posible que hoy hagamos retroceder esta intentona golpista”, dijo Arce.
Mientras tanto, el viceministro Aguilera cumplió su amenaza; se trasladó al Estado Mayor y pese a no ser su función, lideró la aprehensión de Zúñiga. El militar salió a la puerta, habló con los medios, dio un “golpe” a su compañero de juego y aseguró que quien ordenó la salida de los vehículos blindados fue el propio presidente Luis Arce.
“El Presidente me dijo: ‘La situación está muy jodida, esta semana va a ser crítica. Es necesario preparar algo para levantar mi popularidad’. Le pregunto ¿Sacamos los blindados? Me dice: ‘sacá’”, aseguró Zúñiga, antes de ser interrumpido por Aguilera. Horas después y luego de decir que fue un autogolpe, fue presentado, como un delincuente común, ante los medios de prensa. Esta vez, el militar guardó silencio, pero ya había sembrado una gran duda.
La jornada dejó gasificados, 14 heridos de balín, 21 aprehendidos, entre militares y civiles, y la detención preventiva del ahora ex jefe militar por seis meses en el penal de Chonchocoro, aquel penal donde los extintos dictadores Luis García Meza y Luis Arce Gómez también purgaron décadas de condena por dar un golpe a Bolivia.
Punto de vista
No creo (que haya reflotado el fantasma de golpe de Estado en Bolivia). Frente a la posibilidad de una interrupción de un gobierno legalmente establecido, (el orden constitucional) se ha mantenido. Más allá de este momento de temor colectivo e incertidumbre, muy rápido el país ha vuelto a la normalidad. La tradición de más de cuatro décadas de vigencia democrática ha sido de un peso enorme sobre esta intentona golpista.
Se ha mantenido la tranquilidad, pero te diría que más del 90 por ciento o más de la población ha repudiado el golpe; esto ha tenido que ser un factor decisivo para la no continuidad de la intentona golpista.
“Estamos ante una excepcionalidad al cabo de más de 40 años”
Estamos frente a una excepcionalidad al cabo de más de 40 años, en los que anteriormente los golpes de Estado eran muy usuales.
En segundo lugar, considero que es difícil recurrir a las explicaciones de los golpes anteriores, porque los anteriores se daban a partir de la credibilidad, pero sobre todo, de legitimidad de los gobiernos que no necesariamente eran constitucionales.
(Lo ocurrido el miércoles) es un desprestigio, no sé si para las FFAA, pero sí para los mandos militares.
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