Medio: Opinión
Fecha de la publicación: viernes 28 de junio de 2024
Categoría: Debate sobre las democracias
Subcategoría: Acciones contra la democracia
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Lo cierto es que la desestabilización del Estado de Derecho no ocurrió ayer con la presencia militar en el kilómetro 0, porque la desinstitucionalización democrática empezó tiempo atrás de la mano del propio gobierno. Por eso, no poca gente ayer decía: “no puede haber golpe a la democracia, si no hay democracia”, y precisamente a ese sentir instalado apostó su mayor carta el General Zúñiga y perdió.
El gobierno no es más fuerte hoy de lo que era ayer. Quienes creen que las acciones del ex Comandante General han favorecido a Arce solo ven unas horas de una película que dura mucho. Que la comunidad internacional, que los líderes de los partidos de oposición, que mucha gente haya condenado la movilización militar y ratificado su vocación democrática, aunque el gobierno no lo sea, no quiere decir que estos le hayan dado a Arce un respaldo incondicional.
Arce no es el Estado, ni siquiera es el gobierno, como se ha podido ver todo este tiempo: no toma decisiones, no controla la economía, no controla a sus ministros, no controlaba a su vocero, no controla el legislativo y ni siquiera a Zúñiga, que de ser supuestamente su cómplice en una intentona de “recuperar popularidad” lo vendió a los pocos minutos, provocando un efecto boomerang para Arce.
Entonces, ¿qué controla el presidente? Apenas alcanza a algunas dirigencias prebendalizadas, al Ejecutivo, parte del Órgano Electoral y al Judicial autoprorrogado con su venia, lo que constituye también una de sus mayores deudas con la democracia.
Tiene que quedar claro que Arce no conjuró un golpe de Estado ayer. Al contrario, el gobierno del MAS es hoy más débil que ayer. Es más débil porque la crisis económica continúa; es más débil porque los pronunciamientos que condenaron las acciones militares no son apoyo endosable al gobierno y la crisis política sigue. El gobierno es más débil también porque, a pesar de todas sus diferencias, las cabezas más visibles de los partidos y a quienes acusan de ser sus enemigos salieron unánimemente a rechazar una solución que no provenga del voto del pueblo. El gobierno de Arce es más débil hoy que ayer porque la mayoría de la población tiene claro que esto se define en las urnas y no con fusiles, y esa es su mayor derrota.