Medio: El País
Fecha de la publicación: domingo 19 de agosto de 2018
Categoría: Representación Política
Subcategoría: Renuncias y cambios de autoridades electas
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Tampoco parece probable que la salida de la presidencia del Senado de Alberto Gonzáles, el Gringo, se trate de una salida pactada. No porque de haberlo sido no hubiera trascendido a través de una foto del orden del día en el que se había incluido el tratamiento de la renuncia del mismísimo presidente del ente en la cuenta de twitter de un opositor.
De haber sido pactado, no hubiera aprovechado un día en el que el presidente Evo Morales se encontraba fuera del país. Gringo no lo baja de “hermano” al presidente Evo Morales y no parece lo más apropiado. En cierta forma recuerda a la salida del padre de la tercera nacionalización, Andrés Soliz Rada, que en septiembre de 2006 y cansado de que el equipo de García Linera tergiversara y modificara los alcances del Decreto acabó por renunciar en la semana en que Morales estaba fuera del país, dejando en evidencia cual era el liderazgo con el que no comulgaba.
Que la reunión entre Presidente, Vicepresidente y Alberto Gonzales se haya producido a posteriori de la propia renuncia evidencia que algo quería decir Gonzáles en presencia de ambos y ya sin las manos atadas.
El jueguito de la bancada del MAS, bajo control de las fuerzas Lineristas, de rechazar la renuncia del “compañero” Gonzáles solo hizo que “confirmar la teoría del agotamiento ético” que algunos analistas han esbozado para describir el adiós del Gringo.
Los nervios de la Ministra de Comunicación, Gisela López, metida a rockstar en las últimas semanas dado sus difíciles equilibrios para sostenerse en el gabinete, y que se han manifestado en una desaforada cobertura de los medios bajo su control a la “normalidad” de la salida aún no explicada del presidente del Senado, indican que nadie, ni siquiera la Jefa de prensa del Gobierno, tenían idea de la renuncia y que, esta, ha creído la teoría que lo señalan como su propio sucesor.
No tendría Morales por qué guardar ningún tipo de forma para sustituir a uno de sus Ministros ni tampoco para nombrar a un Senador. De hecho, la sustitución de Gonzáles se hizo antes de que el Tribunal Electoral habilitara a su suplente, es decir, vulnerando sus derechos políticos a elegir y ser elegida, aunque no pasará nada por ello.
Si se tratara de un problema de salud, dados los recientes precedentes, donde solo un Ministro del Régimen, de salud para más señas, reveló secretos médicos en el caso del Magistrado Gualberto Cusi, Gonzáles no debería haber tenido mayores problemas en señalarlos, pero conscientemente ha eludido hacer referencia a ese tema y ha bromeado con que dormirá hasta tarde, desayunará a las 10.00 y jugará con su nieta.
¿Qué tantos problemas puede tener Morales para reubicar a uno de sus últimos colaboradores leales? ¿Por qué es necesario tomar unos quince días?
Lo cierto es que en el organigrama existen pocos cargos de mayor confianza que el de Presidente del Senado, más con la vena viajera de las dos primeras magistraturas del Estado. El cargo es también un dulce. Con dos tercios de las cámaras bajo su control y con una separación de poderes difusa, no hay leyes que imaginar ni gestión política que hacer y por tanto, no hay estrés ni ansiedad ni nada que se le parezca más allá del ejercicio de la responsabilidad pública, es decir, procurar que no desnudarse en un aeropuerto, por ejemplo.
No es Alberto Gonzales, por cierto, un gerente contrastado ni un eficiente administrador. El Gringo es básicamente un comunicador comprometido que acabó haciendo política porque la llevaba haciendo toda la vida y porque, allá donde vaya, la seguirá haciendo. Es difícil imaginarlo gerenciando Bolivia TV o peleando presupuestos de Defensa. Tampoco acaba de cuadrar en el puesto de Canciller que este Gobierno ha definido que sea el último reducto indígena por extraño que parezca.
¿Volverá? Lo más probable es que acabe diluido en el olvido, como tantos.