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Medio: Página Siete
Fecha de la publicación: domingo 19 de agosto de 2018
Categoría: Procesos electorales
Subcategoría: Elecciones nacionales
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Sin embargo, es pertinente referirse al estruendoso derrumbe del proyecto encarnado en el llamado “proceso de cambio” y al total desgaste del discurso que lo ha sustentado desde que Evo y el MAS han estado en función de gobierno.
La construcción del proyecto
Recordemos que Evo Morales llegó al poder el 2006 como resultado del rechazo del electorado al sistema político-partidario vigente desde 1985. La propuesta electoral del MAS el 2005 encarnaba la “agenda de octubre” del 2003, con una mención de refundar Bolivia a partir de la nacionalización de los hidrocarburos y la celebración de una asamblea constituyente, aspiraciones nacionales que ya se habían consolidado en el referéndum del 2004. Más allá de eso, la oferta del candidato antisistémico era poco audaz y dentro de los parámetros de una filosofía liberal enfocada en reducir la pobreza y en mejorar el nivel de vida del ciudadano. No obstante, todo ello estaba hábilmente envuelto en una vaga pero poderosa retórica indigenista y pachamamista.
Una vez en la presidencia, sorprendido y envalentonado por los espectaculares precios de nuestras exportaciones y el consiguiente incremento de los ingresos fiscales, el MAS comenzó la construcción de un nuevo proyecto, a partir de una narrativa que le permitiera cosechar los méritos de lo que estaba ocurriendo gracias al favorable contexto internacional.
Fue así que surgió el “Modelo Económico Social Comunitario Productivo” que, junto a la falacia de la “nacionalización de los recursos naturales” les permitió construir un descomunal y eficaz embuste sobre el desempeño de la economía: “gracias a la nacionalización de los recursos naturales tenemos mucha más plata, hacemos más obras, la economía crece más y todos vivimos mejor”, reza aún la mentira oficial.
Las cifras del crecimiento del PIB y de la inversión pública parecían confirmar el discurso gubernamental y - como la llovizna de la bonanza mojaba a todos - casi nadie se preocupó por verificar si el discurso gubernamental, machacado con miles de millones de dólares en propaganda falaz, era cierto o no.
El MAS apuntaló su proyecto apelando a fuertes simbolismos como cambiar el nombre de la república al de Estado Plurinacional, inventarse la whipala como bandera ancestral de los pueblos indígenas, declarar feriado el año nuevo aymara y otros artilugios similares. En el ámbito externo, los astros también se habían alineado a favor del MAS, puesto que el “socialismo del siglo XXI” se había instalado en varios gobiernos de la región, lo cual le dio al gobierno de Evo una muy necesitada proyección internacional.
El derrumbe del proyecto
La debacle masista comenzó en su esencia indigenista y pachamamista. El primer error fue la apuesta del MAS por el corporativismo político emulado de las dictaduras militares, el cual –en el afán de complacer a sus bases chapareñas– condujo al gobierno a los eventos de Caranavi en el 2010, así como los del TIPNIS y Chaparina en el 2011, en los que develó su rostro inequívocamente antiindígena. Su segundo error fue su apuesta por el extractivismo gasífero y minero en pos del fetichismo del crecimiento económico y el desarrollismo de hormigón, apuestas que pronto convirtieron al pachamamismo del MAS en una incuestionable “pachamamada”. No obstante, el boom exportador siguió jugando a favor del MAS y le permitió disimular sus errores hasta el 2014, año en que los precios internacionales alcanzaron su máximo nivel antes de caer abruptamente.
A partir de ese año, comenzaron a caer las exportaciones y con ellas las recaudaciones fiscales, por lo que el gobierno tuvo que poner más esfuerzo en mantener la falacia de su modelo. Pudo haberlo hecho con la anunciada política keynesiana anticíclica, apretando el acelerador de la inversión pública en proyectos de amplio impacto social y fuerte efecto multiplicador, como construir escuelas y hospitales. Sin embargo, el gobierno cometió su tercer gran error apostando por la industrialización de los sectores estratégicos estatizados (hidrocarburos y energía), incrementando y concentrando la inversión pública en proyectos de miles de millones de dólares intensivos en capital, bajo el modelo de “le meto nomás”, como la planta de fertilizantes de Bulo-Bulo o la represa de Rositas.
Huelga comentar la pésima concepción y el fracaso de dichos proyectos, pero es pertinente mencionar que esos miles de millones de dólares se fueron a pagar bienes y servicios de empresas chinas y no a los bolsillos de los trabajadores y proveedores bolivianos.
Por eso el MAS ha tenido que esmerarse en maquillar las cifras y mostrar un forzado crecimiento del PIB, pero la población ya no les cree porque la bonanza simplemente se fue de las calles para acomodarse en algunos rincones de los ministerios en los que se adjudican los contratos, en los supernumerarios de la administración pública y en el sistema bancario nacional, pues más de la mitad del crecimiento del PIB en los últimos años se ha concentrado en estos tres sectores. Es decir, el crecimiento real de la producción, la riqueza y el empleo ha sido bastante modesto.
El cuarto y mayor error del MAS fue el de apostar por la fracasada y embustera entelequia del “socialismo del siglo XXI”, relegando los intereses nacionales y el bienestar de los bolivianos, para supeditarlos a las dictaduras castrista y chavista en un vergonzoso servilismo.
Siguiendo su nefasta receta, Morales pretendió ignorar la soberanía popular expresada en la CPE y el 21F, para imponer un prorrogismo del cual ni Víctor Paz Estenssoro salió airoso en 1964, luego de haber liberado verdaderamente a las grandes mayorías nacionales con la reforma agraria y el voto universal. Evo Morales y sus acólitos han cometido el mayor de sus errores al no entender que la democracia conquistada en 1982 es el bien público más preciado de los bolivianos.