Medio: El País
Fecha de la publicación: viernes 17 de agosto de 2018
Categoría: Representación Política
Subcategoría: Renuncias y cambios de autoridades electas
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Alberto Gonzáles carga a sus espaldas una extensa carrera como comunicador donde nunca escondió ni sus inclinaciones políticas ni sus preferencias partidarias. Consecuentemente de izquierda, mucho más progresista que la mayoría de los que lo acompañaban en la Asamblea, el Gringo siempre gozó de un sitio al lado de Evo Morales, desde donde alcanzaba a hablarle al oído, pero no como acostumbran la mayoría de los supervivientes del círculo rojo que gozan del mismo privilegio, maestros de esgrima y de la puñalada por la espalda. El Gringo se precia de siempre haberle hablado claro al Presidente, a quien cataloga como su “hermano”.
No una, ni dos, ni tres veces, muchas veces se ha visto a Gonzáles morderse la lengua en público a la hora de explicar algunos de los procesos más incongruentes en los que ha incurrido el gabinete de Evo Morales. Al final siempre tomó una postura moderada y de respaldo al proceso por aquello de que el bien mayor bien exige sacrificios y los caminos del señor, en este caso del MAS, son inescrutables.
Lo cierto es que más allá de algunas de sus escenas anecdóticas, como lo de las hamburguesas de la nueva gasolina, lo de la pollera y algún otro momento de lucidez, Gonzáles ha sido el más didáctico a la hora de explicar lo que en el MAS queda de la lucha por la Justicia Social y él mejor que nadie sabe que cada vez queda menos.
Gonzáles entró al Senado invitado por el Presidente Evo Morales y llegó a la Presidencia de la Cámara luego de que, las cosas de la política, el flamante senador por Santa Cruz Carlos Romero se quedara con la miel en los labios. Romero fue vetado y Gonzales ungido. No tardó Romero en exigir, a la mala, como bien saben Hugo Moldiz y Martín Belaounde, que le devolvieran al menos el Ministerio de Gobierno. Desde entonces no ha habido mayores sobresaltos en su gestión dados los dos tercios y el bajo nivel de la oposición en el hemiciclo.
La amiga Mary Vaca le dedicó en Página Siete un perfil en el que ponía en valor su austeridad casi enfermiza: ni celulares Smart, ni vagonetas blindadas, ni edecanes. Apenas dos policías en la puerta de su oficina y trufi de ida y vuelta. No es pose. La sobriedad del Gringo es su característica, lo ha hecho en política como lo hizo en el periodismo. Defendió siempre sus ideas con la razón, sin florituras, ni aspavientos, ni mucho menos discursos grandilocuentes al final vacíos.
Las muchas voces que apuntan a una decepción profunda del Gringo, no tan repentina pero si desencadenada en un momento puntual, señalan a García Linera como origen. Este, como no podía ser de otra manera, salió a negar la mayor y, de paso, articuló el sui géneris voto negativo a la renuncia irrevocable de la bancada del MAS en la cámara. Una cuestión, al fin, de pose. Finalmente todo pareció arreglarse en una reunión a puerta cerrada de la que trascenderá poco.
Con Gonzáles sale de la primera línea uno de los últimos militantes del oficialismo realmente reconocidos por su valía y capacidad intelectual y compromiso con el concepto, más allá de su profunda amistad con Morales. Su espacio, no en el Senado sino en el partido, como el de tantos antes, será reemplazado sin más por los que mandan, los que aplauden, los que argumentan menos y sonríen más.