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Medio: Brújula Digital
Fecha de la publicación: lunes 22 de abril de 2024
Categoría: Organizaciones Políticas
Subcategoría: Democracia interna y divergencias
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En otros tiempos era impensable la disputa por el liderazgo en el MAS; Evo Morales se constituía como el líder único e indiscutible. Nadie podía hacer sombra a la imagen del líder indígena ya que encarnaba el denominado “proceso de cambio” y su reelección indefinida parecía inminente tal como en otros países de gobiernos de tendencia izquierdista, como Nicaragua o Venezuela.
Pero en el actual contexto: ¿Por qué hay disputas de liderazgo en el MAS? ¿Qué diferencias y similitudes existen entre el liderazgo de Evo Morales y Luis Arce? ¿Cuál es el papel de la derecha en este nuevo contexto político? Estas y otras cuestiones abordaremos en el presente documento.
La política moderna en la que está inmersa la Bolivia Plurinacional, tuvo sus orígenes en Europa y Estados Unidos; su fundamento es la “lucha” por el poder. Aquí no hay igualdad ni consenso, sino competencia, en la que unos ganan y otros pierden, unos mandan y otros deben obedecer. Su lógica está basada en los aportes de Thomas Hobbes, “homo homine lupus”, el “el hombre es el lobo del hombre”, por tanto, el ser humano es malo por naturaleza y la política es una lucha permanente por el poder.
En esta contienda, según el pensador francés Maurice Duverger, los detentores del poder gozan de honores, prestigio, beneficios y placeres. La dominación lleva a la libido de quien manda y espera obediencia de los demás. Así más o menos se reproduce la política tanto en la izquierda como en la derecha, incluso en las organizaciones sociales.
En consecuencia, el poder subsume a quienes llegan a gobernar, tanto en sociedades complejas como en simples. Aunque estamos conscientes de que hay otras formas de hacer política, por ejemplo, la de las comunidades indígenas, en la que el poder yace en las bases y no se expropian sus decisiones de las mayorías. Sin embargo, esto no repercute en la macropolítica, e incluso en las organizaciones sociales contemporáneas, no tiene casi ninguna relevancia.
En ese contexto, Evo Morales desde su primer Gobierno tuvo que remar bajo esta lógica de la política moderna; la descolonización y la democracia comunitaria solo fueron remozamientos para legitimar su gestión. Todo iba bien, tenía un control hegemónico de las diferentes reparticiones del Estado y organizaciones sociales. Hasta que en 2019, el movimiento urbano dirigido por la oligarquía cruceña lo derrocó, lo cual llevó a una nueva configuración de la política boliviana, es decir, un antes y un después del poder del MAS.
La primera etapa del denominado “proceso de cambio” cierra en 2019 con la caída de Morales. Y surge una etapa de transición a cargo del gobierno de Jeanine Áñez, que no tuvo éxito. Sin mayores proyecciones y sumido en actos de corrupción, preparó el nuevo advenimiento del MAS en las elecciones generales del año 2020. La derecha boliviana todavía no comprende que la realidad es dinámica y cambiante, por lo que no revisa sus viejos postulados de “dejar hacer y dejar pasar”.
Entre tanto, surge la segunda etapa del “proceso de cambio”, con otro actor principal. Luis Arce es el nuevo protagonista, no habla mucho de descolonización, pero es militante de la izquierda, aunque en los hechos parece más un tecnócrata. A diferencia de Evo Morales, quien es “apasionado” y “emotivo”, Lucho es lo contrario, no es carismático y no siempre está en los medios de comunicación. En ese sentido, en su personalidad difiere de su antecesor, lo cual para algunos sectores sociales es muy aceptable.
En este nuevo escenario se produce la disyuntiva; ahora la lucha política en Bolivia es MAS contra el MAS, los “renovadores” y los “radicales” enfrentados por el poder. Probablemente no haya muchas diferencias ideológicas ni programáticas, ambos convergen con la izquierda y secundariamente con la cosmovisión de los pueblos. La lucha real es por el poder y sus privilegios, el control de la sigla del MAS es un medio que conduce a ese objetivo.
Lucho se siente el nuevo líder que aglutina a las principales organizaciones sociales del país y Evo Morales no asimila estar fuera del poder. El primero tiene el control del Estado, mientras el segundo arma su trinchera desde Chapare. Este hecho nos hace pensar que estamos en las vísperas de la una tercera etapa del “proceso de cambio”, en la que ya no se discute el proyecto del país o las políticas sociales a favor de los sectores populares, sino solamente se reduce a la simple lucha por el poder.
El MAS está perdiendo el carácter popular que tuvo en su momento, que recogía las principales demandas de las organizaciones sociales. En la actualidad es un partido político pragmático sin mayores proyecciones de cambio, mientras la crisis económica ya es más que una sola amenaza.