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Medio: El País
Fecha de la publicación: domingo 03 de marzo de 2024
Categoría: Representación Política
Subcategoría: Democracia paritaria
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Después de unas semanas de acomodo, la estrategia de Luis Arce para Tarija entra en sus semanas clave con abril a la vuelta de la esquina y las presiones políticas para la subsistencia al máximo nivel.
Arce probó con Marcelo Poma, un perfil cuestionado entre la clase media tarijeña y poco amigo de la base campesina chapaca del MAS, pero con mucho ascendente entre el bloque intercultural y migrante. La convivencia con Carlos Acosta como presidente departamental del partido no fue bien y Arce acabó por dinamitar esa entente. Poma se refugió en la ATT, donde ya ejercía, sin mucho ruido, pero Acosta hizo una pirueta ruidosa para colocarse del lado de Evo Morales y convertirse en crítico.
El relevo fue un Walter Ferrufino aceptado por las dirigencias provinciales y algo más reconocido entre los tarijeños afines o no al partido, pero que desde el primer día jugó a la equidistancia en el pulso entre Evo Morales y Luis Arce, y se le notó cierta ansiedad por hacerse notar resolviendo problemas, como quien busca una postulación política en el futuro.
Arce acabó con esta representación sin dar más explicaciones ni bien empezaba a endurarse el enfrentamiento interno. El relevo ya estaba dado, aunque de momento no recaerá en una persona concreta que ejerza de delegada del Gobierno por una razón: El poder es bartolino.
El binomio
Julia Ramos y Celinda Sosa no son amigas, pero se respetan.
Julia Ramos formaba parte desde siempre del círculo de confianza de Evo Morales antes de que el MAS fuera el MAS. Campesina, urbana y licenciada en derecho, líder aguda, el prototipo de la mujer de extracto popular que tantas batallas ha ganado en Bolivia y capaz de asumir cualquier responsabilidad.
Celinda Sosa había tomado vuelo en el nivel nacional impulsando la acción social a partir de la nutrida red de ONG que sustentaban el proyecto del MAS, de extracto popular y universitaria, supo leer los tiempos y las necesidades para acceder también a ese nivel de gestión política.
Ambas asumieron ministerios en el primer gobierno de Morales y se fueron alternando responsabilidades. Ramos mandaba desde Tarija y a Sosa la mandó Evo a coordinar la acción del partido en los tiempos más duros de la lucha autonómica, cuando más en riesgo estuvo el partido y el proyecto.
Cuando acabó la “violencia” y llegó la plácida gestión 2010 -2014 se podría decir que ambas se “acomodaron”. Ramos se quedó en la vida orgánica en Tarija y Sosa pululó por varios puestos de corte económico para acabar en buenos cargos en el BDP, donde fue trabando amistad con Arce.
Ramos cayó después en desgracia elegida como cabeza de turco en el asunto de la gestión del Fondo Indígena que por cierto, tenía mucho que ver con la estrategia económica armada desde el Ministerio de Arce.
Tras salir de prisión, Ramos ha estado un tiempo en silencio, pero finalmente se ha decantado por recuperar el liderazgo en las Bartolinas para apoyar a Arce, no a Evo. Sosa, en la misma línea, ha esperado hasta finales de 2023 para tomar posición del lado de Arce y no de Evo, asumiendo también como canciller.
Lo evidente para Arce es que, más allá de lo simbólico, contar con dos estrategas políticas con raíz real como Sosa y Ramos de su lado garantizan, al menos, el control del territorio.
Desafíos
Ahora, el movimiento se demuestra andando. El MAS Tarija siempre ha sido una lucha de egos compleja en la que los protagonistas han preferido no implicarse demasiado. Cada cual siempre tuvo voz en su organización, pero bastaba con tratar de hablar por todos como para acabar con la cabeza cortada. La fortaleza del binomio Sosa – Ramos, unido a la debilidad del resto de organizaciones, implica que esta vez una organización sí pueda hablar por todas y por ello, ejercen la delegación de facto.
El problema es que Arce solo tiene en mente el asunto nacional, pero en Tarija el nivel departamental ordena. Los operadores del MAS recuerdan que en Tarija no se puede ejercer la coordinación si no se trazan objetivos comunes a nivel departamental y que esto, en sí, es muy difícil. Más si los delegados no tienen ese objetivo.
De momento el MAS Tarija ha perdido el control de casi todos los órganos de oposición local. La AMT es el resultado de un pacto de no agresión a nivel local que margina al evismo y la Asamblea está en manos de un díscolo de Unidos sin proyecto claro más allá de evitar que en su gestión se modifique el reparto del 45% de las regalías, básicamente porque es chaqueño.
Tumbar a Montes tal vez no sea un objetivo prioritario para e MAS ahora, pero asaltar los recursos parece ser lo que concita mayor atención. Veremos si la delegación presidencial logra reunir tensión que movilice al partido en ese sentido o en otro, pues cada vez queda menos para elecciones.