Medio: Correo del Sur
Fecha de la publicación: miércoles 15 de agosto de 2018
Categoría: Debate sobre las democracias
Subcategoría: Repostulación presidencial / 21F
Dirección Web: Visitar Sitio Web
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Nunca he sido de los que toman las rivalidades en serio, así que cuando me preguntan si soy del Tigre o del Bolívar salgo diciendo que me encanta el Barcelona, del que soy hincha desde mi paso temporal por la tierra de los íberos; si me preguntan por una mejor relación con cambas o con collas siempre respondo que tengo amigos de ambos lados, o si gusto del calor o del frío acabo respondiendo que ambos extremos son difíciles, como lo he comprobado a 48 grados centígrados en el Chaco o a 18 grados bajo cero en el sur de Potosí.
En el ámbito político no es tan fácil salir por una vía alternativa, y peor cuando hay dos posiciones que se alejan más entre sí y suele conocerse como polarización de la opinión pública ciudadana. Pasó durante el conflicto de la Capitalía Plena la pasada década, cuando era imposible para un residente en Sucre tener una ingenua posición conciliadora o declararse como indiferente. La presión social era terrible y dar un punto de vista crítico del movimiento regional era casi una traición, al contrario de las líneas oficialistas donde manifestar simpatía por la demanda capitalina era darse un “autochutazo” para salir del proceso de cambio.
Y todo indica que la habilitación presidencial para las Elecciones Generales de 2019 generará una polarización ciudadana que hará imposible mantener una posición intermedia, conciliadora, incluso equilibrada. Si hace una década, sin redes sociales, el conflicto de la Capitalía Plena desató tremendo conflicto, con el potencial incendiario de las nuevas tecnologías de la comunicación el futuro cercano asusta. Otra vez la división de un país que va a alterar la normalidad de la vida de quienes no viven de la política, pero dependen (y penden) de sus decisiones.
Para las personas sensatas que piensan con honestidad sobre el presente y el futuro de este país (puede entenderse usted o yo), el lío que se viene es una ecuación de física cuántica. ¿Quién tiene la razón? ¿Valdrá la pena asumir una posición y luchar por ella? ¿Es posible mantener una posición intermedia? ¿Qué decir y hacer y si de esto depende mi trabajo en una instancia pública o privada? Son preguntas con respuesta de riesgo medio por ahora que serán de alto riesgo cuando se acerquen las temidas Elecciones Generales de 2019. No cabe duda que este tema copará la agenda del periodismo profesional y por seguro de las redes sociales que ya han comenzado a buscar simpatías para su causa.
Por mi parte creo que esta vez no podré salir con una respuesta deportiva como siempre. Se juega el futuro de este territorio y su gente, de la paz social y la viabilidad del Estado boliviano. Mientras llegue el momento aciago, me iré informando con precisión y cuidado para tener una posición acorde con esta encrucijada histórica que, sin duda, será un hito cuando los historiadores del futuro analicen cuándo cambió la historia nacional.