Medio: El Día
Fecha de la publicación: lunes 13 de agosto de 2018
Categoría: Debate sobre las democracias
Subcategoría: Repostulación presidencial / 21F
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Tuvieron que organizar una sofisticada logística de seguridad militar y policial, con varios cordones para impedir el paso de los ciudadanos de a pie, dispuestos a manifestar, de frente y en sus narices, ese gran repudio. Solo permitieron el ingreso de militantes afines, empleados públicos y “movimientos sociales”. Todos ellos obligados y pagados para reflejar un aparente escenario favorable. Un desfile solo para ellos, marginando al propio pueblo potosino. Sin embargo, ante tanta presión, en medio desfile, el presidente y todos sus acólitos tuvieron que huir súbitamente para no escuchar aquello que tanto los atormenta y corroe: “Bolivia dijo NO”. Ese movimiento que ellos mismos alimentan y fortalecen con sus desatinadas y torpes reacciones. Y, como corolario, dicho sea de paso, les sucede aquel execrable episodio de la medalla y la banda presidencial, poniendo de manifiesto los altos niveles de degeneración institucional.
Se refleja en la cúpula masista, un agudo nerviosismo, pánico y desesperación. En este caso, fundamentalmente, pánico a las urnas, ante la proximidad de las elecciones del 2019. Las tendencias, no obstante sin rival y programa al frente, parecen irreversibles. El abrupto descenso de la popularidad del caudillo registra una tendencia, en sumo grado, negativa. Las urnas ya no se constituyen, pues, en sus mejores aliados, más bien todo lo contrario. Por ello, precisamente, evitaron una nueva consulta para la habilitación del caudillo. Si bien era una salida, también inconstitucional, una nueva consulta para la repostulación, hubiese sido políticamente más loable. Empero, en complicidad con la oposición, conscientes de una derrota más contundente, soslayaron ese camino. Para sus afanes prorroguistas, desde el 21F, las urnas y las reglas básicas de la democracia ya no serían los caminos adecuados.
¿Qué hacer entonces, para no perder el poder? He ahí la pregunta que los desvela. ¿Qué salidas les queda, si su obsesión es el “poder eterno”, incluso desafiando a las leyes de la naturaleza? Más allá de las posibles respuestas, lo que dejan absolutamente claro es que no cederán el poder democráticamente. Sería ingenuo pensar aquello. Aun cuando, si llevaran adelante las elecciones el 2019; si pierden, en ningún caso, respetarían los resultados. Con creces, eso lo demostraron violando la decisión del soberano en la consulta del 21F.
Como el peligro de las urnas los pone nerviosos, los inquieta, los atemoriza y los torna paranoicos; están barajando varios escenarios. Entre ellos, la inhabilitación de candidatos potenciales, como es el caso de Carlos Mesa, quien, como refleja una última encuesta de opinión, ganaría al “hermano presidente”, en segunda vuelta. También entre sus cartas, -ya lo dejaron entrever- está convocar a una nueva asamblea constituyente para modificar las reglas de juego, asegurándose el poder, solo entre ellos, a través de la “democracia comunal”, sin descartar obviamente un gran fraude electoral.
Por último, no está lejos de sus planes, provocar, inculpando a “la derecha” y al” imperio”, una convulsión social de magnitud para postergar las elecciones. Hay quienes, incluso, en esta misma línea, no descartan un “auto golpe de Estado”, cargando esa responsabilidad a las monstruosas conjuras de los “antipatrias” que representan a los “duendes malignos” y “diablo” del imperio.
Lo cierto es que en sus planes no está ceder “el proceso de cambio”. Sería ingenuo pensar, entonces, que democráticamente puedan dejar el poder. A estas alturas, todos sus actos, denuncian estas deplorables intenciones. La democracia en Bolivia está en peligro.
El autor es profesor de la carrera de Ciencia Política
de la Universidad Mayor de San Simón