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Medio: El País
Fecha de la publicación: martes 07 de noviembre de 2023
Categoría: Debate sobre las democracias
Subcategoría: Democracia representativa
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No porque lo hayamos visto todo debemos tener cada vez más anchas las tragadera
- Redacción Central / El País
- 14/11/2023 00:00
Estos días venimos asistiendo a diferentes eventos que evidencian cuán atrás se ha quedado la democracia boliviana y que escasas son las capacidades de nuestros políticos para acordar políticas de fondo y cómo todo esto se viene aceptando cada vez como más normal por parte de los ciudadanos.
El mantra de la democracia pactada y toda la carga negativa que se le ha atribuido durante años, como si las calamidades de aquellos años no hubieran sido culpa de los políticos que pactaban sino del sistema que lo permitía, hace que situaciones como la vivida en la negociación reciente de las cámaras de la Asamblea Plurinacional parta ya bajo la sombra de la sospecha y sea descalificado de antemano sin leer siquiera el documento acordado.
En Uruguay han caído cuatro altos cargos incluido el Canciller por el caso Marset y en Bolivia a nadie se le mueve un pelo
Es verdad que la jugada tiene bemoles, que la oposición ha pactado a ambas caras en una y otra cámara con el objetivo elemental de atizar la cizaña entre ambas facciones del partido de gobierno, pero el resultado es una agenda legislativa, hasta ahora inexistente o como mínimo, discrecional, que si bien se preocupa más de los asuntos de los políticos – elecciones, reglamentos, interpelaciones políticos presos, etc., - que de las necesidades de los ciudadanos, trata al menos de poner orden en algunos de los problemas coyunturales, como el que se está creando alrededor de la negligente gestión de las elecciones judiciales.
Se trata del primer acuerdo entre bloques diferentes en años de gestión y en esas, Carlos Mesa y Comunidad Ciudadana han aceptado pagar el precio del desgaste político que supone votar al candidato de Evo Morales a presidir el Senado, agitando sus fantasmas más acuciantes desde siempre, con tal de evidenciar un rol más constructivo de la oposición. Sin embargo, resulta grave que apenas unas horas después su firma el expresidente Morales lo desconozca vía twitter y el propio Andrónico Rodríguez hable de “base de diálogo” y no de una agenda concreta como aparece en el documento.
Es una más en una deriva que empezó hace tiempo y que tal vez, como dicen aquellos que todo lo justifican en la herencia recibida, es parte de la idiosincrasia colonial, pero lo cierto es que son los políticos de hoy los que son capaces de borrar con el codo lo firmado con la mano a velocidades de vértigo.
No porque lo hayamos visto todo debemos tener cada vez más anchas las tragaderas. Los acuerdos políticos se firman con el objetivo de beneficiar a la población, y cada cual debe asumir el desgaste político que de ellos emane, pero la lista de agravios es larga, pues hemos visto a presidentes obviar los resultados de un referéndum, a ministros repuestos en sus cargos al día siguiente de ser destituidos por la censura en la sede de la soberanía nacional, hemos visto cruzar ríos de sangre, tomar la plata y correr como alma que se lleva el diablo, críticos mordaces convertirse en socialistas extremos y ministros privatizadores en maestros del emprendedurismo.
Estas cosas NO son normales y no deberíamos aceptarlas como cualquier cosa: en Uruguay han caído cuatro altos cargos incluido el Canciller por un pasaporte emitido al narco Sebastián Marset, al que de hecho tenía derecho, mientras que en Bolivia a nadie se le mueve un pelo aunque haya vivido dos años haciendo ostentación sin que nadie diera voz de alarma hasta el día en que se le intentó detener, que entonces sí se dio, pero para que fugara.
Bolivia necesita mejores políticos, más pedagogía, menos populismo y más libertad para ejercer la crítica y exigir responsabilidades que por el momento, ni se plantean. Necesitamos más democracia.