Medio: Página Siete
Fecha de la publicación: viernes 10 de agosto de 2018
Categoría: Debate sobre las democracias
Subcategoría: Repostulación presidencial / 21F
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Más allá de los interminables conflictos sobre el 21-F, más allá del frío reinante en Potosí, lo que dolorosamente llama la atención es la aburrida repetición de ceremonias y discursos con motivo del 6 de agosto. Seguimos contando los años pasados, desde 1825, seguimos cantando nuestro Himno Nacional (una dramática colección de mentiras elaborada por un forastero especialista en himnos), seguimos actuando como si nuestros repetidos, trasnochados y obligatorios desfiles fueran una forma de hacer patria, y, de paso, seguimos glorificando a nuestras Fuerzas Armadas, como si fueran herederas de aquellas heroicas republiquetas que hicieron posible la Independencia. Seguimos como si entre 2006 y 2009 no hubiera pasado nada. ¿Qué nos pasa, compatriotas?
Ya en 2005 fue aquella IV Marcha Indígena la que marcó la agenda nacional, cuando nada menos que nuestros ignorados y despreciados pueblos indígenas de tierras bajas conmocionaron al país con la demanda de Asamblea Constituyente para volver a fundar este país que en 1825 se había fundado mal… Aquella sorprendente consigna nos convenció a todos y todas (con lógicas excepciones como Goni y su entorno), y hubo Asamblea Constituyente, y se fundó el nuevo Estado Plurinacional (que era la forma positiva de decir “Estado ya no colonial”), y se llegó a declarar feriado el día 22 de enero por ser el día de la refundación de Bolivia…
Sin embargo, en los hechos, el 22 de enero es un vulgar feriado, carente de contenido y de significado, y en la práctica celebramos todos los años, con el mismo supuesto fervor de siempre, la fundación de Bolivia. ¿Será sólo un lapsus de la memoria histórica? No, compatriotas, cuando el lapsus se repite por novena vez, señal de que no es un lapsus, sino expresión de la realidad política. Veamos si no:
Para empezar, ya el año 2010, el Estado Plurinacional fue vaciado de contenido (con los acontecimientos de Chaparina y del TIPNIS, en general, y después con la división de la CIDOB y el Conamaq). Y de la misma manera, a partir también de 2010, se fueron vaciando de contenido las demás columnas de aquel nuevo Estado, de cuya refundación lógicamente nos olvidamos:
El Vivir Bien fue nuevamente sustituido por la antigua e inútil obsesión por el desarrollo (la mentirosa meta que nos enchufó hace más de medio siglo el presidente norteamericano Truman).
Los derechos de la Madre Tierra nunca pasaron de ser un demagógico eslogan para eventos internacionales, ya que año tras año esa Madre se ve sistemáticamente despojada de masa forestal, anegada de megarrepresas hidroeléctricas, entregada a la voracidad de empresas mineras y de falsas cooperativas mineras, atravesada, como nunca, por una auténtica fiebre urbanizadora (con sus correspondientes condimentos de corrupción).
El Estado participativo cedió lugar a renovadas formas de autoritarismo.
El Estado transparente se vio enturbiado por repetidos fenómenos de corrupción (desde el Fondioc hasta los negociados con empresas chinas, pasando por horrendas gestiones municipales casi nunca sancionadas y por lo que no se dice de YPFB).
El Estado autonómico nunca pasó de una formulación más bien confusa.
El Estado productivo se redujo a un par de megaempresas que todavía no parecen ser rentables; mientras el litio del Salar y el hierro del Mutún siguen sin explotar. Peor aún, la soberanía alimentaria disminuye año tras año, y en este momento ningún hijo de campesino quiere ser campesino...
Lo único cierto son los datos sobre las reservas fiscales y sobre el crecimiento económico del Estado –muy superior al de toda nuestra historia–, pero esos fueron logros anteriores a la creación del nuevo Estado Plurinacional y, precisamente, a partir esa creación todo se empieza a desviar. Por no hablar del sistema de justicia, ni de la ridícula recatolización del Estado, ni de lo que ha llegado a ocurrir –simbólicamente– con la Medalla y la Banda Presidencial…
Se comprende que sigamos festejando y desfilando el 6 de agosto, a fin de cuentas seguimos nomás con aquel Estado del que tuvo que hacerse cargo el heroico Mariscal Sucre, y del que prefirió escaparse el Libertador Bolívar. Es lógico pero no deja de ser triste…
Rafael Puente es miembro del Colectivo Urbano por el Cambio (CUECA) de Cochabamba.