Medio: Los Tiempos
Fecha de la publicación: jueves 09 de agosto de 2018
Categoría: Debate sobre las democracias
Subcategoría: Repostulación presidencial / 21F
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Las nuevas tecnologías han trastocado el modo en que los actores sociales se relacionan con la información. Esos actores sociales se han convertido en generadores, productores y emisores de mensajes con un contenido abierto hacia receptores que no necesitan descifrar signos ni símbolos. En consecuencia la información ya no es de un puñado de personas hacia miles, sino de miles para miles. El flujo informativo es constante, incondicional y no se sujeta a tiempos, estructuras ni modelos comunicacionales.
Los mass media ya no gravitan sobre esos complicados ingredientes de producción, difusión y distribución de contenidos. Los dispositivos inteligentes bastan para emitir mensajes sobre esos actores sociales que están hiperconectados y que además, se encuentran agrupados, de libre y espontánea voluntad, en intereses y convicciones comunes plenamente identificados. En ese contexto, la tecnología y este nuevo orden de información y formación hacia nuevos métodos de organización socio-comunicativos, les han dado poder a la gente. Un poder que obliga a sectores gubernamentales, partidos políticos, líderes y demás individuos que se resisten a creer que las redes sociales son mucho más que solo generadores de falsas noticias y creadores de memes, a profundizar sobre su gran influencia y la estructura en la que se desenvuelven. Tendrán que reinventarse y replantearse constantemente si quieren sobrevivir en una nueva aldea global que ya está cambiando las reglas del juego.
Las plataformas sociales que articulan con éxito la reivindicación del 21-F y “Bolivia dijo NO”, son una evidencia clara de la intercomunicación basada en la unidad en torno a un solo propósito. Ya no son necesarias las tediosas convocatorias masivas en las que la asistencia estaba supeditada al tiempo y a las adversidades de los individuos y, desde luego, a la complacencia de los medios de comunicación masivos para cubrirlas. Ahora el llamado es inmediato, eficaz y con una retroalimentación en tiempo real. Hay un circuito democrático: todos los emisores son receptores y todos los receptores son emisores, al tiempo, ambos, transmiten un mismo mensaje cargado de pragmatismo que asegura una convocatoria masiva.
Torpe y mediocre como es este gobierno, ya se ha gastado varios millones de bolivianos para “amaestrar” a “guerreros digitales” en el oficio de elaborar memes cargados de mala ortografía e infiltrarse en plataformas de los “vendepatria”, como si la gran estrategia política para hacerle frente al “enemigo” radicara en la difusión de memes y alegorías carentes de creatividad y carga comunicacional.
Mientras el gobierno y sus guerreros apenas descubrieron lo divertido que son los memes, las plataformas sociales lograron conseguir un espacio influyente en el activismo político hacia la defensa de la democracia y el respeto a la alternancia en el poder. Ya lograron informarle al mundo, el pasado 6 de Agosto, que el 21-F y el “Bolivia dijo NO” son marca país democrático.
Las plataformas sociales hay conseguido tomar y domar la tecnología para darle un uso efectivo. Desde hace mucho, marcan tendencia e influyen en los mass media tradicionales para generar noticias y difundirlas de inmediato.
Estamos frente a un nuevo modelo social comunicacional. Las plataformas y las redes sociales que actualmente lo pueden todo, lo asimilan, lo discuten y lo alteran, son, en esencia, un paquete que ha explotado en las manos de los que siempre tuvieron el monopolio de la información. Las redes sociales son de todos y de nadie, por eso también, se han convertido en una beta democratizadora y catalizadora, a contrapelo de los críticos más ortodoxos, de los hechos que ocurren diariamente en cualquier punto del mundo.
En estos tiempos de exigencias democráticas e inclusiones culturales y políticas, en las redes sociales todos tienen derecho a informar y ser fuente de información y esto se lo asume con el convencimiento de que esa primera intención de generar noticia o denuncia hacia un colectivo social acaba siendo protagonista de debates, demandas y exigencias y, en muchos casos, de transformaciones.
Las plataformas sociales en Bolivia surgen de un descontento general con la forma de conducir los destinos e intereses sociales de su gobierno, sus autoridades y su propia estructura administrativa.
¿Es acaso una forma de comunicación alternativa o alterativa? Hay una combinación de ambas. La primera, está ligada a la búsqueda de nuevas formas de ejercer influencia social sobre la toma de decisiones. La segunda, se refiere a un fenómeno más de efecto sociocultural que tiene como tarea fundamental el de subvertir el orden y el principio del liderazgo único.
El poder de los medios de comunicación convencionales: prensa escrita, televisión, radio y la agenda que manejan para informar casi de maneara lineal y, en muchos casos, respondiendo a intereses políticos, parece haber sucumbido y afectado en su inmediatez y en su veracidad.
Como sea, las redes sociales están impactando con fuerza y continuarán haciéndolo. Los liderazgos son necesarios en esta nueva forma de globalización en tanto y en cuanto estén sujetos a una colectividad que decide casi por unanimidad medidas de interés común, donde lo democrático sea el alfa y el omega para discutir temas preocupantes.
Acaso esa idea inicial de los liderazgos innatos, sea el punto de partida para poder comprender la evolución de las plataformas sociales que tanta vigencia han ganado y van en pos de una influencia mucho más inclusiva, sin intereses político partidistas ni ideológicos. Las diversas posiciones académicas e intelectuales con respecto a la urgente necesidad de plantear un nuevo orden democrático y político e informativo parecen sonar con mayor intensidad. En buenas cuentas, se trata, pues, de subrayar que este mundo globalizado aún tiene cuentas pendientes con temas determinados y determinantes.
Las sociedades se van fragmentando cada vez más, producto de los sistemas políticos que los van acondicionando paulatinamente hacia un puñado de ideas y de acciones. Esas sociedades se van haciendo cada vez más inertes y anquilosadas en un mundo en el que ya no importa cuán integrado se esté a esa aldea de McLuhan, si en realidad esa integración se reduce a poco y no se tiene un ejercicio amplio de una democracia mucho más incluyente y articuladora.