Medio: El Deber
Fecha de la publicación: martes 10 de octubre de 2023
Categoría: Debate sobre las democracias
Subcategoría: Democracia representativa
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Pasaron 41 años desde que Bolivia celebraba la conquista de la democracia, que era la conquista de la libertad y de hacer a un lado la sensación de miedo que obligaba a “andar con el testamento bajo el brazo”.
Durante muchos años Bolivia vivió entre golpes de Estado y ensayos de democracia. Aun los partidos políticos se prestaron a las prácticas dictatoriales que dejaron miles de muertos, desaparecidos, presos torturados y exiliados.
Algo más de dos décadas le costó a Bolivia labrar la institucionalidad: la separación de poderes, la designación de autoridades por dos tercios de votos en el Congreso; para dar paso más adelante a la descentralización administrativa y después a las autonomías.
Sin embargo, esos pasos se detuvieron hace algunos años, cuando los interinatos reemplazaron la institucionalización, las leyes discrecionales cercenaron los recursos de los gobiernos departamentales y las competencias de los niveles autonómicos.
En ese tiempo, poco a poco, la justicia fue convertida en un instrumento del poder y ahora uno de los principales grilletes de la democracia.
La manipulación de la justicia hace que, en este momento, haya presos políticos y no solo eso, sino políticos de oposición encarcelados y con los derechos humanos vulnerados.
El servilismo de la justicia al poder político de turno es el que ahora tiene estancada la elección judicial, ya que a los miembros de este poder les interesa mantenerse en el cargo, sin importarles el conflicto de intereses en el que están involucrados.
Los magistrados también le pusieron grilletes a los otros poderes del Estado cuando pretendieron impedir la fiscalización al Poder Ejecutivo limitando las interpelaciones a los ministros.
La democracia le costó dolorosas luchas a los bolivianos, muchas vidas se perdieron y es lamentable su deterioro actual y el hecho de que Bolivia esté sumergida en una confrontación ideológica, regional y étnica, sin que haya nadie en el Gobierno nacional que esté trabajando por la reconciliación.
Expresidentes coinciden en que la democracia, 41 años después, está deteriorada. La lucha del pueblo boliviano no merece el actual estado de las cosas.
Hay que comprender que democracia no solo es votar cada cinco años para elegir autoridades. Esa es sólo una primera etapa, los elegidos deben aprender a respetar las libertades, entre ellas, la de disentir y opinar. Urge que acaben las distorsiones que pretenden hacer ver que solo puede haber gobernabilidad cuando hay rodillo en la Asamblea Legislativa, o que las voces diferentes sean desacreditadas y humilladas en los espacios de representación.
Democracia es inclusión de todos los bolivianos, respeto para todos y todas sin importar cómo apellidan o donde nacieron, entre todos se construye Bolivia y nadie debería tener derecho de decir que alguien es inquilino.
Democracia es tomarse de la mano y avanzar juntos en procura de mejores días para toda la ciudadanía. Ojalá que así se comprenda.
41 años después, prevalece en los ciudadanos la impronta de la libertad, esa que se hace escuchar cada cierto tiempo en cabildos y movilizaciones en demanda de respeto a las libertades. Que ese espíritu sea el impulso en este momento para que la democracia sea plena, sin límites, sin grilletes y sin afanes totalitarios.