Una  decisión con mejor sentido, sentido  histórico y  tradicional, para rendir homenaje a Bolivia, era  la Casa de la  Libertad en Sucre. ¿Qué extraños motivos lo  inclinaron al jefazo para ir precisamente a Potosí?  ¿Por bajo las aguas qué turbión oscuro corre? Una cosa dicen las expresiones verbales y otra  el lenguaje de las realidades objetivas;  los hechos también hablan; tienen su propio lenguaje.

En lo político las cosas no están bien. Ese tiempo de no necesitar cantidad de uniformados en   las calles ha pasado. Ahora es otro.  En Potosí, la población urbana   deseaba no verlos, menos escucharlos. Hay razones muy fuertes para ello. Las ofensas inferidas no pasan pronto; las humillaciones abren heridas por dentro. Como se recordará, tras las marchas  y la prolongada permanencia en La Paz, doblaron el camino de retorno  sin haber conseguido nada, ni siquiera una entrevista con el Mandatario.

En  Potosí hay una población  estoica y rebelde. Aquí germinó Gesta Bárbara: “Nuestro fin era noble y heroico: asesinar a los filisteos. Ejecutarlos   sin forma ni figura de juicio, manu militari... Y, después,  reírnos olímpicamente del gaznápiro mundo”. Los jóvenes de 1918 lucharon denodadamente contra el marasmo del ambiente.   También tiene, Potosí, un destino paradójico: La mole  llamada  Cerro Rico, es rico para todos, menos para la población que se extiende a sus pies. Con todo, aunque perennemente pretéritos, los potosinos son orgullosos del Sumaj Orko, tal vez fascinados  por su legendaria reputación.

Sin embargo, aquella  mañana del 6 la ciudad  “Patrimonio Natural y Cultural de la Humanidad” amaneció sitiada. Dos cuadras a la redonda ningún viandante que no sea plurinacional podía aproximarse  a la plaza 10 de Noviembre, menos  a la Casa de la Moneda. Con mirada adusta los plomos y los verde-olivos controlaban  las calles y las esquinas enrejadas.  ¿Por qué tenían tanto miedo?  Cuando los mandatarios son apreciados, el pueblo que los admira  constituye la mejor garantía de seguridad. Aquí la libertad estaba coartada. ¡Qué homenaje más extraño!

Pero a la hora de los discursos se develó el misterio. Se vio claramente adónde apuntaban los dardos beligerantes. Las maravillas de Alicia se quedaron deslucidas ante la  fantástica ficción vicepresidencial, con un vaticinio de yapa: la vuelta de los neoliberales sería  como caer al vacío. Linera ya  no se refirió esta vez al sol ni a la luna. A su turno, el primer Mandatario soltó una perla singular: “Como nunca estamos hoy muy cerca de llegar  a las costas del Pacífico, dijo. Pero el tribunal de  La Haya no da a nadie lo que no se ha pedido.

DEMETERIO REYNOLDS: El autor es pedagogo y escritor.