Medio: El Deber
Fecha de la publicación: miércoles 08 de agosto de 2018
Categoría: Debate sobre las democracias
Subcategoría: Repostulación presidencial / 21F
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El vicepresidente sostiene que la clase media está dividida en tres: “la tradicional, formada por los parientes pobres de la oligarquía; la que accedió a privilegios por su inversión en profesiones y en universidades; y la que tiene origen indígena y popular” que ha emergido debido a las políticas del actual Gobierno. El INE refuerza esa hipótesis al exponer que la clase media creció de 3,3 a 6,5 millones de personas entre 2005 y 2017; mientras que la pobreza extrema se redujo del 38 al 17% en el mismo periodo.
Nadie se atreve a negar que uno de los principales logros de este Gobierno ha sido la inclusión social. Es el mismo INE el que atribuye esto a las políticas redistributivas y a los bonos sociales. Se aplicaron más medidas asistencialistas y menos políticas que favorezcan a la expansión productiva, sobre todo privada, en el país. No obstante, nada de eso ha logrado que Bolivia deje de ser el campeón mundial de la economía informal y es quizás este uno de los sectores más favorecidos durante este Gobierno.
La clase media, la preexistente y la emergente, es la que tiene la llave que abre las puertas del poder a los políticos y es la que en este momento lidera las protestas contra el afán prorroguista del presidente Morales, por lo que tiene la capacidad de cerrar las opciones del MAS, en tanto no presente una alternativa que respete la Constitución y las leyes.
Tanto el presidente como el vicepresidente insisten en discursos que separan en lugar de unir. Dividir la clase media repitiendo que lo único que vale es lo indígena popular es desconocer la realidad del país; no tomar en cuenta que Bolivia ha cambiado radicalmente y que son más los que tienen acceso a internet y a la información; por tanto, a la capacidad de decisión sin ser engañados.
Insistir en el divisionismo, tanto en los discursos como en las políticas sociales y económicas, es un error que le pasará una dura factura a los inquilinos actuales del Gobierno, así como a la sociedad en su conjunto. Algún día, ojalá que no sea demasiado tarde, el presidente y su entorno se darán cuenta de que dejaron pasar una oportunidad de oro para construir un país para todos los bolivianos. Ese día comprenderán que los discursos de odio y división solo destruyen este país que ha sabido ser resiliente frente al daño causado por la mezquindad de sus políticos, prácticamente desde su fundación.