Medio: El Deber
Fecha de la publicación: miércoles 13 de septiembre de 2023
Categoría: Debate sobre las democracias
Subcategoría: Democracia representativa
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Hay nuevas formas de gestar golpes de Estado según el presidente, Luis Arce Catacora. Sin ser muy explícito dejó ver que hay conspiraciones que se inician en los congresos legislativos o en la justicia para atentar contra la democracia. La llamativa afirmación del primer mandatario no hace más que ubicarnos en el corazón de la plaza Murillo, en el edificio de la Asamblea Legislativa Plurinacional, donde hace semanas que no se sesiona y donde hay huelga de hambre y congresistas tapiados en demanda de una ley, mientras los otros observan, pero no ceden. Estamos hablando de los dos bandos masistas.
La que era monolítica bancada del Movimiento Al Socialismo ahora está partida al menos en dos facciones, la de los fieles al jefe nacional de ese partido, Evo Morales, y la que es leal al primer mandatario, Luis Arce. Evistas y arcistas ahora son más adversarios políticos que los del MAS y los de Creemos o Comunidad Ciudadana. De esa manera, aunque hay tres fuerzas partidarias representadas, hay cuatro bloques en escena, dejando en minoría al que le es leal al presidente.
Esto ha llevado a que la gestión legislativa esté al borde del fracaso. No hay sesiones para aprobar la ley de selección de candidatos para las elecciones judiciales, tampoco para aprobar leyes económicas importantes como la del Presupuesto General del Estado Reformulado, o para dar luz verde a 500 millones de dólares que deben servir para la exploración de gas, así como otros créditos para la construcción de carreteras.
Ese antecedente permite comprender lo que quiso decir Luis Arce en Chile, cuando condenó el golpe de Augusto Pinochet de hace 50 años y también dijo que hay nuevas formas de golpe a la democracia.
Lo real es que la democracia está golpeada en Bolivia desde el año 2009, cuando hubo elecciones y el Movimiento Al Socialismo obtuvo una representación parlamentaria con más de dos tercios de votos. Eso, que el oficialismo llamó gobernabilidad, se convirtió en una especie de tiranía, porque desde entonces desapareció la figura del debate, de la negociación, de los acuerdos entre mayorías y minorías. Primero fueron los dos tercios, después -en la gestión de Eva Copa- se convirtió en mayoría absoluta que al oficialismo le valió para poner mordaza a la oposición y para cometer abusos en democracia.
Ahora, las fuerzas volvieron a distribuirse de manera equitativa. Una fracción está bajo el mando de arcistas, otra bajo el control de evistas, también están los de Creemos (con sus propias divisiones internas) y de Comunidad Ciudadana en la misma lógica. Sin embargo, la imposición y falta de acuerdos se ha vuelto una costumbre que cuesta romper para los asambleístas legislativos. Y ahí están, dando un espectáculo de huelga de hambre y tapiándose por su propia incapacidad de reunirse, hablar y buscar soluciones.
Triste es la imagen que proyectan al resto del país. Y lo que pasa en el Poder Legislativo se replica en organizaciones sociales que trabajan con el MAS. El paralelismo en los sindicatos es asunto cotidiano y el clientelismo se ha vuelto moneda de cambio. En ese contexto, arcistas y evistas se insultan y se lanzan acusaciones graves, muchas de ellas sin pruebas, y la mayoría sin que la Justicia investigue.
Lo lamentable es que esta pelea partidaria está golpeando al país y los ciudadanos observan atónitos que faltan soluciones de fondo a la problemática social, económica y política de Bolivia. El MAS como constructo político tiene que reencauzarse, pues si no lo hace corre el riesgo de dividirse sin poder juntar las piezas más adelante. El país demanda líderes con mayor responsabilidad.