Medio: El Potosí
Fecha de la publicación: martes 07 de agosto de 2018
Categoría: Debate sobre las democracias
Subcategoría: Repostulación presidencial / 21F
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El 6 de Agosto de 2018, cuyo advenimiento llegó a temerse en algunos momentos, ya es un recuerdo. Afortunadamente, su saldo no dejó nada que lamentar, más allá de la actitud sectaria, tanto de oficialistas como opositores.
Sin embargo, para llegar a este balance tuvo que desarrollarse toda una estrategia, fundamentalmente del lado gubernamental, que, aunque no evitó las protestas, por lo menos las redujo a su mínima expresión.
Potosí fue la ciudad elegida para los actos centrales de homenaje a la fundación de Bolivia. Eso motivó que gran parte de la cúpula de gobierno llegue a Potosí pero también opositores cuyo propósito era gritar “Bolivia dijo no” en los actos oficiales.
Luego de una primera tendencia en el sentido de evitar dichas protestas —y hasta de amenazar con enfrentamientos, como hizo un dirigente potosino de la confederación de campesinos—, el gobierno volvió a sus cabales y anunció que no se reprimiría ninguna manifestación de descontento. Eso sí, se asumió medidas para evitar descontroles o posibles avasallamientos de espacios destinados a las autoridades.
Para ello, fue preciso copar las calles, prácticamente secuestrarlas, porque fue la única manera de evitar que cívicos y opositores ingresen al trayecto para gritar sus consignas.
Todas las bocacalles del trayecto fueron cerradas por rejas cuyo cuidado estuvo a cargo de policías. El cuidado comenzó en el inicio y se mantuvo hasta el final del trayecto, en la plaza 10 de Noviembre. Mientras duró el desfile, ninguna persona podía ingresar o salir del recorrido y eso dio lugar a múltiples protestas porque muchas personas no pudieron ni siquiera ingresar a sus domicilios y hubo casos de pasajeros en tránsito que debieron pagar un día más de alojamiento porque no se les permitió pasar hasta sus hoteles.
Con ese control se evitó que los cívicos y otros opositores lleguen hasta el palco a gritar sus consignas mientras allí todavía estaba el presidente. Con el fin de acortar su visita, el jefe de Estado incluso pronunció uno de los discursos más cortos de su largo mandato aunque para ello fue determinante la actuación de la raquítica bancada opositora que gritó “Bolivia dijo no” mientras él hablaba en la Casa de Moneda. Es notable que esa minoría haya conseguido modificar el programa oficial.
Así, los actos centrales de homenaje a la fundación de Bolivia se realizaron casi de manera privada; es decir, entre autoridades oficialistas y sus militantes o simpatizantes. El cierre de las calles tuvo el efecto de las puertas en lugares donde se celebra una fiesta privada, con solo los invitados dentro.
Como era previsible, el Comité Cívico Potosinista (Comcipo) no pudo ingresar al trayecto del desfile sino hasta que hubo salido la última institución oficialista. Entre roces y aplausos, llegó hasta la plaza principal e incluso se adueñó del palco oficial pero el presidente ya se había ido. Sus dirigentes hicieron las veces de autoridades que aplaudieron el paso de las instituciones contestatarias.
Así transcurrieron los actos de homenaje al 6 de Agosto. Potosí no tuvo la fiesta que esperaba pero lo más importante es que, más allá de cuestiones efectistas, no hubo enfrentamientos físicos y ahora no estamos hablando de detenidos y mucho menos de heridos. Si hubo incidentes, que involucraron el uso de agentes químicos, estos fueron aislados.
No hubo violencia pero sí insumos para el análisis de la relación entre el gobierno y la ciudad que fue el escenario de los actos centrales. Hasta hace ocho años, cuando se produjo la huelga de los 19 días sustentada por Comcipo, el MAS no tenía rival en Potosí pero los errores cometidos entonces —repetidos y agravados cinco años después, en la huelga de los 27 días— determinaron una ruptura que, según se vio ayer, será difícil de superar.