Los y las presentadoras de televisión tienen como parte de su personalidad una influencia de las artes escénicas, Carlos Mesa es un buen ejemplo de esta afirmación. Alejado de las cámaras de televisión por su breve incursión en la política como vicepresidente de Gonzalo Sánchez de Lozada, en su período de mayor radicalidad neoliberal y represiva, retorna para hacer ejercicio de ese perfil histriónico, poniendo en escena un culebrón llamado ‘perseguido político’.

Como toda puesta en escena, el éxito de la obra depende de la publicidad que tenga y Mesa sabe bien de eso, por esta razón utilizó muy bien su papel de vocero de la causa marítima, para convertir esta responsabilidad en un provecho personal y sin los límites que todo ciudadano con un sentido de ética personal ejercita en su vida pública.

El otro componente principal para que el culebrón se haya mantenido en la cartelera de la política fue el apoyo incondicional de los medios de comunicación que mantuvieron el perfil de víctima de Carlos Mesa, alejándose de todo el discurso de imparcialidad que señalan tener y sin cumplir ciertas reglas del ejercicio periodístico; por ejemplo, en ningún momento le preguntaron: ¿Por qué siente que lo quieren anular cuando afirmó, en varias oportunidades, que no sería candidato? Pero, como señalamos, puede más su ego de ‘salvador de la patria’ que los valores éticos de cumplimiento a la palabra empeñada.

La oposición política, que tiene como único fin desgastar al Gobierno, no le toma en serio a este candidato a ‘único líder del 21-F’, o como el articulador de la oposición; pero ya varias voces lo han desautorizado y han señalado que Mesa es representante de la vieja política.

Su estrategia de mantenerse vigente y ser ‘caserito’ de las cámaras de televisión parece que llegó a su fin debido a que el Parlamento se pronunció indicando que Mesa no será juzgado en esta legislatura, en otras palabras le dijeron: “Ya no llore, nadie quiere que vaya a la cárcel”.

Es posible que tengamos una pequeña prolongación de la telenovela ‘yo perseguido’, pero ya conocemos el final, por lo tanto pensamos que perdió interés seguir viendo a este pintoresco personaje. Ahora es posible que los medios mantengan en cartelera a esta especie de niño mimado de las cámaras y micrófonos.

Carlos Mesa no tiene ideas políticas, aunque podemos señalar que apoya el neoliberalismo y por eso aceptó ser vicepresidente de Sánchez de Lozada. Hoy repite las ideas de Sánchez Berzaín, por lo que queda claramente establecida su relación con los mecanismos de la política de Trump, es pues un hombre con una ideología de derecha.

Es posible que las ambiciones políticas que tiene su pequeño entorno de colaboradores le haya creado un universo donde el centro se llama Carlos Mesa y con esa mirada se convirtió en el galán de moda, o una vedette, que apasiona a la clase media urbana.

Carlos Mesa es el representante de una intelectualidad amarilla y practicante del darwinismo social, como buen empresario es de mentalidad capitalista, como actor es merecedor de un Oscar, de ahí que el título de la película podría llamarse ‘el perseguido’. ¿Está de acuerdo verdad?   

*Es escritor e historiador potosino