Medio: Página Siete
Fecha de la publicación: martes 28 de noviembre de 2017
Categoría: Procesos electorales
Subcategoría: Elecciones judiciales
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La escaramuza
¿El fin del Evismo?
Las elecciones judiciales fueron el detonante de todas estas expresiones, empero, sería hasta cierto punto ingenuo pensar que todos los temores subyacentes a esta radicalización provengan de la posibilidad de ver bloqueada una nueva repostulación del mandatario viabilizada por un Tribunal Constitucional sumiso y obediente. Tengo la impresión de que las razones finales de este atolladero pasan por el propio desarrollo del proceso encarnado en el MAS. Me explico.
La victoria de Morales del 2006 representó para propios y extraños la
culminación de un largo proceso de acumulación política, cuyo origen más
visible podría encontrarse en los acontecimientos posteriores al
asesinato de Zarate Willka, en los albores del siglo XX. Los expertos
en el tema coinciden que ese fue el momento en que los indígenas
comprendieron con claridad que sus posibilidades de liberación sólo
serían posibles a partir de su propio desarrollo político. Los
Manifiestos de Tiwanaku lo expresan con meridiana claridad. Se concluye
de esto que el gobierno de Morales es el punto culminante de un largo
proceso cuyos orígenes habría que buscarlos en la conquista misma.
Si la hipótesis es correcta tendríamos que inferir que los temores del
MAS y de la propia élite ideológica del gobierno pasan por comprender
que el proyecto transformador propiamente indígena originario ha
cubierto sus posibilidades; llegó hasta donde pudo llegar. El ascenso de
Evo Morales representó la culminación de un largo proceso y su
clausura.
El movimiento indígena aprendió desde el poder que la forma de ser es la democrática. El profundo temor que expresa el MAS a perder las riendas del poder nace de esta consciencia enfrentada inexorablemente a la certeza de que “socialismo comunitario” de García Linera no fue más que un artificio teórico que periclitó ante la fortaleza de un capitalismo victorioso, de una democracia occidental globalizada y la irreversible desaparición del “socialismo real”.
En otras latitudes del mundo, la necesidad de refundar los Estados con
base en los criterios últimos de la cultura originaria, la fe religiosa o
la tradición tribal derivaron inexorablemente en regímenes
fundamentalistas; empero, por las propias características del Estado
nacional, un fundamentalismo étnico en Bolivia es imposible, sobre todo
porque la construcción de la identidad nacional se logró por la
sustitución de elementos indígenas por otros que contribuyeron a la
formación de una amplia clase media mestiza, más allá de las razas y los
marcadores étnicos.
La percepción de los hombres que llevaron adelante el “proceso de
cambio” debe generar la sensación de que el momento culminante de la
evolución política del campesinado, la ascensión de Evo Morales fue el
cierre natural de un ciclo que se desmorona, no sólo por sus errores, la
corruptela y la soberbia vengativa de sus actores, sino porque
imaginaron la refundación del Estado en un tiempo equivocado (la
modernidad) y en un país del que poseían una imagen errada: no eran ya
los indicios de Zarate o de Katari, eran más bien los mestizos de Víctor
Hugo Cárdenas. La nueva indigenidad del iphone. En otras palabras, se
plantearon hacer una revolución en contrarruta que ahora, cuando el voto
popular tiene la posibilidad de, al menos, deslegitimarlos, les pasa
las facturas de un histórico error de cálculo.
Esto plantea, sin embargo, disyuntivas peligrosas: desde el punto de
vista de la oposición, el postevismo podría ser un retorno
reconstructivo de la malograda democracia y una recomposición de la
correlación de fuerzas políticas en un escenario igualmente democrático.
Desde el punto de vista del masismo, o quizá del evismo, la pregunta
diría: ¿qué puede haber después de un Evo? Peor aún, ¿qué se puede hacer
para hacer lo que no se puede?
En otros países las soluciones fueron de lo más variadas.
Democratizaron los procesos de cambio, recurrieron a la “limpieza
étnica”, se transformaron en regímenes atroces con el único fin de
mantener el caudillo hasta donde sea posible, al más puro estilo
castrista, o devastaron la sociedad en un acto de autodestrucción
epocal, al estilo Maduro. Todas, sin embargo, terminaron donde habían
comenzado: en la democracia liberal.
Renzo Abruzzese es sociólogo.