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Medio: Los Tiempos
Fecha de la publicación: domingo 05 de agosto de 2018
Categoría: Debate sobre las democracias
Subcategoría: Repostulación presidencial / 21F
Dirección Web: Visitar Sitio Web
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Concretamente, hay que pedir que verifique dos hechos comprobables: el irrespeto del 21 F y el avasallamiento institucional por parte del régimen, que limita y hasta suprime los derechos políticos de los bolivianos desde hace 12 años. El régimen afirmó que la CIDH miente, dijo que es un instrumento del imperialismo; pero, paradójicamente, supeditó a la CIDH la interpretación final sobre la Sentencia del TCP que se “inventó” un derecho internacional a la reelección indefinida de mandatos careciendo de competencia. Por este motivo, cabe solicitar a la CIDH que instruya a la Corte Interamericana de DDHH la tramitación y el procesamiento prioritario de las denuncias presentadas contra el Gobierno al respecto.
A la CIDH le corresponde una reflexión sobre las causas, naturaleza y eventual desenlace de la crisis boliviana que se vislumbra inevitablemente y que estallará en cualquier momento. Debe comprobar el control absoluto del régimen sobre el aparato del Estado; es decir, el control de los instrumentos económicos, judiciales, fiscalizadores, los de coerción, incluidos las fuerzas de choque irregular para hacer el trabajo sucio, mientras que el ciudadano, convertido en opositor político espontáneo, anda a pie y sólo tiene el parcial control de la calle. De ahí, que la resolución de la CIDH es tan vital como urgente para desechar el relato de la autocracia.
No será casual entonces que el régimen que viola los derechos humanos, invoque la invasión a la soberanía como su defensa. Su discurso habitual es rechazar la injerencia en asuntos internos porque su racionalidad política como régimen despótico es buscar que sus crímenes permanezcan “en privado” y que el efecto inmediato para los bolivianos sea la reproducción de su impunidad. Con el pretexto de resguardar la soberanía protegen el sistema de dominación en el que vivimos.
Morales tiene que escoger cuál historia va a repetir. Si será la trágica inducida por los dictadores, o la propia historia que, con una cierta dignidad, él mismo reclamo y obtuvo del pueblo cuando le confió su voto. Pero claro, irse a casa no quiere, lo que sería noble y fácil, prefiere que se desate la violencia que se avecina y por la cual él, un día, responderá.
El autor es abogado constitucionalista