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Medio: Los Tiempos
Fecha de la publicación: lunes 06 de agosto de 2018
Categoría: Debate sobre las democracias
Subcategoría: Democracia representativa
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Para la analista política Erika Brockman, la emergencia de los movimientos ciudadanos se da recientemente ante la coyuntura política del país. Éstos se caracterizan por una presencia territorial difusa e intermitente, por una organización de mano de las redes sociales, de las facilidades de comunicación a tiempo de que se ingresa en un contexto de repolitización, en el sentido de que su causa es evitar la concentración del poder, frente al intento de consolidar una autocracia competitiva por parte del MAS.
Los movimientos feministas toman fuerza, los últimos años, aunque en la historia de Bolivia las mujeres siempre fueron fundamentales en la construcción del Estado, en las rebeliones y en la política.
Las plataformas ecologistas toman impulso con el conflicto por la carretera en el Tipnis, aunque eso no significa que no hayan existido antes. Hoy son un elemento clave sobre todo en los centros urbanos.
El politólogo Marcelo Silva opina que los ciudadanos deciden agruparse en plataformas porque no encuentran partidos políticos capaces de representar sus intereses ni llevar adelantes los elementos de su deliberación. “Las fortalezas de los movimientos sociales y las plataformas son que te enriquecen la democracia, son procesos democratizantes, a veces no muy democráticos, pero sí democratizantes, la participación y deliberación políticas se amplia”, aseveró.
Sin embargo, aclaró Silva, el gran problema de estas organizaciones es que son corporativas y tiene su razón de existencia con base en reivindicaciones sectoriales, muchas veces por encima de los intereses nacionales.
Otro problema es que son actores de presión y no usan para sus fines inmediatos los medios democráticos o electorales, sino la movilización y la protesta.
Incluso las plataformas ciudadanas tienen una clásica lógica corporativa tradicional en los movimientos sociales de Bolivia. Esto se refleja en la desconfianza en los partidos políticos y los métodos de protesta, asegura Silva.
Como proyección, los analistas ven dos dificultades en la consagración de estos movimientos. Brockman apunta que un movimiento social deja de serlo el día que empieza a ser poder. “El movimiento social es una demanda de la sociedad para interpelar al Estado, y tienen causas concretas y entre pactos y rupturas se dan avances respuesta del Estado. Pero otra cosa es cuando el movimiento social se convierte en sindicato y Estado, ahí deja de ser movimiento social y empieza a ser un actor político, porque el movimiento social no aspira a tener poder, desde el momento que los movimientos cocaleros buscan el poder, dejan de ser movimientos sociales y son corporaciones politizadas en un instrumento político”.
Silva señaló que las plataformas ciudadanas están disgregadas y no tienen un elemento articulador, un instrumento que viabilice su acercamiento al poder. “Los movimientos cocaleros, campesinos, indígenas del Conalcam tienen al MAS como instrumento; pero el otro lado, que es la otra mitad, que está en función de las clases medias, colectivos ciudadanos, no encuentran un instrumento político y, al contrario, están dispersas y se configuran bajo la consigna de “Bolivia dijo no”, que si bien es un elemento fuerte, no es suficiente para conformar poder.