El patriotismo es un concepto frecuentemente cuestionado por quienes enarbolan ideas progresistas, los que ensalzan la globalización y proponen la idea de “ciudadanos del mundo”, superadora de aquellas visiones nacionalistas y excluyentes, herederas de la tradición primitiva y militarista de las organizaciones políticas, nacidas precisamente para proteger a los conglomerados sociales de la conquista, el paradigma más antiguo del progreso cultural.

Los latinoamericanos no debemos perder de vista, sin embargo, la connotación que el término “patriota” adquirió en el continente en el Siglo XIX. Fue la identificación de aquellos idealistas, valerosos y rebeldes que tomaron las armas y se levantaron para luchar por el ideal más importante de aquellos tiempos, la libertad, surgido en la Revolución Francesa como estandarte de una nueva era de la humanidad.

Pese a que siempre hubo impostores entre los patriotas, el ideal de patria que expresaron Bolívar, Sucre, Juana Azurduy, San Martín, Belgrano, Martí o el Cura Hidalgo era muy claro y tenía que ver con la construcción de democracias republicanas que sean capaces de instaurar en estas tierras, proyectos políticos que aseguren el bienestar de la gente, sin esclavitud, sin violencia y sin las divisiones de clase que caracterizaban al régimen colonial.

Parece increíble, pero casi 200 años después, todavía seguimos intentando conseguir las utopías de aquellos patriotas, pues ningún país de la región ha logrado vencer las pulsiones autoritarias que han surgido constantemente a lo largo de nuestra historia y que han impedido avanzar en democracia, en igualdad y por supuesto, en libertad.

Paradójicamente durante todo este tiempo han surgido muchos “patriotas” que se han adueñado de término y lo han bastardeado hasta quitarle el sentido que le dieron los héroes de la independencia, cuyos nombres e ideales son profanados constantemente. Dictadores, tiranos, asesinos y ladrones muy adictos a besar la bandera y a hacer mil y un gestos cargados de simbolismo, no han hecho más que postergar a nuestros países, empobrecer a la gente, sumir en la corrupción al Estado y enajenar la democracia hasta convertirla en una cáscara sin mayor sustancia.

Ha habido muchos patriotas en el pleno sentido de la palabra, sin duda alguna. Son todos aquellos que lucharon por recuperar la justicia, que pelearon por las instituciones republicanas, los que derrotaron a los dictadores y los ayudaron a mejorar la vida de los ciudadanos. Fueron patriotas los que en su momento ayudaron a reencaminar a nuestros países al estado de derecho y también lo fueron quienes posteriormente hicieron intentos por mejorar el sistema democrático, hacerlo más inclusivo, menos corrupto, más justo y equitativo.

Lamentablemente ese patriotismo se ha perdido, se ha desdibujado y en la mayoría de los casos se ha vuelto una cruel impostura. Hoy, los verdaderos patriotas están peleando para no volver al pasado, para que no vuelvan las dictaduras y la violencia, para que la democracia siga siendo el gran proyecto por el que derramaron su sangre nuestros antepasados.