En las últimas semanas varias agrupaciones políticas han mostrado su interés por presentar su postulación a las elecciones generales de 2025. La pregunta es si estas intenciones son verdaderas alternativas al MAS, con músculo para disputar el voto al actual partido de gobierno.
El éxito en electoral puede deberse a varios factores, uno de ellos es cómo se ubican los partidos alrededor de las divisiones políticas (clivajes) que organizan los discursos y la competencia política. En Bolivia, estas divisiones actúan a lo largo del espectro izquierda-derecha; conservador-progresista y en torno a la identidad étnica. Empero, no todas ellas tienen el mismo peso a lo largo del tiempo y poseen la misma capacidad de convocatoria electoral.
En primer lugar, las posturas ideológicas de izquierda y derecha, no diferencian a los actores que la protagonizan. Si el MAS es de izquierda, no lo parece; y si algún partido de oposición es de derecha, tampoco. A lo largo de 16 años en el poder, el MAS ha fomentado a grupos financieros, de la construcción y agroindustriales afincados en el eje central del país. Asimismo, ha impulsado una variada gama de capitalistas informales (cooperativistas mineros, comerciantes y transportistas), que crecen a la sombra de un gobierno que pacta con ellos y es débil a la hora de aplicarles ley y orden. Baste señalar que, en enero de 2019, el presidente de entonces, señalaba que las utilidades de las empresas privadas habían tenido un crecimiento 4,4 veces mayor que lo que pasaba en 2005. El MAS es socialista en el discurso, pero pro capitalista en la práctica.
Por su parte, la oposición que debía tener como divisa la defensa de las bondades del libre mercado, no lo hace. Es una derecha miedosa de su propia característica y erróneamente propone más Estado cuando debía postular más mercado. No tiene postura sobre este tema, más allá de su repetida consigna de articular “armónicamente” el sector público con el privado. Este abandono de los principios económicos liberales, su escaza lectura de economistas como Friedrich Hayek, los convierte en partidos sin norte e identidad, en opciones electorales poco viables.
Si nos vamos a la línea que va desde el progresismo al conservadurismo, veremos que ella tampoco sirve para diferenciar a los actores políticos. Una investigación realizada por la universidad de Salamanca reveló que en temas como derechos de género y sexuales, legalización de drogas y tolerancia a la diversidad, los parlamentarios del MAS exhibían un conservadurismo muy parecido a sus pares de Vox, el partido ultraconservador de España. De igual manera, en las filas opositoras no existen conservadores o son grupos pequeños con escaso radio de acción. Aquí prima la desconfianza en su propia raíz ideológica y prefieren recorrerse al centro, buscan no tocar o evadir estos temas de ética política que, por cierto, tampoco son centrales en la disputa política en Bolivia.
Todo esto nos lleva a preguntarnos: si estas divisiones no marcan diferencias claras entre los partidos, ¿qué es lo que moviliza al votante?
Antes de responder a esta pregunta, se debe especificar que entre 1992 y 2005 hubo un cambio profundo en el esquema de divisiones políticas en nuestro país: apareció la demanda de reconocimiento identitario. Una variada gama de grupos de espacios rurales, empezaron una serie de movilizaciones con demandas que hacían mención no a su identidad de clase, sino a su identidad étnica, que buscaban ser reconocidos como indios no como campesinos. Sostengo que este cambio en la forma y contenido del reclamo, tuvo efectos poderosos en el peso de cada uno de los clivajes políticos: se debilitaron las nociones de izquierda-derecha o conservador-liberal y ganó espacio la división basada en la identidad étnica. Esta transformación del campo político fue a tal punto relevante que cambió el nombre del Estado (republicano antes, plurinacional hoy), hizo nacer una nueva constitución y provocó que el líder que mejor encarnaba este reclamo haya logrado ganar la presidencia en tres ocasiones.
Esta línea de división étnica es la verdadera novedad de la política. Ahí el MAS se mueve como pez en el mar y la oposición como pez en la pecera. ¿Cómo las corrientes alternativas al MAS lograrán ubicarse en esta todavía poderosa interpelación étnica? Dependiendo de cómo la oposición resuelva este dilema, se podrá hablar o no de su viabilidad en 2025. [P]
Franz Flores Castro, Politólogo