Medio: La Patria
Fecha de la publicación: jueves 02 de agosto de 2018
Categoría: Debate sobre las democracias
Subcategoría: Democracia representativa
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La historia muestra ejemplos de estas desgracias aplaudidas: Lenin, el líder popular e indiscutido de la revolución socialista en Rusia, como recuerda el columnista uruguayo Pablo da Silveira, fue el que en 1917 "creó el régimen de partido único, los campos de trabajo, la Cheka y la censura de prensa" y que, además, afirmaba: "¿Cómo se puede hacer una revolución sin ejecuciones?". Hitler, aupado por multitudes enfervorizadas, provocó una de las mayores tragedias de la historia. Castro, a una semana de asumir el poder, prohibió los partidos políticos y, luego, anuló la independencia del Poder Legislativo, mientras el mitificado Che Guevara decía "…hemos fusilado, fusilamos y seguiremos fusilando". El venezolano Chávez, conculcó las libertades democráticas, anuló la independencia de poderes y encarceló a sus opositores, dejando un sucesor más cruel y sanguinario. Y aún no advertimos que este mal puede ser también nuestro. Sí, hay naciones que se liberaron de regímenes afines al populismo. Este es el caso de Argentina, Brasil y Ecuador. Pero aún falta mucho para consolidar en nuestra región la democracia representativa, como la proclama la Carta de la OEA y la Carta Democrática Interamericana.
Y, ahora, el horror: la siniestra pareja de los Ortega ha llenado de sangre a Nicaragua en su afán de prevalecer y eternizarse en el poder. Qué lejos quedó la gesta que derribó la dictadura de los Somoza. Ahora, los "orteguistas" la superan en crueldad y en la atroz manera de oprimir a su pueblo, mientras en nuestro continente solo se repiten condenas, declaraciones y censuras que nada ayudan ni provocan cambios. Así se quedan los pueblos -no solo el nicaragüense- dominados por las dictaduras. Y aunque este populismo llamado Socialismo del Siglo XXI impulsado por el ya decadente Foro de San Pablo está en retirada, siguen los sátrapas oprimiendo y en una interpretación torcida, se hace prevalecer el principio de no intervención mientras 37 expresidentes y jefes de Estado, agrupados en IDEA, en un notable documento afirman que "…ningún gobierno puede invocar la soberanía y la no intervención para violar la protección de los DD.HH."