Medio: El Deber
Fecha de la publicación: viernes 07 de julio de 2023
Categoría: Debate sobre las democracias
Subcategoría: Democracia representativa
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A confesión de parte, relevo de prueba. Recientemente, Andrés Flores, jefe de bancada del MAS en Diputados, reveló que, durante la crisis política de 2019, Evo Morales instruyó a algunos de sus serviles aliados que pidan públicamente su renuncia, y así actuaron dos cuestionados personajes: Juan Carlos Huarachi, secretario ejecutivo de la Central Obrera Boliviana y el General Williams Kalimán, comandante en jefe de las FFAA.
A ello se sumaron las renuncias públicas de Adriana Salvatierra a la presidencia del Senado y de Susana Rivero a la primera vicepresidencia de la Cámara de Diputados. Salvatierra anunció su dimisión en contacto telefónico con varios medios de comunicación y Rivero utilizó su cuenta oficial de Twitter, pero ninguna presentó su carta firmada en oficinas de la Asamblea Legislativa. Las dos parlamentarias masistas estaban en la línea de sucesión constitucional, pero optaron por seguir el juego de Morales y cumplir un deshonroso papel en la historia.
Evo Morales tuvo miedo al voto de las bolivianas y bolivianos. La noche del 20 de octubre de 2019, Morales tembló ante el primer y único resultado del conteo preliminar de votos que fue difundido por el Tribunal Supremo Electoral y que abría la histórica posibilidad de una segunda vuelta. Pensó que podía perderlo todo y puso en marcha toda la maquinaria del engaño.
Primero fue la “manipulación dolosa del proceso electoral”, que fue confirmada por la comisión de expertos de la OEA que llegó al país a pedido del propio gobierno de Morales. Después, los pedidos de renuncia y finalmente el vandalismo descontrolado en la sede de Gobierno que terminó, entre otros terribles resultados, con la quema de 60 buses Puma Katari, el incendio de las casas de Waldo Albarracín y la periodista Casimira Lema y numerosos daños a la propiedad pública y privada.
El objetivo final fue claro: generar un vacío de poder alimentado por el miedo en las calles y la falta de alimentos en las ciudades para que se abra una negociación que permita al mandatario culminar su mandato, presidir nuevas elecciones y, por supuesto, volver a ser candidato.
Pero pudo más la dignidad que el miedo. Morales y sus cómplices fracasaron en su intento y se instauró el Gobierno constitucional de Jeanine Áñez, aunque algunos voceros del MAS afirmen que no se cumplieron plazos ni procedimientos en la Asamblea Legislativa. Increíble apego a la letra muerta de la Constitución para quienes aplaudieron y aplauden el desconocimiento del referéndum del 21F.
La circunstancia histórica ameritaba decisiones valientes e impostergables que llevaron a la instauración del Gobierno de transición cuyo funcionamiento fue avalado por la Asamblea Legislativa con mayoría masista y por el Tribunal Constitucional que amplió el mandato de la presidenta Áñez, diputados, senadores, gobernadores, alcaldes, concejales y asambleístas departamentales. Todo porque Morales prefirió incendiar el país antes que respetar la democracia.
No, no hubo golpe. Hubo una crisis provocada por Evo y por el MAS, cuyo relato fue alimentado por amigos del exmandatario como López Obrador, Nicolás Maduro, los gobernantes cubanos o el dictador nicaragüense Daniel Ortega. Incluso por un fantasioso piloto mexicano que escribió un libro sobre el “rescate” de Morales y que confundió petardos con misiles tierra-aire.
¿Qué queda de aquí en adelante? Lamentablemente, poco se puede esperar de la justicia y menos de los políticos oficialistas. Muchos inocentes siguen y seguirán en la cárcel y, para colmo de males, los autores de esta tramoya están impunes y con aspiraciones políticas.
Existen políticos de toda clase. Muy pocos son idóneos y probos, una buena parte se enceguecen con el poder y sucumben ante la corrupción y los más despreciables son los que no tienen escrúpulos para destruir al país con el fin de satisfacer sus apetitos personales. Los autores de la historia del “golpe” están en la última categoría, aún tienen poder y solo la historia sabrá juzgarlos.