1. ¿Continuará la crisis de la justicia por los siglos de los siglos, amén?
Gabriel Pelaez, Abogado y periodista
No sé cuál será la duración de los problemas de la justicia; pero es evidente que, cuando exista la decisión política del Gobierno, habrá transcurrido un buen tiempo hasta que esos problemas encuentren solución.
Es bueno señalar cuál es el origen del actual panorama. El Poder Judicial ha perdido totalmente su independencia frente a los demás poderes del Estado. Pero debemos señalar que la independencia del Poder Judicial no se perdió de repente. Está última ya existía en el texto de las anteriores Constituciones o sea el Poder Judicial ya era independiente. Dejemos constancia de este hecho, para que quede consolidado el hecho que lo que acabó quitándole independencia al Poder Judicial fue consecuencia de que la nueva Constitución cambió el sistema de elección al modificar la elección de los Magistrados del Poder judicial.
Esto se hizo, porque los constituyentes del MAS sabían que ese sistema llevaría inevitablemente a la desaparición de la independencia de los Magistrados del Poder Judicial. Hay que advertir que la aplicación de este nuevo esquema fue el origen de la mayor parte de los males del Poder Judicial. Por lo tanto, podemos afirmar que la crisis de la administración de justicia, mientras el MAS siga en el gobierno, tira para largo. De continuar el panorama actual, sin que exista una decisión política para cambiar el esquema actual y a pesar de estarse hablando de un proceso de cambio, nada habrá de cambiar.
Otro factor que podemos anotar dentro del origen de la crisis de la administración de justicia es la corrupción que existe dentro del organismo del Estado. De esta manera, se formó todo un esquema que va ser difícil combatir, aunque se requiere hacerlo a la brevedad. El tiempo apremia.
2. ¿Se recuperará la economía en el Gobierno de Arce?
Edwin Hurtado, Economista
En los últimos años, la aparente estabilidad económica de Bolivia, a partir de la aplicación del Modelo Económico Social Comunitario Productivo, ha experimentado un quiebre evidente debido al deterioro de varios indicadores macroeconómicos. Este modelo se sustenta en el proceso de sustitución de importaciones, un enfoque primario exportador, una política cambiaria estable y la confianza de desarrollar una fuerte demanda interna. Estos pilares fueron afectados poniendo en riesgo la estabilidad económica del país.
Las políticas económicas implementadas, especialmente las que priorizan la inversión pública, contribuyeron al agotamiento de las reservas internacionales, ocasionando la falta de dólares y comprometiendo uno de los pilares de la estabilidad económica: mantener el tipo de cambio a una paridad fija frente al dólar. Esta situación pone en riesgo el crecimiento del PIB, la estabilidad del sistema financiero y el control de la inflación, aspectos importantes para el buen desempeño de la economía.
No se puede dejar de mencionar que Bolivia, desde la gestión 2014, ha incurrido en gastos que superan sus ingresos, generando un déficit fiscal permanente. Este indicador se reconoce como una de las principales fuentes de inestabilidad macroeconómica.
Los últimos acontecimientos, especialmente los relacionados con la falta de dólares y la intervención de un Banco, plantearon interrogantes respecto a la efectividad de las políticas económicas y financieras, sumiendo a la economía boliviana en un periodo de incertidumbre. Existe una percepción generalizada de que Bolivia está atravesando una crisis, y las perspectivas a corto plazo sobre su recuperación no son optimistas.
El Gobierno emprendió una estrategia agresiva de recuperación de las reservas internacionales, implementando acciones como la aprobación de la Ley del Oro, gestionando la postergación de los vencimientos de la deuda pública y la búsqueda de nuevos financiamientos externos. Sin embargo, estos mecanismos son medidas coyunturales y no resolverán los problemas económicos de fondo a nivel estructural.
Existe una demanda clara para que el gobierno implemente nuevas medidas económicas que impulsen un crecimiento económico sostenido. Para alcanzar este objetivo se considera necesario proponer un nuevo modelo económico y social, que se adapte a las necesidades actuales de la economía boliviana, considerando los desafíos tanto internos como externos.
Para superar la crisis, es necesario que el Gobierno implemente una serie de medidas como las siguientes: la diversificación del aparato productivo, dar prioridad a la inversión privada, orientar la producción hacia los mercados internacionales, incrementar los ingresos y reducir el gasto público. Estas medidas son urgentes, en esa perspectiva, pueden ayudar a mejorar las condiciones económicas y coadyuvar en la superación de la crisis económica en el mediano plazo.
3. ¿Liderará Santa Cruz Bolivia?
Daniel Valverde Aparicio, Docente UAGRM
Aunque suene jactancioso, es legítimo reconocer que los datos hablan y dibujan a Santa Cruz como la región más dinámica, moderna, plural e integradora que tiene Bolivia. Pero resulta ilegitimo soslayar otros datos que muestran la otra cara de la moneda con la urbe y la región que concentra la mayor cantidad de personas con carencias y necesidades básicas no satisfechas; el mayor número de personas en situación de calle, como elevadas tasas de violencia y descontrol de diversos matices que generan sensaciones de malestar y confusión.
También es válido reconocer que Santa Cruz generó una emblemática base institucional de carácter socio cultural, empresarial, productivo (CAINCO, FEGASACRUZ, ANAPO, Cooperativas de servicios públicos) por citar algunas. Sin embargo, en contramarcha, no cuenta con instituciones políticas que hayan trascendido, desarrollando un pensamiento político de escala nacional; luego, muy pocos lideres cruceños plantean propuestas o demandas en clave nacional. Como lo diría en vida Isacc Sandoval Rodríguez: “En Santa Cruz se diversifica la economía, se genera comercio, pero no se producen pensamiento o ideas políticas”. Por ello, Santa Cruz está en deuda con Bolivia.
Diversas estadísticas establecen que Santa Cruz es la región más cosmopolita de Bolivia. Es desde donde mejor se conecta Bolivia con el mundo, dado las mentes y sus espacios más abiertos hacia el intercambio y la hospitalidad. Sin embargo, resulta paradójico que, a sus élites políticas, les cuesta construir un relato integrador, proactivo, que fomente la visión de una Bolivia integrada e interdependiente, mirando al mundo y con esta región a la vanguardia.
Por otra parte, es desde esta región donde más se cuestiona al poder central, y se menciona defender o fortalecer la democracia. Paradójicamente, los entes públicos que manejan el poder territorial están marcados por la improvisación y falta de planificación, escaza rendición de cuentas, dificultades de gobernabilidad, con disputas intestinas por cuestiones domésticas o coyunturales. Sumado a ello, se identifica que en la gran mayoría de sus instituciones existe un grave déficit de participación e inclusión que afecta a los jóvenes, las mujeres o los migrantes. Los lazos en función de linaje o de pertenencia a determinados grupos corporativos (fraternidades, logias, vecindarios) propios de sociedades de inicios del siglo XX resultan siendo determinantes en las oportunidades y las proyecciones de vida. Santa Cruz tiene la obligación de liderar, pero para ello debe primero mostrar resultados que marquen significativas diferencias en gestión, inclusión y apego a la meritocracia.
El liderazgo de las élites paceñas, establecido hace más de un siglo, con guerra civil de por medio, está agotado. En este siglo XXI, Bolivia necesita de una nueva vanguardia. Santa Cruz estableció en las últimas décadas, importantes luces para orientar el camino de la nación, pero esta conminada a superar primero sus liderazgos conservadores, transformar sus limitaciones para emprender la construcción de un proyecto político integrador, que derrumbe mitos y prejuicios que se propalan desde Santa Cruz y sobre Santa Cruz. Todo ello hace parecer a la vez tan cerca, pero al mismo tiempo tan lejos para que Santa Cruz consolide un liderazgo político nacional.
4. ¿Se acabará fracturando el MAS?
Ever Romero Ibañez, Sociólogo
Una escisión en regla, implicaría que un líder divida en fuerzas equivalentes a un partido, arriesgando su viabilidad electoral y generando incertidumbre en la militancia por no saber cómo reencausar su adhesión orgánica a las facciones que, reclamarán ser, cada una, la versión original del partido.
Una fractura de este tipo, para el MAS, conllevaría la división del Pacto de Unidad −movimientos sociales con orientación partidaria− o de dirigentes nacionales y regionales; sindicales o no, que no tendrían otro camino que realinearse a una parcialidad para enfrentarse electoralmente entre sí en la disputa del poder político. ¿Las diferencias entre renovadores y radicales son de fondo? No lo son.
No es una disputa ideológica ni programática, porque no se discute la orientación política del gobierno. Los renovadores (arcistas), no buscan virar de la creación de empresas públicas, la nacionalización, o de la base indígena−campesina como sustento social y político de su gobierno, o del modo implacable de relacionamiento con los opositores.
Los radicales (evistas) no pretenden llevar a las postrimerías sus ideales socialistas, que presupondría la propiedad colectiva de los medios de producción; ni avanzar hasta las últimas consecuencias con el Estado plurinacional, reconociendo formas políticas de autogobierno a quien lo pida.
Renovadores y radicales no dejan de ser correas de una misma expresión política. Ambos, declarados antiimperialistas y anticapitalistas, ven a la derecha política como el enemigo a vencer, y justifican su legitimidad abanderando lo nacional−popular bajo el manto del «proceso de cambio».
¿Qué los separa? Simplemente los nombres de legisladores o ministros. Ya no son los que acompañaron a Evo Morales. Ahora, otros militantes ocupan el poder público, desplazando de los privilegios a los del primer turno de 14 años, etiquetados de radicales y arropados por Evo, también desoído en sus órdenes e ignorado por Arce. Mutaron las lealtades personales, sin afectar las lealtades partidarias.
La causa del encono Evo−Arce es la lucha por la candidatura presidencial. Arce quiere seguir, Evo quiere volver. Arce sin el MAS no tiene la menor oportunidad. Evo, sin el aparato público, resigna capacidad de campaña. Las diferencias de Arce y Evo (que ve cada día conspiraciones políticas) pueden ser irreconciliables, pero la estructura partidaria es más fuerte que las controversias personales.
Los comportamientos y escenarios políticos son dinámicos, impidiendo hacer afirmaciones definitivas. El congreso que elegirá la directiva del MAS marcará una tendencia, y las primarias para seleccionar candidatos esclarecerá el porvenir masista.
En el camino habrá defenestraciones y defecciones, pero la base orgánica sobrevivirá −incluso desportillada y con desgajamientos−. Es impensable que el 2025 el militante afronte el dilema de optar entre dos partidos: por un MAS−Radical o por un MAS−Renovador. No imagino a las bartolinas en una vereda y enfrente los interculturales, como adversarios políticos. La censura de un ministro es purga política. No es indicativo de crisis irresoluble.
El MAS no se quebrará para las elecciones, sea Evo o Arce, el candidato. Sus posibilidades de ganar o no, son harina de otro costal.
5. ¿Ha penetrado el narcotráfico el Estado boliviano?
Germán Gutiérrez Gantier, Abogado
Las evidencias son contundentes, desde el inicio del gobierno del MAS se encubrió la verdad con la expulsión de la DEA bajo el pretexto de una lucha soberana contra el narcotráfico, cuando en realidad se buscaba tener libre el escenario para mantener impune esta actividad; luego ampliaron las áreas de producción de coca, sobre todo en el Chapare, donde el 94% aproximadamente de la coca está destinada a los mercados ilegales. Las cantidades de incautación de droga en lugar de crecer se redujeron al mínimo. El viceministerio del ramo, dependiente del ministerio de gobierno, estuvo a cargo de dirigentes del Chapare, zona que es prácticamente libre, donde no ingresa el Estado y es más bien el Estado que debe pedir permiso a los cocaleros para ingresar a dicha zona. Las denuncias y el encarcelamiento de importantes jefes policiales designados justamente para la lucha contra el narcotráfico, se constituyó en una rutina ofensiva para los bolivianos.
Las denuncias y contradenuncias entre ministros y exministros del MAS de estar vinculados con el narcotráfico, nunca fueron aclaradas y peor aún investigadas, quedando en la impunidad eventuales participaciones de funcionarios y exfuncionarios de gobierno incluyendo a Evo Morales. Durante todo el gobierno del MAS no se conocieron ni se apresaron a los llamados “peces gordos” del tráfico de drogas descubiertos, recayendo la culpabilidad sobre personas de escasa responsabilidad. En diferentes zonas, desde la ciudad de Santa Cruz y poblaciones fronterizas con el Brasil, las ejecuciones de personas en ajustes de cuentas son frecuentes y no esclarecidas. Los nuevos millonarios no investigados y vinculados al gobierno actual son cada vez más. Frente a estos datos de la realidad hay una actitud complaciente por parte de la esfera gubernamental, y una vinculación con esta actividad por denuncias expresadas desde el interior del propio Estado.
Así, es más frecuente que tengamos en los círculos internacionales, y por entendidos en la materia, la calificación de “narcoestado”.
6. ¿Levantará cabeza la oposición?
Win Kamerbeek Romero, politólogo
No. De entrada, hay que partir de que las elecciones generales concentran el voto de la oposición en una o dos opciones. Lo complicado radica en que, esta vez, son varios frentes con interpretaciones políticas que distan demasiado entre sí. Por tanto, en un clima de desconfianza y desgaste como el que vive Bolivia, las propuestas también importan. ¿Cómo ubicamos a estas propuestas y sus vacíos? A partir de tres dimensiones: Estado, economía e identidades.
En la primera dimensión, encontramos a dos grandes componentes: el primero, el concepto de “República” versus “tamaño del Estado”; y el segundo, “descentralización” versus “federalismo”. Para el primer componente, el “retorno a la República”, no contempla el número de ministerios ni burocracia; mientras que cuando se habla del tamaño del Estado, esto generalmente no discute qué hacer con las corporaciones sociales e históricas en Bolivia. También es cierto que discutir la enorme desigualdad entre regiones centrales y periféricas es algo marginal entre todos los componentes, y que cuando se habla de descentralización o federalismo, se discute poco acerca de la dependencia de las regiones del extractivismo y la debilidad de sus élites. Y claro, ¿qué política exterior? ¿Una ideológica, que deja a Rusia, Venezuela, China de lado, por Estados Unidos y la Unión Europea, ¿o una pragmática, que privilegia la posición geográfica de Bolivia?
La segunda dimensión se entremezcla con visiones más liberales del Estado (por ejemplo, menos impuestos, porque fomentan la corrupción y evitan el emprendedurismo); aunque existen visiones que no apoyan ni al libre mercado ni la preponderancia del Estado. El vacío radica en que todas las opciones no discuten (o muy poco) los temas de contrabando y narcotráfico: ¿qué Estado conviene más, uno grande o uno reducido, para combatir estas tareas? Y si vamos al tema medioambiental, ¿qué visión se ajusta más al tremendo daño medioambiental que no es atendido actualmente?
La tercera dimensión, seguramente, la más desafiante (porque se la discute muy poco), privilegia la discusión sobre “plurinacionalidad” versus “identidad nacional”, y deja de lado el tema de las identidades sexuales o cómo afecta, por ejemplo, la migración y tribus urbanas en, sobre todo, las periferias de las ciudades capitales. Esto último, a pesar de la importancia demográfica que tienen los jóvenes en el país.
Por tanto, la oposición privilegia la discusión sobre articulación, pero no sobre qué propuestas, además, bastante distantes entre sí. Claro, es difícil ubicar a la oposición boliviana en el espectro ideológico. Porque, hay que ser sinceros, las propuestas que están emergiendo están poco desarrolladas y son más cerca al populismo.
7. ¿Cuál es el peor mal de Bolivia?
Fernando L. García Yapur, Politólogo
La mentalidad vinculada al hecho colonial que reproduce una cultura “señorial” de supuesta superioridad de unos (los criollos-mestizos) sobre otros (la base social indígena y campesina). Esta cultura cuyo rastro histórico es ancestral, permea gran parte de las relaciones sociales, económicas y políticas y, con ello, se manifiesta, una y otra vez, en la puesta en vilo de la cohesión social y la edificación democrática del país.
Ella explica la continuidad y la profundización de las fracturas que arrastra el país respecto a su estructura social y configuración territorial. Esto representa la profundización de los clivajes urbano-rurales, centro-periferias y, sobre todo, de integración social: las brechas de desencuentro, diferenciación y desigualdad entre las identidades étnicas, de clase y de género.
En suma, una ideología profunda que ha producido un conjunto de hábitos densos y sedimentados en la sociedad boliviana. Se expresa tanto en las relaciones individuales y cotidianas permeadas por la exclusión étnica cada vez más “racializada” y, en la creciente diferenciación social respecto al acceso a las oportunidades vitales; como de manera más visible en las interacciones políticas que se manifiestan en la reproducción de ritos de carácter colonial que, paradójicamente, se reproducen en las instituciones estatales definidas hoy como plurinacionales. Asimismo, se deja evidenciar en el esencialismo de las narrativas discursivas hegemónicas que, entre otros efectos, da lugar a la lógica binaria (polarizada) de pensar y hacer política.
El efecto pernicioso repercute en la erosión del tejido social, los lazos comunitarios que configuran a la identidad colectiva e ideario de nación de los bolivianos. En las condiciones actuales, de acelerada modernización económica y movilidad social impuesta por la reinvención neoliberal del capitalismo a nivel global, hay una paulatina y continua fragmentación de las estructuras productivas y sociales que reproducen dinámicas estancas, desregularizadas, que no logran acoplarse y/o acomodarse de manera virtuosa.
Al respecto, antes que avanzar en la resolución de las brechas estructurales, las tendencias de los procesos sociales manifiestan una mayor profundización de los efectos perniciosos. Por ejemplo, en el clivaje urbano/rural, para mencionar una de las fracturas de mediana data. En las principales ciudades del país predominan dinámicas progresivas de segregación y desigualdad selectiva en detrimento del campo y/o de las zonas periurbanas y, con ello, de las poblaciones que habitan estos espacios territoriales. El desencuentro aquí es evidente, viene marcado por la desigualdad estructural en el acceso a los bienes y los servicios públicos y privados que, asimismo, reproducen una ficción binaria de modernidad equivalente a ciudad, en tanto espacio cosmopolita de oportunidades y desarrollo, versus lo rural y periurbano entendido como lo indígena, campesino y atrasado.
Esta ficción y tendencia hacia la reproducción de la desigualdad y, con ello, hacia la desestructuración de los lazos sociales que constituyen al país, es la manera en la que opera la ideología “señorial”, que deviene del hecho colonial. Una ideología que se acopla muy bien con las tendencias y las exigencias culturales de reinvención neoliberal del capitalismo. Necesitamos superar esta mentalidad si buscamos dejar de lado el peor mal que constituye a los bolivianos. [P]