Medio: El Día
Fecha de la publicación: jueves 02 de agosto de 2018
Categoría: Debate sobre las democracias
Subcategoría: Democracia representativa
Dirección Web: Visitar Sitio Web
Lead
Contenido
Déjame decirte que nada de eso va a pasar, nunca vamos a llegar a ser una distopía colectivista de corte Estalinista o Norcoreana. Empero, eso no significa que no haya de qué preocuparse.
Si bien el Gobierno no busca una vía directa o indirecta hacia el sueño marxista, es decir, una sociedad desclasada y sin propiedad privada, a lo que verdaderamente apuntan es igual de malo o, incluso, a varios niveles peor.
Como mencionó Obama en su último discurso, donde hizo una lectura general del estado del mundo: “muchos países en vías de desarrollo ahora están mirando hacia el modelo chino de control autoritario combinado con un capitalismo mercantilista que les es preferible al 'desorden' que (consideran) provoca la democracia”.
En inglés, aquel modelo, mismo al que adscribe este gobierno, se le conoce como “crony capitalism”, algunos lo conocen como “capitalismo de amiguetes” y otros como “mercantilismo”. En Bolivia, para criollizar un poco el asunto, el politólogo Diego Ayo ha acuñado el término “capitalismo de caras conocidas”.
Se trata de un sistema autoritario compuesto por redes clientelares sustentada en una matriz económica extractiva y rentista donde, fundamentalmente, una pequeña camarilla establece relaciones de “compadrazgo” con el partido, a cambio de colaborar activamente con la permanencia del régimen en el poder.
De esta manera, acumulan privilegios, obtienen condiciones de mercado monopólicas y consiguen que el Estado les favorezca en sus licitaciones mediante “invitación directa”, para así poder amasar sumas millonarias personales. Por tanto, la generación de riqueza en este modelo es proporcional al nivel de vinculación que se tiene con el gobierno.
En este sistema, grandes empresas nacionales y extranjeras hacen uso de su influencia política para obtener ganancias económicas con “piedra libre”, sin mayores regulaciones ni investigaciones sobre el origen de su capital, ni impuestos, ni controles medioambientales y sin generar ningún tipo de riqueza, oportunidades o desarrollo para la población, sino sólo para los empresarios y sus amigos burócratas dentro del Estado.
Esto nada tiene que ver con el socialismo real (solo discursivo). En este modelo, la empresa puede existir y prosperar, pero la condición es que no abran la boca para opinar de política, ni mucho menos mostrarse afines a la oposición.
Es decir, se complementan los peores vicios del capitalismo “de pocas manos” con un sistema represor típico del socialismo, en el que se persigue a la oposición política, se censura a las voces independientes y se controlan todos los órganos del Estado.
China, Rusia, Turquía, Filipinas y otros han dejado florecer con éxito este sistema de “oligarcas leales” de la mano de fuertes aparatos represivos estatales contra las oposiciones locales. La consigna es: capitalismo no competitivo, sino favoritista para los amigos, y todo el peso del Estado para los críticos.
The Economist generó un índice que mide cuan presente está el “amiguismo” en las economías de 21 países del mundo y cuál era el porcentaje que representa este fenómeno en el PIB de cada uno de ellos. ¿Se imaginan si midieran a Bolivia, teniendo tantos Air Caterings, Lamias, Camces, Corsanes, Toyosas, Pablos Grouxs y Quiborax como tenemos?