Medio: Página Siete
Fecha de la publicación: jueves 01 de junio de 2023
Categoría: Debate sobre las democracias
Subcategoría: Democracia representativa
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La vida no es breve, no es fugaz, dura mucho tiempo, no es corta. La hacemos así con nuestras actitudes. Si vivís tu vida, si le sacas el jugo, si aprovechas al máximo las virtudes de la vida, verás que es una eternidad el vivir. Si la malgastas, los minutos y las horas vuelan como el sueño. Tu vida se corta a pedazos, cuando no tiene sentido, ni un objetivo que cumplir.
Si aceptas vivir en democracia, verás que el desarrollo de tu vida se hará en convivencia, en permanente construcción de ciudadanía. “No somos simples criaturas sujetas a la Tierra”, decía la filósofa Hannah Arendt. El trajinar de tu vida no se reduce solo a despertarte cada día, lavarte, comer, ir a tu trabajo, regresar, pasear, ir de fiestas. Tiene otro sentido y otra ruta que puedes fortalecer y seguir con alegría. Una vida de compromiso por la justicia, igualdad, la libertad por la democracia, que exige grandes sacrificios, pero te da a la vez grandes satisfacciones, recibiendo adhesiones, condenas, rechazos, pero con el pleno orgullo y el peso de tu conciencia que has cumplido con una misión importante.
Un hombre y mujer activos, en movimiento, propositivos, revolucionarios y siempre listos para encarar los cambios que se propongan hacer. No un ciudadano amorfo, apático, contento de todo y de nada, indiferente, oveja del rebaño, aunque algunos sistemas políticos apuntan a eso: amoldar hombres y mujeres que lo vean todo pasar y que no digan nada ni hagan nada ante las injusticias, abusos, lágrimas, muertes y golpes del poder político, judicial, económico.
Es el no-ciudadano que no existe, ni debe existir, ni ha existido a lo largo de los 350.000 años de historia que tiene la humanidad. Siempre el ser humano ha ejercido la política, de forma consciente e inconsciente. Hace política incluso cuando duerme y se sueña que está en movimiento. ¿Sabes por qué? Porque la política tiene un fin, un motivo, que no sólo es ejercer el poder. Aristóteles lo dejó claro: “El fin más excelente, de la política, tiene como función dotar a los ciudadanos de un cierto talante y hacerlos buenos ciudadanos y capaces de acciones honestas”.
La política es demasiado importante como para no participar, ni opinar, ni hacer marchas o paros. Es nuestra dimensión humana desempeñarnos en democracia. Es parte de la vida diaria y de ir forjándonos y construyéndonos como ciudadanos de la democracia y que la democracia abra todas sus compuertas. El ejercicio de la política no solo es propiedad de los gobernantes y dirigentes.
El mundo en que habitamos requiere de nosotros, el Estado donde eres parte te necesita, la sociedad donde te desenvuelves reclama tu participación, el entorno social que te ve crecer quiere algo más de tus capacidades y talentos. Es un circuito que no se puede romper, ni quedar a medio camino.
Nadie puede vivir en la caverna de Platón, que sus integrantes salían de vez en cuando para ver las sombras del devenir del mundo. En la Tierra sólo está decretada la presencia viva, activa, militante de los mortales que somos y que habitamos en cada espacio que tiene ganado la humanidad.
Este ciudadano de la democracia hace política cada cinco minutos, cada instante, no cada cinco años, cuando asiste a las urnas a votar. La política recorre sus venas, desde que despierta, va transcurriendo el día, se relaciona con los demás, hasta su retorno al hogar. Cada momento es de construcción de más ciudadanía. Cada día este ciudadano debe sentirse interpelado, provocado, y no solo a gran escala para protestar contra el gobierno de turno, o para asumir un cargo público importante, o para ser líder en una gran manifestación social de protesta; sino en cada detalle de la realidad dialéctica. En este caminar, se encuentra con fantasmas, riesgos, amenazas, dolores e incluso con grandes monstruos. La humanidad está dividida en dos razas, en dos proporciones: la raza de los decentes y la raza de los indecentes. ¿A cuál perteneces?
Desafiar a la vida, vivir en tensiones, afrontar los riesgos, luchar por tus metas e ideales. Así vale la pena estar y ser en el mundo. Así tu vida tiene un sentido, una razón de luchar. Tienes que decirle basta a todo aquello que te atormenta y te molesta. No puedes vivir con esa deuda pendiente en tu corazón y en tu espíritu. Sacude tu alma y que se levante con más sed y más hambre de vivir, de volar y de ser mejor ciudadano.
No te preocupes de los golpes en tu cara o en el estómago. Te dolerán un rato. Preocúpate y protégete de las pateaduras a tu dignidad y libertades, eso aniquila y para evitarlo el camino es ejercer tus derechos y ser parte de la comunidad política y democrática.
está dividida en dos razas, en dos proporciones: la raza de los decentes y la raza de los indecentes. ¿A cuál perteneces?